encer la timidez a la hora de hablar con el socorrista. Éste es el principal consejo que David Escandell, coordinador de socorristas de la Cruz Roja en el municipio de Santa Eulària, Manuel Cáceres y Adrián Señat (ambos socorristas de la playa principal de este municipio) dan a los que acudan a la playa este verano: «El socorrista está para ayudar. La gente no tiene que tener vergüenza cuando quiera hablar con nosotros y preguntarnos, por ejemplo, si con la bandera amarilla se puede bañar en condiciones de seguridad», explica Escandell.
Las playas de este municipio suelen ser bastante tranquilas. Sin embargo, el socorrista siempre debe enfocar su trabajo hacia la prevención: «Damos paseos por la playa, vigilamos toda la zona desde la torre y evitamos que los bañistas, por ejemplo, se salgan de la zona de balizamiento», afirma Manuel. Según destacan estos tres chicos, las playas de la zona norte del municipio son las más peligrosas, sobre todo cuando sopla viento de Tramuntana: «En muchas de estas zonas hay gente que se siente responsable de los peligros que pueda presentar la playa. Una vez en Portinatx un hombre que paseaba con velomar me dijo que en una zona rocosa había un grupo de jóvenes ebrios, que fuéramos para allá para llamarles la atención. La verdad es que se agradece», afirma Escandell.
¿Cómo es el día a día de un socorrista? «Son muchas horas [están de 11,00 a 19,00 horas] y hay muchos momentos de aburrimiento. Las horas críticas son de 14,00 a 16,00, que la gente está comiendo. Intentamos no pensar en la siesta después de comer con un bañito para despejarnos», asevera Adrián. Sobre el mito del 'socorrista ligón', Escandell lo tiene claro: «No se debe ligar en la playa porque en teoría tu trabajo se centra en vigilarla y si la gente te ve entrando a una chica quedas bastante mal. Le puedes decir que esperes a que se acabe tu turno». Estos tres chicos cuentan que en más de una ocasión se han tenido que enfrentar a situaciones un poco embarazosas, como curar las picaduras en zonas íntimas: «En este caso solemos darle el algodón empapado en amoniaco a la chica o chico para que lo aplique ella o él mismo», asegura Manuel.
Mª José Real