(1978, es Cubells). Ibicenco de nacimiento, con 18 años se marchó a Alemania a realizar el servicio de voluntariado europeo en una guardería y seis meses después se marchó a estudiar Danza a los Países Bajos aunque no la finalizó. «No acababa de ser lo mío», dijo. En Holanda empezó a introducirse en el teatro de calle y en las acrobracias. Este año cumple el décimo aniversario de compañía de teatro Cómica. Cuentacuentos, técnico de sonido y colaborador de Magic Clown figuran también en su curriculum. «El mundillo del espectáculo no te deja mucho trabajar sólo en una cosa porque no sacarías ni para pipas», confiesa.
-¿Cómo se ve más como cuentacuentos o Billy Elliot?
-Yo como Billy Elliot no servía (risas). El mundo de la danza me gustaba en ese momento más que ahora, que me tira más la expresión con la voz. En la danza había un punto de sólo imagen que era como un cliché. Hay mucha danza que tiene un trasfondo más profundo pero en ese momento no me acababa de tirar y me fui más al teatro.
-¿Hay que tener una habilidad especial para contar cuentos o vale todo el mundo?
-Como idea básica puede valer todo el mundo, pero no todos se atreven. Lo que veo importante es querer contar una historia y creértela, si no te la crees tú el público se va.
-¿Le gustaba de pequeño contar cuentos o que se los contaran?
-Me gustaba mucho leer. También me contaban cuentos pero no recuerdo que yo los contara, sino leer.
-¿Cuál es su cuento preferido?
-Hay varios. Uno lo estuve contando mucho tiempo que era de un niño, que se llama Paulino, al que le nace una flor en la cabeza.
-¿Cree que se tendría que cambiar el estereotipo de los cuentos clásicos de las niñas princesas y los niños superhéroes?
-Se va cambiando en muchos casos. Poca gente sigue contando hoy la misma versión del cuento de Caperucita, la de ahora es más guerrera y amiga del lobo. Se van invirtiendo un poco los papeles. Cuando me toca contar un cuento clásico nunca lo hago como si estuviera escrito. Antes se utilizaba un lenguaje más dramático y pasaban cosas mucho más bestias. Esto lo vamos dejando de lado y adaptándonos a la sociedad actual.
-¿Le fue difícil abordar el tema del cáncer infantil en la obra 'Cercan' que presentaron en el colegio de Sant Jordi la semana pasada?
-Sí lo fue. Es un tema difícil de hablar con los niños, de que entiendan algo y de que no metas demasiado la pata. Por eso decidimos trabajar más en lo que los niños pueden hacer con alguien que tiene cáncer más que hablar de la prevención. Podemos hablar dde vida sana pero no tenemos una vacuna. Por eso lo enfocamos más a que los niños comprendan un poco más la enfermedad y cómo pueden apoyar a alguien que la tiene.
-¿Cómo reaccionaron los niños?
-Todos empatizaron mucho con el protagonista de la obra, el niño que tiene cáncer. Cuando acabamos la obra nos gusta salir a saludar al público con los personajes y todos los niños quieren ayudarle. Esa es la idea que nos gustaría que quedara: nunca dejar a alguien solo por el hecho de tener una enfermedad. Es muy fácil hacerlo con un títere y luego se tiene que poder aplicar.
-En el mundo de las artes escénicas es muy polifacético, ¿qué prefiere los títeres o los cuentacuentos?
-Me gustan los cuentos por poder transmitir emociones con la voz. Los títeres me gustan porque el hecho de que un ser inanimado pueda tener vida y tenga personalidad. Es algo un poco mágico.
-¿Tiene espíritu infantil? ¿Sigue creyendo en los Reyes Magos?
-A veces sí. ¡Ojalá! (risas) Si no tienes ese espíritu es difícil que te sorprendan las cosas cada día. A los adultos nos cuesta más.
-¿Los políticos se portan bien con el teatro?
-Algunos lo intentan. Hay momentos en los que los presupuestos están mejor y se puede dedicar más a la promoción de la cultura. Hoy en día trabajo para instituciones públicas y no está mal, pero sí hay gente que cree que faltan cosas, como espacios para actuar. Hay quienes se quejan de la falta de subvenciones pero yo prefiero trabajar y ser capaz de autofinanciar, más que depender de las ayudas públicas.
-¿Qué juguete recomienda para un niño?
-Cualquiera de los que son más básicos, que no tienen lucecitas ni pilas. Me gustan que los niños descubran un juguete en una caja de cartón vacia, sin nada. Me gustan los que te ayudan a jugar con la imaginación.