La vivienda de Can Calvet, propiedad de Josep Planells, Malalt, se quedó ayer finalmente sin acceso. Después de varios días de tira y afloja, un amplio despliegue de la Guardia Civil, con efectivos llegados de Mallorca, se presentó en la finca a las seis de la mañana para custodiar el trabajo de las excavadoras, que deshicieron el camino que llevaba a la casa. La dotación policial llegó acompañada de dos funcionarios del Govern balear, algo que reclamaba Planells desde hacía días para que quedara constancia del nuevo acceso. «No hacía falta todo este despliegue policial, lo único que queríamos es que viniera un representante del Govern», explicó ayer por la mañana Planells, que tuvo que decidir por dónde quería el camino entre las tres posibilidades que le daban los funcionarios, que le garantizaron que se le pagarían los costes de reforma que se tuvieran que hacer en la casa a raíz de este cambio. «Ahora nos han tratado bien, pero que conste que nunca habían venido a hablar con nosotros», recalcó Malalt. El problema se produjo hacia las 14,00 horas, cuando el propietario buscó a los funcionarios para comunicarles su decisión final y éstos ya no estaban, porque, al parecer, ya habían regresado a Palma. «Al final ha venido uno de los encargados, que me ha dicho que me hacía el camino por donde quisiera, pero no se trata de eso, porque hay que tumbar árboles, rehacer vallas y hormigonar», explicó por la tarde Planells, que se teme que va a quedarse incomunicado durante todo el fin de semana, sin poder seguir con la mudanza que está haciendo desde otra casa, expropiada por las obras. «Lo que queremos es que se levante acta de lo que se hace, que se le garantice que se van a hacer los cambios que ha pedido», añadió su abogado, Josep Costa.
También hacia el mediodía, las máquinas comenzaron a trabajar en la finca de Can Cardonet, donde se produjeron momentos de tensión entre los funcionarios del Govern y la propietaria. «En este caso ella quería ver los papeles con un testimonio delante, pero ellos querían enseñárselos sólo a ella», explicó Costa, que asegura que lo único que pudieron ver es que la casa figura como deshabitada, cuando no es cierto. Una docena de antiautopistas vigilaron los trabajos sin ponerse delante de las máquinas.