Veinte minutos de fuegos artificiales que, para muchos, no fueron suficientes. El espectáculo pirotécnico de clausura de Sant Ciriac, dirigido desde el dique del Botafoch, comenzó puntual, puntualísimo. Incluso hubo gente que no tuvo tiempo de coger sitio: «El primer aviso ha sido antes de las doce. Así no podemos coger un buen lugar para verlos», comentaba una mujer, a la que seguían sus tres hijos, ansiosos por ver el espectáculo.
Una vez los colores llenaban el cielo ibicenco, la gente comentaba la romántica escena al son de multitudinarios ¡oh! Los favoritos entre el público, las palmeras y las bolas multicolor, que adornaban las terrazas y calles del puerto de Vila. También fueron bien acogidos los ríos de colorines y las perlas, que pusieron más alegría al pintoresco paisaje.
Gente en los balcones, encima de los coches o incluso turistas subidos sobre sus propias maletas. Todo valía para conseguir una buena visión del panorama. Como le comentaba un hombre a su mujer, «los están tirando muy bajos, pero como hay tanta niebla...».
Y uno tras otro se iban dibujando los fuegos sobre el cielo. Así, hasta pasados veinte minutos las doce, momento en el que los espectadores comenzaron a desalojar la zona portuaria. 2.500 kilos de pólvora para cerrar el día de Sant Ciriac y, sin duda, una bonita manera de acabar el día.
Marina Bonet