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Centenares de niños celebraron ayer el Día Mundial de la Infancia con múltiples actividades. En Eivissa, el colegio Puig d'en Valls celebró la carrera solidaria Save the Children, mientras que los más pequeños de Formentera participaron en los juegos que les prepararon los alumnos del ciclo modular de Educación Infantil del instituto Marc Ferrer.
Los cerca de 400 alumnos del colegio Puig d'en Valls corrieron ayer por segundo año consecutivo para celebrar el Día Mundial de la Infancia. La principal novedad respecto al año pasado, en el que consiguieron recaudar unos 1.400 euros, fue la introducción de colchonetas para dar volteretas y una pequeña cama elástica en la que tuvieron que saltar una vez. «El funcionamiento es muy sencillo. Cada carrera tiene un precio simbólico de cincuenta céntimos de euro, por lo que cuanto más corran más conseguirán recaudar», explicó Noel Ramón, coordinador del departamento de Educación Física del colegio. Más tarde, los alumnos apuntaron en su carné de corredor cuántas carreras habían hecho y el importe total de las mismas. La recaudación se ingresará en la cuenta de la Ong Save the Children, que este año destinará el dinero a los niños de la Costa de Marfil.
Los más pequeños de Formentera también quisieron celebrar el Día Mundial de la Infancia. Un grupo de alumnos del IES Marc Ferrer, del ciclo modular de Educación Infantil, con el concurso de maestros y educadores organizó ayer un festejo en la principal plaza de Formentera en la que hubo una importante congregación de madres, padres y niños que se los pasaron en grande; había talleres de dibujo, de pintura, de maquillaje pero al mismo tiempo había juegos malabares, payasos, y otros juegos que hacían que los chavales no pararan de ir de uno a otro.
La tirada de galls típica del entorno rural y de las tradiciones más arraigadas se traducía en botellas de agua de envase plástico de distinto tamaño forradas con celofanes de colores para que los pequeños de las casas pusieran a prueba su puntería con mayor o menor fortuna, pero lo cierto que cuando acaba su turno volvía a ponerse a la cola de espera con la intención de mejorar su resultado.
Otra de las grandes atracciones era una pista americana 'circuito mágico' muy sui generis en los que los chavales reptaban, ondulaban entre conos y pistas pintadas con tiza, zigzagueaban, pasaban por dentro de cajones de cartón, por debajo de cuerdas y hacían lo que más les gusta, arrastrarse por el suelo, reír, empujarse y competir entre ellos.