La industria de la sal va ligada a la historia de Ibiza desde hace más de 2.500 años. De hecho, fue durante muchos siglos la principal fuente de riqueza de la isla hasta que fue desbancada por el turismo de masas. Ibicencos de todos los pueblos de la isla se acercaban hasta los estanques para ganarse un jornal con el sudor de su frente. Y nunca más bien dicho porque el de salinero era uno de los oficios más duros.
Nada de todo esto, sin embargo, hace falta explicárse a Josep Escandell Marí. Pep Carabassó, que es así como los vecinos de Sant Francesc de s'Estany conocen a este hombre menudo de 81 años, empezó a trabajar en las salinas a los 13 años de edad ofreciendo agua a los trabajadores que sudaban la gota gorda. «Mi padre empezó también muy joven a trabajar en la salinera y a sacar sal sobre su cabeza. Además, trabajaban a destajo, cuanta más sal sacaban más ganaban cuando acababa la semana», explica Carabassó.
Este salinero nació en el pequeño poblado salinero de sa Revista, unas viviendas propiedad de Salinera Española que ofrecía gratuitamente a sus trabajadores. Allí nacieron él y su hermano gemelo Miquel, sus dos hermanas mayores y su hermano más pequeño.
«Tras un año sirviendo agua me pusieron a regatar, es decir, hacer surcos en el cuadro del estanque para que evacuara todo el agua. Luego también trabajé picando el óxido de las vías del tren», explica Pep.
Poco tiempo pasó hasta que Carabassó consiguió ser mecánico. Un trabajo que le reportó una gran gratificación por parte del antiguo director de Salinera Española en Ibiza, Antonio García, gracias a un invento que hizo que la empresa no tuviera que pedir nunca más unos muelles de una máquina que venían desde Bilbao. Sin embargo, el boom turístico hizo que Pep abandonara su trabajo en los estanques salineros y se encargara de los servicios técnicos de tres establecimientos hoteleros de la bahía de Sant Antoni. «Pasé de cobrar 1.600 pesetas al mes a cobrar 8.000 sólo los meses de verano. Eso sí, gasté dos motos y tres coches por los viajes a Sant Antoni», señala Pep, que destaca que cada domingo acude a misa, ya que es uno de los obrers de la parroquia.
Carabassó espera como el agua de mayo que llegue el mes de octubre para que se vuelva a celebrar la segunda edición de la Fira de la Sal. Mientras, seguirá practicando las decenas de chistes que tiene almacenados en su estupenda memoria.