Cuando Artur Mas i Gavarró (Barcelona, 1956) vuelva el lunes a su despacho de la Generalitat, deberá afrontar dos meses decisivos para el futuro de Catalunya y España. Hasta entonces, pasa la semana plácidamente en Fornells, ajeno al ruido mediático y político que se avecina y donde ha concedido una entrevista al diario Menorca.
Los medios catalanes dicen que se ha «refugiado» en Fornells, pero lo cierto es que ya lleva 49 años viniendo en agosto. ¿Qué tienen de particular estas vacaciones?
- Para mi nada. Bueno, solo una cosa. Siempre habíamos estado en el hostal de S'Algaret, aunque el primer año (1965) lo pasamos en Can Bordó, y ahora veraneamos en el apartamento que nos compramos mi esposa y yo.
Hay muchos catalanes, como usted, que nos visitan este mes. ¿Un motivo más para abaratar los vuelos entre Menorca y Barcelona?
- He hablado muchos veces del tema con los colectivos de la Isla y tienen toda la razón. Carece de sentido que las tarifas para volar a Barcelona sean mucho más caras que enlazar con otros destinos europeos más alejados.
Ya ve, ni Bruselas ni Madrid tampoco nos entienden a nosotros.
- Sí, ya sé, y no solo en este aspecto. Cuando un territorio como Menorca vive básicamente del turismo debes facilitarlo, pero aquí ocurre todo lo contrario. Y le puedo decir que esto es una barrera. Resulta disuasorio para el turista. Y para quienes residen en la Isla es un verdadero drama.
¿Le resulta difícil desconectar con lo que deja en Catalunya?
- No. Me es muy fácil desconectar. Tardo apenas unas horas, las de la travesía en barco desde Barcelona. Al llegar ya es otro mundo. El único 'problema' es que conozco a muchos veraneantes catalanes con los que me encuentro, que me recuerdan las cosas de allá. Sin ellos, la desconexión sería total. Y al revés, también. Al marchar de regreso, la conexión es igual de rápida.
- Eso ya lo decidiréis vosotros. Nosotros ejerceremos nuestro derecho a decidir, y este derecho vale para todos por igual.
- Es que sufrís exactamente el mismo problema económico, pero reaccionáis de forma diferente. El Estado invierte poco en Balears y en Catalunya y no cumple sus compromisos estatutarios ni en uno ni en otro lugar. Y, por si fuera poco, el déficit fiscal de Balears debe ser incluso mayor que el catalán. Esta es la realidad. Aunque también depende de la mayoría política que ahora gobierna las islas.