Ángel Reigosa Reigosa, primer presidente del Tribunal Superior de Justicia de Balears, falleció ayer en Palma a los 84 años de edad. Durante tres mandatos, desde 1989 hasta su jubilación en 2004 fue el encargado de pilotar la puesta en marcha del nuevo organismo, entre las primeras instrucciones por causas de corrupción y el control de la maquinaria de los juzgados y la denuncia constante por sus perennes deficiencias. Reigosa, gallego de nacimiento, llegó en el año 1964 a Balears, a un juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Eivissa. Durante unos cuantos años fue el único magistrado que había en las Pitiüses. De aquella época, el abogado y magistrado jubilado del TSJB, Rafael Perera, recuerda la relación que entabló Reigosa con el falsificador de cuadro Elmyr de Hory, gracias a su perfecto francés. Eso no quitó alguna sentencia desfavorable al pintor que tuvo que salir de su casa por una resolución del magistrado.
En 1980, Reigosa se incorporó a la Sala de lo Contencioso de la Audiencia Territorial y seis años más tarde pasó a presidir este tribunal, que más tarde ser convirtió en el TSJB. La Sala de Gobierno del tribunal, recordó ayer en un comunicado «su defensa de la independencia judicial frente a cualquier intento de influencia indebida». También destacaba su creencia en el Derecho «como medio para solucionar los problemas concretos de los ciudadanos y dar respuesta a la demanda social de justicia» y su carácter «exigente en el trabajo, abierto al intercambio de opiniones y a la charla amistosa con sus interlocutores» y concluye: «En adelante, su recuerdo formará parte de nuestro trabajo diario». En los últimos años, Reigosa había estado apartado de la vida pública por problemas de salud. Su última aparición pública fue en el 25 aniversario del TSJB, en 2014, que tuvo un aire de homenaje de sus compañeros a su labor. Quienes compartieron con él tribunal destacan su valía como jurista, su rigor y habilidades dialécticas, además de su cercanía y buena relación con todos los operadores jurídicos. «Era además y, por encima de todo, una buena persona», destaca Rafael Perera.