Cerca de las 19,50 horas, cae el sol en la isla y muchos musulmanes que residen en ella se dirigen a la mezquita Atawab con la intención de rezar y tomar la primera comida del día, es decir, el desayuno. Poco a poco van llegando musulmanes que se descalzan antes de entrar a la mezquita. Una vez dentro de la misma comen dátiles y beben leche mientras intercambian expresiones. A continuación tiene lugar el rezo. Esta dinámica se mantiene desde el pasado sábado y hasta dentro de un mes, cuando acabe el ramadán, celebración que se adelanta 13 días con respecto al año antecedente. A diferencia del mes católico, el mes musulmán nunca supera los 30 días.
«El ramadán consiste en dejar de comer, beber, fumar y mantener relaciones íntimas con la mujer desde que sale el sol hasta que desaparece», cuenta Diki, portavoz y tesorero de la comunidad islámica en Eivissa.
El ramadán es una práctica que no pueden hacer los menores de edad pero «si un chaval de 15 años deja embarazada a una chica se le considera que es un adulto porque es padre», cuenta Diki. No obstante hay chicos menores de edad, como los hijos de Diki, que participan en el ramadán. «Tengo dos hijos, uno de ellos tiene 14 años y dijo que quería hacerlo porque lo consideraba un entrenamiento». Y añade: «Mi otro hijo tiene 9 años y dijo que quería hacerlo. Le dije que era muy pequeño pero él insistió, entonces le comenté que estaba de acuerdo en que lo hiciera pero que si en algún momento tenía hambre que fuera a la nevera a coger lo que quisiera».
María José Real