El biólogo norteamericano Nathan Dappen, profesor de la Universidad de Miami, fue el encargado ayer de dar lustre al primer acto oficial que se celebraba en Can Marroig tras su apertura como centro de interpretación del Parc Natural de ses Salines. Lo hizo con una conferencia basada en los diez meses que lleva estudiando las lagartijas de las Pitiüses (podarcys pityusensis), en especial la diversidad de sus colores y la adaptación a los lugares, la piedras y rocas en las que habitan mediante una evolución genética específica.
Dappen señaló que en los 42 islas que conforman el archipiélago habitan las lagartijas pero que según el islote o zona de cada isla, presentan unos colores totalmente distintos, de forma que existen las negras de ses Bledes, las naranjas de s'Illa Negra, las absolutamente marrones en la zona de es Trucadors y un sinfín de variedades y matices entre el azul, el verde y, en ocasiones, con tonalidades amarillas.
Así, en es Cap de Barbaria se pueden encontrar ejemplares en que priman los azules, verdes son las de la Mola y es Vedrà mientras que, en es Ca Marí, en el centro de la isla de Formentera, había una mezcla de ambos colores. Asimismo, las hay azules con una línea verde en la parte superior, en es Vedar también las hay que mezclan verde, azul y una franja amarilla en la espalda y otras combinaciones tan curiosas como explicables.
Advertencia y señuelo
Pero si el color ya es una peculiaridad en sí misma, también es una señal, una advertencia para los rivales, ya que siendo animales territoriales el color vendría a ser una pintura de guerra, una advertencia a los adversarios, al tiempo que un señuelo para las hembras.
La conferencia de Nathan Dappen tuvo lugar con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente y fue presentada por la directora del Parc Natural de ses Salines, Paula Goberna, y la consellera de Medi Ambient de Formentera, Silvia Tur.
Dappen que lleva diez meses estudiando lagartijas en Eivissa y Formentera se centra en la evolución genética de los dos sexos en función de la diversidad de colores. Uno de los experimentos realizados para determinar la predilección de las aves en sus ataques depredadores supuso la colocación de 300 modelos de largartijas simulando los colores reales de las especies más comunes como el azul, el verde y el marrón; el resultado es que las más atacadas son las azules, seguidas de las verdes y las marrones.
Pero, al mismo tiempo, el color del macho evoluciona en función del tamaño del ejemplar y de su capacidad de lucha. Así, por un lado es un aviso para sus rivales territoriales que conocen así su peligro en la pelea, mientras que paralelamente les hacen más atractivos ante las hembras que, por lo general tienen unos colores muy apagados.
Se ha comprobado, según Dappen, que las lagartijas autóctonas, podarcis pityusensis, son muy territoriales pero, y quizás por ello, los ejemplares adultos atacan a los más jóvenes demostrando una tendencia caníbal con independencia del sexo, estando los jóvenes en zonas abiertas mientras los adultos son los señores de las zonas con densa vegetación.