Su negocio luce el número 1 de las administraciones de lotería de Ibiza. Juan Mayans regenta uno de los comercios más emblemáticos de la isla -que en estas vísperas de Navidad vive el momento de máxima afluencia de todo el año-. Sin embargo, detrás de lo que ahora pueda parecer un puesto de venta más de lotería, hay detrás toda una historia, directamente vinculada con lo que es la historia de nuestra isla.
Fue en el agosto de 1940 cuando la abuela de Juan Mayans comenzó a vender lotería, a modo de un simple añadido en el negocio. Aún quedaba mucho para que todo el en lo que, posteriormente, se convertiría en la administración primera de la isla. Ella tuvo que sacar adelante un negocio prácticamente sola -su marido había sido asesinado en el transcurso de la Guerra Civil- y con cinco hijos a sus espaldas, en una época en la que las mujeres rara vez emprendían proyectos laborales por sí solas.
Sobre esos primeros años, Mayans confiesa que no sabe «como su abuela pudo salir adelante», con todo lo que implicaba. Tras la guerra, quedó la tienda vacía, con unos «cheques que eran imposibles de cobrar». Y todo ello «con cuatro hijas y un hijo pequeño a su cargo». Pese a todas las adversidades, efectivamente, salió adelante.
Sin embargo, la historia va mucho más atrás. Y es que como comercio había abierto en 1909 como una tienda de ropa «de pagessa», para gente de la isla.«Se hacían rifajos, telas para hacerse mocadors de pagesa...», explica Mayans, quien añade que en esa época «lotería se vendía más bien poca». Con el paso del tiempo, el negocio pasaría de las manos de su abuela, a los de su padre y, finalmente, hasta él. «Yo espero hacer lo mismo pronto con mi hijo», añade.
Después de muchos años de convivencia, en 1983 llegó la directriz desde Madrid de que no podían seguir conviviendo ambos negocios: «o tienda o lotería». En ese momento, su padre se decantó por la lotería, tal y como sigue siendo a día de hoy. Juan creció con la lotería como un elemento más de su vida. Era el negocio familiar, en el cual él pasaba muchas horas ya desde pequeño: «la tienda abría de sol a sol, de lunes a sábado. Hacíamos parte de nuestra vida en la trastienda», explica.
Antes de que todo se centrara en la lotería, la tienda experimentó la misma transformación que afectó a la isla a partir de los años 60 : «poco a poco todo fue cambiando a partir de 1960. Todos los productos, que eran para payesas, empezaron a abrirse a productos para más turísticos. El clásico vestido de duelo negro empezó a adoptar tintes de otros colores».
Juan Mayans creció en Dalt Vila pero, como tantos otros, abandonó la ciudad antigua para desplazarse hasta el ensanche. Con solo 10 años se fue a la Vía Púnica con su madre: «en aquel entonces tener ascensor y agua corriente parecía una cosa modernísima». Como tantos otros, su familia pudo experimentar el boom económico que se vivió con la llegada del turism.
El negocio siempre ha estado en La Marina, un barrio que Mayans considera que ha cambiado mucho: «ha derivado en un lugar mucho más artístico, más turístico». Esto tiene un impacto positivo para su negocio:«en verano el turismo nacional compra mucha lotería». Sin embargo, también le ve su contrapunto: «es una zona bastante deshabitada. Hay poca gente de paso. Por mucho proyecto de peatonizalización que se haga, la situación no cambia».
Entrando en su negocio, la lotería, este tiene una fecha muy señalada en el calendario, que es el sorteo de Navidad: «tanto para nosotros como para cualquier administración puede suponer en torno a un 80 por ciento del trabajo del año, si contamos también el sorteo del niño». Sin embargo, este trabajo tiene mucho de anticipado: «empieza a venderse en julio. Para nosotros, que estamos en el barrio, nos viene muy bien, porque vendemos a mucho turista nacional».
Sin embargo, también trabajan mucho con abonados y clientes de toda la vida: «tengo clientes que empezaron a comprarme números que luego siguieron sus hijos, y ahora incluso ha llegado hasta los nietos».
Después de tantos años es de esperar que se hayan repartido premios. El 22 de julio del año pasado se repartió el primer premio de un sorteo ordinario. «Fue una alegría muy grande, porque cayó un número al cual había mucha gente abonada. Teníamos siete series de las diez que se hacen». El premio, de 60.000 euros, se repartió entre muchos de sus clientes.
Antaño fueron más los premios otorgados. «En el 1998 hubo un segundo premio de la lotería de Navidad, además de algún premio grande de la primitiva». No termina ahí, sino que también tiene recortes de prensa de los años 40 y 50 que se otorgaron cuando su abuela regentaba el comercio.