Cuando hace veintitrés años empecé una casa en miniatura no podía imaginar que se iba a convertir en mi hobbie, que llegaría a hacer todas las cosas que he hecho durante los últimos años», confiesa sincera Ángeles Calvache, rodeada de varias de sus pequeñas obras, al referirse a aquella casualidad que la sumergió en este mundo. Ocurrió cuando sus hijas eran pequeñas y miró dos veces una casita de juguete de sus niñas antes de tirarla. Finalmente consideró comenzar a hacer mueblecitos y decoración en miniatura para vestirla. «Una vez que la hube acabado, decidí que aquello no sería para que nadie jugara porque me gustó mucho cómo quedó».
Pasaron varios años hasta que hace diez y por circunstancias Ángeles comenzó a disponer de mucho más tiempo libre, sobre todo en invierno, y consideró que ese sería el momento en el que se dedicaría en cuerpo y alma a las miniaturas.
«Comencé siendo autodidacta ya que en la isla no hay mucha afición. Era imposible encontrar materiales, piezas y herramientas. Pero luego llegó internet y con él empecé a indagar y buscar». Ahí tropezó con un foro de miniaturas en el que conoció a grandes amigos y con intención de conocerse en persona, quedaron para asistir a la Feria Internacional de Miniaturas que se celebra todos los años en Madrid.
«Mi primera visita a la feria fue inolvidable, primero porque conocí a los amigos que había hecho en el foro y después por lo que allí encontré: es un mundo tan especial, tan lleno de imaginación y hermoso. Estuve todo el fin de semana con la boca abierta porque no daba crédito a lo que estaba viendo. Llegué a casa con tantas ideas, ganas de aprender y de hacer», recuerda entusiasmada Calvache.
Y ese fue el inicio de todo. «Lo más difícil es pensar qué quieres hacer con esa caja de madera vacía que parece que te mira fijamente. Una sensación que esta artista compara con la que debe tener un escritor ante un folio en blanco. «Eso sí, una vez que empiezo no puedo parar hasta terminar. Hay veces que me he pasado semanas enteras, de 8 a 10 horas diarias, sentada en mi mesa de trabajo, como si se me fueran a volar las ideas».
Durante estos años, Calvache ha realizado muchos ambientes diferentes desde salones, cocinas o habitaciones, hasta cuartos de lavado y planchado o floristerías, todo ello «con ese toque romántico» que a la artista le gusta dar a sus creaciones.
Un hobbie, por otra parte, bastante caro el de las miniaturas en el que un mueble puede costar unos 70 euros, «pero eso no es caro en este mundo». La estructura de madera de una casa sin montar «puede valer 200 euros, montada ya puede llegar a los 400. Igual la casa entera, con materiales económicos y realizando muchos de los objetos puede estar en 1.000 euros, más las horas que son muchísimas, puede ascender a los 4.500 horas. Eso solo cobrando horas y material, pero si la quisiera vender por 9.000, probablemente la vendería». Son cifras sin contar con lujos, porque Calvache afirma que hay objetos, como lámparas hechas a mano de lujo en miniatura u obras de arte al óleo a modo de diminutos cuadros que ya de por sí pueden rondar los 1.000 o 2.000 euros, «solo esos pequeños objetos». Es por este motivo, y también porque le gusta más, que esta artista ibicenca decidió aprender a fabricar sus minúsculos objetos, aunque algunos, como la cristalería, se le resisten. «Es inviable que yo fabrique jarras o vasos en miniatura», dice entre risas.
Sin embargo y pese a las cuantiosas sumas que rondan a estos pequeños mundos de creatividad e imaginación, Ángeles nunca ha vendido ninguno de ellos. «Alguna vez he querido trabajar por encargo, pero al acabar la obra me ha gustado tanto y he visto que tenía tanto de mí, que finalmente no me he desprendido de ninguna de ellas, salvo las que he hecho para regalar a mi entorno».
Es por eso también que muchas de sus obras se pueden disfrutar en el restaurante que regenta con su marido Alberto Bofil en Talamanca. Can Bof es su pequeña gran sala de exposición «porque a los clientes les encanta ver mi trabajo y a mi mostrarlo», comparte.
Ángeles agradece a todos aquellos que la felicitan por su trabajo, porque eso la anima a seguir aprendiendo y a mejorar e invita a que contacten con ella, a través de su correo electrónico (angelescalvache@hotmail.com), a todas las personas de la isla interesadas en las miniaturas. «Yo sé que hay gente a la que le gusta mucho este mundo, porque en los kioscos se acaban las revistas especializadas», apunta.
El próximo proyecto de esta artista «está casi acabado» y en él también a participado su marido, Alberto Bofil, «que al final también ha caído en las redes de las miniaturas y se le da muy bien».
Será «una cabaña de brujas en la que habrá una tienda de pócimas, escobas y boles de cristal, una librería, un laboratorio y la habitación de las brujas».