La Real Academia de la Historia dentro de su ya legendaria colección Bibliotheca Archaeologica Hispana, tomo 45, ha publicado recientemente un volumen de 548 páginas en el que varios estudiosos del mundo antiguo de diversos países estudian los bronces fenicios y la metalurgia en el Mediterráneo. El libro ha sido coordinado por Javier Jiménez Ávila (Mérida, 1965), uno de los más prestigiosos especialistas en toréutica, es decir la producción de lujosos objetos de bronce que se hacían en época fenicia. Javier además de tener muchísimas publicaciones y una importante trayectoria académica dirigió hasta hace poco el consorcio que se dedica a conservar nada menos que una ciudad arqueológicamente tan importante como Mérida. Lógicamente escribir sobre el mundo fenicio es escribir sobre el mundo púnico y lo púnico e Ibiza van de la mano.
—Dada su profesión seguro que conoce Ibiza, ¿dígame alguna curiosidad de la Isla que haya llamado su atención?
—Tuve el placer de visitarla hace unos años gracias a la invitación de mi amigo el doctor Jordi Fernández, entonces director del Museo Arqueológico, para dar una charla sobre los bronces fenicios, dentro de las prestigiosas jornadas de arqueología fenicia y púnica que organiza el museo. Siempre había tenido ganas de conocer la isla por muchas razones. Una de ellas, aparte obviamente de los restos púnicos, es que mis padres venían aquí a hacer turismo y siempre volvían encantados. Me quedé unos días y me pareció un lugar extraordinario al que me gustaría volver con más tiempo.
—¿Por qué fue tan especial Ibiza durante el período púnico?
—Contrariamente a lo que a veces se afirma, a los fenicios les gustaba mantener una cierta distancia con las poblaciones vecinas. Sus emplazamientos favoritos eran islas y muchos de los yacimientos que hoy conocemos, tanto en Oriente como en Occidente, estaban situados en pequeñas islas cercanas a la costa. El caso de Ibiza es distinto, porque no es una isla costera pero sí que refleja un poco esa idea de proximidad y al mismo tiempo distancia, además de su magnífica situación dentro de las rutas comerciales. La población fenicia de Ibiza debió de ser numerosísima, como revelan las más de 3.000 tumbas de Puig des Molins.
—Si tuviera que elegir una pieza de la arqueología ebusitana, ¿con cuál se quedaría?
—Por deformación profesional con alguno de sus bronces. Me resulta especialmente atractiva una lucerna que hay en el Museo Arqueológico de Madrid porque mantiene la forma de las lámparas fenicias todavía en época romana.
—¿Y de las piezas que se conservan en Ibiza?
—Pues con el timiaterio de Sa Barda, que refleja una de las últimas producciones de estos objetos. Pero, con toda su relevancia, son instrumentos solistas que encuentran su verdadero valor actuando dentro del concierto general de la arqueología ebusitana, en el que suenan muchos más elementos que son muy bien conocidos gracias a la ingente labor de investigación que se ha hecho aquí, como los vidrios, las terracotas, las ánforas, los escarabeos...
—Los púnicos ibicencos, ¿trabajaban bien la metalurgia o la importaban?
—Uno de los principales inconvenientes que tiene el bronce es que al ser reciclable no es fácil que se conserve, pues lo más frecuente es que se refunda para reutilizarlo. Grandes obras de arte de la antigüedad se han perdido porque se fundieron para hacer cañones o simples clavos. Los bronces que conservamos suelen ser los que aparecen en las tumbas porque no estaban a la vista. Y aquí es donde tropezamos con un segundo inconveniente. Los fenicios no eran muy dados a depositar objetos de bronce en sus sepulturas. Por eso, a pesar de las miles de tumbas excavadas en Ibiza la colección es reducida. Es lo que llamamos un espejismo arqueológico. Sin embargo, el que no aparezcan no quiere decir que no los hubiera ni que no se fabricaran.
—¿Cómo surgió la idea de realizar un libro sobre los bronces fenicios en el Mediterráneo e incluir a Ibiza?
—De la constatación de que los objetos de bronce, imprescindibles para el estudio de la antigüedad, son una de las producciones más interesantes de la Cultura Fenicia y que, a pesar de eso, no había ningún trabajo de conjunto sobre esta materia al contrario de lo que sucede para los bronces griegos, etruscos o romanos. El proyecto empezó hace más de 10 años y ahora, gracias al esfuerzo de muchos investigadores, no solo de los que figuran en el índice, ha visto la luz. La presencia de Ibiza es irrenunciable en el apartado de dispersión geográfica por la importancia de la isla dentro de la cultura fenicia.
—En el libro sobre los bronces fenicios que ha coordinado hay un estudio sobre los bronces púnicos de Ibiza escrito por Beatriz Miguel Azcárraga, ¿qué aportación principal contiene?
—Enlanzando con lo que decía antes, lo que hace Beatriz Miguel es catalogar todo el conjunto de bronces púnicos de Ibiza, que se compone, principalmente, de navajas de afeitar, campanillas, espejos, asas de cajas y otros pequeños objetos que se depositaban en las tumbas de Puig des Molins. Y, sobre todo, caracterizar una buena parte de esta evidencia como un producto típicamente ibicenco y manufacturado en la isla, probando así la existencia de talleres de bronce que, naturalmente, trabajan haciendo cosas parecidas a las que se hacen en el resto de la órbita púnica y cartaginesa en ese momento.
—En Ibiza apareció hace unos pocos años un objeto de bronce de los denominados soportes chipriotas. ¿Eso qué significa?
—Estos objetos se encuentran por todo el Mediterráneo fenicio y, probablemente, servían para sostener antorchas en contextos ceremoniales. Se llaman así porque donde más hay es en Chipre, unos 60, aunque está probada su fabricación en centros occidentales que trabajaban para el ámbito hispánico y para Cerdeña. El ejemplar de Ibiza está realizado con unos procedimientos técnicos desconocidos, lo que acrecienta su interés.
—A grandes rasgos, ¿qué papel jugaba Ibiza en el Mediterráneo fenicio?
—Ibiza empieza a ser un pequeño establecimiento porturario en el siglo VII a.C., relacionado con los círculos comerciales del Mediterráneo Occidental como Sa Caleta, para pasar a ser una cabeza de puente de los cartagineses a partir del siglo VI a.C. En este momento crece enormemente la población extendiéndose a toda la isla y convirtiéndose en un foco productor y en una ciudad que llega a acuñar moneda.
—Da la impresión de que la joyería púnica siguió viva muchos siglos más. De hecho cuando se ven fotos de ibicencas de principios de siglo se ve que en parte sigue viva, ¿qué opina usted?
—Las técnicas artesanales en determinados campos, como el de la orfebrería, alcanzan gran pervivencia porque forman parte de enseres de prestigio que se transmiten de generación en generación, y en estos contextos el mantenimiento de la tradición y de las formas del pasado es un valor.
—¿Cómo veían los púnico ebusitanos a las islas talayóticas de Mallorca y Menorca?
—Ese es un tema que está por estudiar bien. A grandes rasgos debemos pensar que la presencia fenicia en Ibiza está enfocada al tráfico comercial del Mediterráneo Central con Iberia y en ese contexto la relación con el resto de las Baleares juega un papel menor. Pero menor no significa, ni mucho menos, inexistente, ya que hay hallazgos elocuentes como el Imhotep u otras figuras de bronce de Menorca que evidencian que esta relación existió y se amplió con el paso del tiempo.
—¿Qué queda del substrato púnico en Ibiza?
—A pesar de lo que dije antes de las pervivencias púnicas, lo cierto es que, en general, los romanos hicieron un buen trabajo para que nos olvidáramos del papel de lo fenicio en la cultura occidental. Lo que hace la arqueología fenicia, nacida, no lo olvidemos, en Italia a mediados del siglo XX es, precisamente, reivindicar ese pasado del Mediterráneo a través de la investigación histórica. Y gracias a ese trabajo lo que sí hay es un cierto revival de la cultura fenicia que coincide con un mayor interés por las cuestiones relacionadas con la identidad. Pero me pregunto cuánta gente sabe, por ejemplo, que la escritura más antigua de Occidente fue la fenicia y no la griega o la latina. Centrando el tema en Ibiza, creo, por ejemplo, que una asignatura pendiente es que la isla acoja próximamente uno de los Congresos Internacionales de Estudios Fenicios y Púnicos que tienen lugar cada 4 años.
—¿En qué investigación está trabajando actualmente?
—Pues en más o menos las de siempre, los bronces fenicios y la arqueología protohistórica del Suroeste Peninsular, con una especial dedicación al fenómeno post-orientalizante representado por el palacio de Cancho Roano, en Extremadura.