En torno a 1880, Juan Marí Mayans era un novato que intentaba sacar adelante los productos que él mismo elaboraba gracias a sus conocimientos sobre las plantas aromáticas y medicinales, en su pequeña fábrica conocida como S'alambic, muy cerca del Faro de La Mola. Hoy, 131 años después, su tataranieto Carlos es su heredero natural, y sigue fabricando las hierbas ibicencas, la frígola, el palo y la absenta que llevan su apellido, utilizando los mismos ingredientes y el mismo proceso artesanal.
Con él están todos los días sus fieles ayudantes, Javier y Martí, del que Carlos dice «que tras más de cuarenta años en la profesión es el mejor del mundo en lo que hace», y un inmenso alambique de cobre que encargaron a un artesano gallego y que es muy parecido a los que se usaban antiguamente.
Sin embargo, según Carlos, el verdadero éxito de sus hierbas ibicencas «está en su elaboración artesanal a base de, entre otros productos, alcohol, anís, tomillo, romero, pieles de limones y de naranjas traídas por los payeses y, sobre todo por una fórmula secreta que pasa de padres a hijos». Lo que si se sabe seguro es que tiene 160 gramos de azúcar natural por litro y agua desmineralizada, cuya calidad y pureza se mide en una máquina instalada en propia destilería a través de su valor PH.
Pero no sólo de hierbas de ibiza vive la familia Marí Mayans. Otros de sus productos destacados son el palo y la frígola. El primero, aperitivo ibicenco por excelencia, se obtiene de la extracción de aromas de la quina calisaya y la genciana, añadiendo azúcar caramelizada que le da ese característico tono oscuro y contundente, mientras que la frígola se consigue gracias a la extracción de aromas de distintas plantas de la isla, principalmente el tomillo.
Además, uno de los grandes atractivos de sus productos son sus preciosas botellas y las etiquetas que las acompañan, con diseños que incluyen a la Diosa Tanit, la figura del payés y la payesa ibicenca o el ánfora fenicia. Precisamente, éstas últimas están sufriendo un proceso de rediseño para destacar algo más, aunque siempre manteniendo esa imagen de tradición, ya que según Carlos «no hay que olvidar que esta bebida era elaborada por las gentes del campo en Eivissa hace ya más de doscientos años a base de macerar un ramillete de plantas en el interior de una botella o una garrafa de anís».