Jesús García Rumbo (Ibiza, 1970) hizo estudios de Electrónica en el Isidor Macabich «porque quería trabajar por enchufe» pero en sus casi 40 años de vida ha hecho de todo. Llegó a la televisión por su grupo de rock La Señal ya que el periodista Josep Angel Costa Soldat le ofreció colaborar en su programa Es Calaix de TEF. Después vino Kafé Kaleta con el que lleva cinco años y que compagina con su trabajo en Radio Exit. De pequeño quería ser alcalde de Eivissa, ahora quiere ser presidente del Consell, y eso lo dice en serio.
-¿Le han dicho alguna vez que no tiene sentido del ridículo?
-Sí que lo tengo. Me lo han dicho muchas veces. Uno de los males de la sociedad es que todos nos tomamos muy en serio, tenemos demasiado buen concepto de nosotros mismos y si queremos reirnos con/de la gente tenemos que empezar a reirnos de nosotros mismos. Las cosas se tienen que hacer dando ejemplo.
-¿Qué hay que tener para hacer un programa como Kafé Kaleta?
-Ganas. Mucha gente se piensa que todos los que salimos en la tele somos como Buenafuente o Sardá, que estamos forrados de pasta y vivimos una vida de lujo. Lo haces porque te gusta. Hay que tener morro, naturalidad y, lo más importante, pasártelo bien.
-¿Cómo fue la conversión al periodismo? ¿No es esquizofrénico?
-No es esquizofrénico sino, básicamente, supervivencia. Me lo ofrecieron, me lo he tomado como algo más para aprender. Ese aspecto sí que me gusta, me está sirviendo para ver desde dentro muchas cosas, cómo funcionan las instituciones.
-¿Y lo de los enchufes?
-Ya me cansé, pero mucho antes de todo esto, no lo dejé por la televisión. Tal vez sea porque soy Aries, me gusta cambiar en todos los sentidos. He estado en tendidos eléctricos, vendiendo seguros, durante cinco años llevé un sex shop en la Vía Romana. He hecho de todo.
-¿Es consciente de que hay gente a la que le puede parecer hortera su humor?
-Por supuesto y le caigo mal a mucha gente. Mucha gente se confunde con esto. Tienes que ser consecuente con lo que haces. Si haces un trabajo de cara al público puedes despertar simpatías y odios. No puedes pretender gustar a todo el mundo. Lo tengo muy claro desde siempre. El que no esté preparado para estas cosas que se vaya a trabajar a una mina o a una oficina. Hay gente que te dice «muy bien» y otras que no le gusta, pero yo lo prefiero porque se aprende más.
-Pero eres provocador y, a veces, soez.
-Claro, podía hacer otro modelo de humor pero lo que hago es provocar. Está todo el mundo tan apático que a veces hace falta decir mierda en vez de heces para sacudir un poco la gente.
-En su programa hay muchas alusiones a las mujeres, los homosexuales y el sexo, ¿Nadie se ha sentido herido por esos comentarios?
-La gente, si ve el programa, verá que lo hago con humor. Tengo muchos amigos gays y adoro a las mujeres, tengo dos hijas. Me meto mucho con el tipo de homosexualidad que vende Tele 5, que tiene que estar pavonéandose, como la caravana del orgullo gay. ¿Para qué ese tipo de cosas? Ese no es el camino para la reivindicación. Tipos de personas como Jorge Javier sí que hacen daño porque son incluso más soeces que yo y piensan que son genios. Eso es un peligro.
-¿Con quién se siente más identificado con el Gran Wyoming o Buenafuente?
-Quizás en medio de las dos. Wyoming me gusta porque es un látigo y Buenafuente tiene la virtud de que le hace creer a la gente que todo lo que pasa en su programa es espontáneo, y no lo es pero lo transmite muy bien, es muy buen comunicador. Me estimula más el Follonero porque va a provocar.
-También le gusta meter el dedo en la llaga ¿no ha pasado por alguna situación delicada?
-La verdad es que no. Lo más delicado que me pasó, y no fue por mi culpa, fue una época durilla, con la polémica de las carreteras. La TEF tiene una cierta tendencia a uno de los lados de la política y la gente nos mete a todos en el mismo saco. Iba a algunos sitios y me insultaban. Los que son más radicales conmigo son un grupúsculo, algunos independentistas, que como hago el programa en castellano les parece un crimen de Estado y me llaman fascista.