José Juan Botella, o Pepe Botella como le conocen sus amigos, llegó a Eivissa, en concreto a Sant Antoni, en 1957, con cinco años de edad. Y allí, en un bar que se llamaba Zoom-Zoom, cuando todavía era muy joven, comenzó a pinchar discos en los descansos de las actuaciones que ofrecía un grupo irlandés que hacía versiones de los Beatles. «Cuando empecé a pinchar me llamaban hippie porque llevaba el pelo que me cubría un poco las orejas. No entendían que mi padre, que era guardia civil, me lo permitiera. Recuerdo que solo había un plato, con lo que me volvía loco para cambiar los vinilos. Ahora es como hablar de otra época recordar aquellos discos de 33 revoluciones, que eran los pequeños, o los de 45, que si buscabas la canción en los Long Play (LP), era todavía más complicado. Si no había luz, pues con el mechero», revive Botella.
Eran los tiempos en los que para este sanantoniense todavía no había aparecido la música disco o el sonido Philadelphia. Por eso, él estaba encantado de pinchar a Led Zeppelin, Jimi Hendrix, Soul, etc. Y, de vez en cuando, tenía que parar el ritmo para poner las lentas. «Los jefes me decían que cada cierto tiempo pinchara canciones lentas y era por dos motivos: por un lado la gente paraba de bailar e iba a la barra a consumir más bebida y, por otro, favorecía los ligues, que también eran un reclamo para el bar». Botella recuerda que era el momento de canciones como When a man loves a woman o Sitting on the dock of the bay.
Eran los años 70 en lo que para este ciudadano del pueblo, en Sant Antoni había «suecos, y también suecas, escandinavos, noruegos, finlandeses, etc. Un turismo que se perdió. Ellos bebían muchísimo y alguno que otro moría por los exceso, como ocurre ahora. Pero era un turismo mucho más respetuoso que el que tenemos ahora en Sant Antoni. Si les llamabas al orden, ellos respondían bien y se calmaban. Era mucho más fácil de llevar que el actual. Había follones, pero no como ahora. Aunque también hay que reconocer que entonces no había tanta droga como en estos días. Algún canuto se veía que escandalizaba, pero no era como ahora».
Y en aquellos tiempos (1971), en la otra esquina de la calle del Zoom-Zoom había otro bar que se llamaba La Reja y era un icono en la época porque tenía música en directo. «Era un lugar para escuchar música tranquilos. Recuerdo que había un pianista buenísimo (John Mayal) que vino varios veranos. Y se daba la circunstancia de que se ve que los padres de los Be Gees compraron una casa en Sant Rafel y vivían por allí. Así que los hermanos Barry, Robin y Maurice Gibb venían a La Reja a escuchar música».
Pepe Botella rememora que, «alguna vez, a petición del público los Bee Gees cantaron alguna canción en La Reja, de modo improvisado y casi a capela. Eran canciones lentas como Massachusetts, I started a joke o Trafalgar. Luego se volvían a sentar tranquilamente y como si no hubiera pasado nada. También les acompañaba el pequeño de los hermanos, Andy Gibb, y Lulú, una conocida cantante que se presentó a eurovisión y que estaba casada con uno de ellos».
Botella tiene un recuerdo especial para Andy el pequeño de los hermanos que con apenas 17 años frecuentaba aquellos bares y le contaba a Pepe Botella que estaba estudiando música para poder unirse al grupo de sus hermanos y transformarlo en un cuarteto. Además, le pedía que le guardara la guitarra mientras Botella pinchaba. «Era muy joven y por aquel entonces vivía en Eivissa con sus padres mientras estudiaba música. Luego le vi unos años después con una chica y me saludó muy simpático. Después ya supe que había muerto joven, con apenas 30 años, y se decía que quizás por temas relacionados con las drogas. Lo sentí porque era un chico muy simpático», revive.