Se define como un músico polifacético y autodidacta, pero Yaron Marko es mucho más. Es una fuente de sabiduría inagotable en cuanto a música se refiere y hablar con él, tomando un té en su casa y junto a su perro 'Pocho', es como asistir a una clase magistral.
No en vano, este israelí que llegó a Eivissa, vía Amsterdam a finales de 1976, tiene una casa taller en la que acumula más de 250 instrumentos étnicos que ha ido recogiendo en todos sus viajes. Según sus propias palabras cargadas de tranquilidad, «soy capaz de captar cualquier sonido y aplicarlo, y además tengo la suerte de ser un manitas capaz de hacer muchas cosas con las manos».
Su primer contacto con la música le viene de lejos, cuando a «los ocho años mi padre en Israel me regaló mi primera guitarra». Tras unos años de clase en el conservatorio, «decidí seguir por mi cuenta y convertirme en autodidacta».
Y a tenor por los resultados no le ha ido mal. Llegó a la isla y empezó a trabajar preparando parches para tambores payeses y, junto a Pep Mossenyes, popular sonador de Sant Antoni ya jubilado, fue el primero en introducir en Eivissa la piel de cabra en lugar de la de oveja y la de conejo.
Después, tras trabajar con el ceramista Toni Frígoles, comenzó a viajar y a interesarse por los instrumentos étnicos, construyendo entre otros artilugios, «'calimbas', que son muy sencillas de tocar moviendo los dedos». Con el paso del tiempo, su cabeza, sus manos y sus ganas de trabajar no han parado y siguen llenas de proyectos. Por ejemplo, el año pasado empezó a construir 'kinnors' o 'arpas bíblicas', elaboradas gracias a los planos recopilados por su amigo, el arquitecto canadiense jubilado Ralf Blackstadt. Y a día de hoy ha fabricado una serie de 'didgeridoos' australianos compactados listos para ser trasladados en los vuelos.
Investigar y divulgar
Sin embargo, ahora sus esfuerzos se centran más en la investigación. Fruto de ello ha realizado una serie de innovaciones curiosas que funcionan a la perfección, como unas bombonas que con unos agujeros producen música, o una especie de flauta gigante construída con tubos, que se toca con zapatillas. Son cosas extremadamente sencillas, que cualquiera puede usar y que están pensadas también para que puedan ser tocadas por niños.
Precisamente, la labor docente es otra de las facetas actuales de Marko. Según sus propias palabras, «hace poco dí clases a niños de todas las edades en las que intenté enseñar algo más sobre instrumentos sencillos como el 'mirlitón' o los 'palos de agua' y fue muy divertido para ellos y para mí». Por eso, viendo el resultado, desde hace tiempo busca encontrar a alguien que le pudiera patrocinar para abrir un museo de instrumentos con talleres para poder enseñar su trabajo y su música. Eso llevará su tiempo, pero hasta entonces, «estoy encantado de abrir mi casa y resolver dudas». Los interesados pueden llamar al 971 187 497.