Con toda seguridad, si le preguntase cual de las figuras que aparecen junto a este texto se llama Booba y cual Kiki -tras un momento de duda- finalmente afirmaría que Kiki es la que tiene forma de estrella de puntas y Booba la que tiene forma de nube.
En ese momento habría coincidido con el noventa y muchos por ciento de personas a las que el profesor Köhler les hizo la misma pregunta debido a un fenómeno llamado sinestesia. Wolfgang Köhler (1987-1967), destacado miembro de la psicología de la Gestalt (forma), se dio cuenta de que entre el noventa y cinco y el noventa y ocho por ciento de la gente asignaba el nombre de Kiki a la figura más angulosa, influido por las letras que contiene su nombre (k) e (i), y el de Booba, influido por la (b), la (o) y la (a), mucho más redondeadas.
Esto que puede parecer una chorrada, una pérdida de tiempo y que no anima a seguir leyendo, comienza a ser interesante cuando vemos que dos datos -aparentemente- sin ninguna relación (dos dibujitos y dos nombres buscados al azar) en algún momento se emparejan en nuestra mente.
Estoy seguro de que, si no le hubiera dado la pista de los nombres, nunca se habría relacionado nombres y figuras, es decir, sencillamente habría dicho que no tenía ni idea de cómo se llamaban las dichosas figuritas.
Una vez que asociamos nombre y forma se sorprendería de la cantidad de personas que estarían dispuestas -incluso- a discutir con usted sobre la certeza de sus conclusiones.
Este experimento que hemos visto forma parte de lo que se conoce como «prejuicio cognitivo» (cognitive bias, en inglés) y no es más que una distorsión de nuestras percepciones, de cómo percibimos la realidad mediante un sesgo o predisposición que ya teníamos a priori.
La vorágine del día a día, llena de estímulos incluso contradictorios, nos impide analizar los cientos -tal vez miles- de nuevas informaciones que nos llegan y necesitamos simplificarlos mediante ciertos trucos que aplica nuestro cerebro, sin que seamos conscientes de ello, y que le ayudan a procesar la información: Siempre compramos la misma marca de leche porque nos resulta más cómodo cogerla de la estantería y no tener que volver a compararla con las tres o cuatro marcas con las que comparte lineal.
Los perjuicios nos simplifican la vida pero también nos la complican. Afectan directamente a nuestras creencias que, a diferencia de nuestras ideas, son prácticamente inamovibles. Esto lo saben en los partidos políticos. Un político puede hacer hoy una promesa e incumplirla mañana porque sabe que no va a tener ninguna repercusión entre sus simpatizantes, los cuales sepultarán ese incumplimiento si es convenientemente presentado o contrapresentado mediante una nueva propuesta mucho más ambiciosa o beneficiosa. Es lo que se conoce como perjuicio de desconfirmación o sesgo de disconformidad y es por lo que una falacia, convenientemente presentada, puede ser aceptada como verdad universal.
Para finalizar le propongo un sencillo ejercicio si en las últimas elecciones votó PP o PSOE: tome un papel y escriba en una columna lo que le gusta del partido por el que votó y en la otra columna lo que le disgusta del otro partido, ponga cuatro o cinco cosas en cada una?
Ahora cámbiele los nombres a las columnas y verá que lo que le disgusta del otro partido también es posible encontrarlo en el suyo y viceversa, cosas que le gustan de su partido si busca un poco -por favor sea honrado- también las encuentra en el otro.
Este sencillo ejercicio es -me temo- un primer paso para comenzar a pensar por uno mismo.
José Antonio Avellaneda - Economista