En Santa Gertrudis cuesta reunir a un grupo de vecinos que critiquen algún aspecto del pueblo en el que viven. Tras media mañana paseando por sus calles y charlando con comerciantes y residente, uno comprueba que el nivel de satisfacción es bastante alto. «Todo ha ido a mejor» es una frase que repite mucho. Desde los años noventa el crecimiento de la localidad ha sido imparable y los fines de semana y en verano parece que en el centro del pueblo se regala algo. Un reclamo que ha animado a muchos extranjeros a instalarse en el pueblo, dándole un aire cosmopolita que muchos destacan, y que ha vuelto muy codiciadas las casas en alquiler. «Cada día vienen varias personas preguntando», asegura Vicente, del estanco, y Xicu, del restaurante Santa Gertrudis, no puede más que darle la razón.
La peatonalización del centro ha cambiado el pueblo, para bien en opinión de la mayoría. «Al principio decían los que tenían negocios que iba a ser un desastre porque la gente estaba acostumbrada a aparcar en la puerta», recuerda Vicente. Pero no solo no dejaron de venir aquellos, sino que se animaron otros muchos ante la posibilidad de disfrutar de una tranquila tarde dejando corretear a los niños. Pero un residente en la zona vierte la primera crítica: «Antes era un pueblo de verdad, ahora, con ese urbanismo que no se diferencia en nada del de otros pueblos, no es más que un museo para turistas», dice, aunque prefiere no dar su nombre porque cree que su opinión puede sentar mal a los vecinos.