«¿Y ahora qué haremos?» preguntaba Pep Ribas a Antonia Planells junto a la barra del Ses Botes. Pep, vecino de Sant Rafel, recordaba que desde hace más de nueve años tiene una cita prácticamente a diario con Mariela, Emi, Cati o Marisa, el equipo de Antonia en el emblemático bar de la avenida Isidor Macabich.
«A las 8.30 ya está aquí para tomar el café con Toni, Jaume, Pep Toni y compañía», apuntaba Antonia con los ojos vidriosos, mientras recibía el calor y la estima de numerosos clientes, pero sobretodo amigos, que acudieron ayer a un ‘closing' muy especial en Vila, al cierre del Ses Botes.
El calendario quiso que el cierre de este clásico coincidiera en el tiempo con otro clásico, el del fútbol español. «Estamos abonados a todo y hasta el último momento no lo teníamos claro, pero mira: ahí está Messi», indicaba Antonia a la televisión mientras en la otra mano llevaba un plató de bunyols para agasajar a los presentes. Es mediodía y todas las mesas están llenas. Laura, la hija de Antonia y Toni, se suma al personal a la hora de llevar tapas, mientras Beatriz, Javi, Joan están más pendientes del fútbol.
«Es un día raro, para la nostalgia», nos apunta Toni ‘Moreras' minutos antes de recibir una visita sorpresa. En un día tan especial todos quieren estar presentes y la visita es obligatoria si uno tiene una historia vital ligada al Ses Botes. Es el caso de Eduardo Berraquero, camarero que compartió «muchas horas con Toni»
La mayoría de los presentes saben que es el último día del Ses Botes, pero también hay a quien la fiesta les coge por sorpresa. Para ellos también hay bunyols y cava. Los brindis se suceden y Antonia recibe algún que otro regalo, entre ellos un ramo de flores.
El ambiente es de fiesta, especialmente para la media docena de jóvenes que lucen camisetas del Barça y que pasadas las 14:30 horas celebran el recital de Messi. El diez sigue repartiendo asistencias mientras en Ses Botes se siguen sirviendo tapas y cañas, las últimas de un local que durante décadas ha sido parada obligatoria para muchos vecinos llegados desde todos los rincones de la isla.
«Son casi cuarenta años trabajando, cocinando y sirviendo en la barra y ya es hora de descansar», apunta Antonia sin perder la sonrisa en ningún momento.
Punto de referencia
El emblemático establecimiento Ses Botes tomó su nombre de los toneles que hay detrás de la barra ('botes' en ibicenco) de donde antiguamente se servía el vino. El vino ya no salía de los toneles, pero Ses Botes continuaba siendo un bar de tapas de clientela local y, sobre todo, el punto de encuentro de muchos ibicencos, especialmente de los que vienen a Vila desde los pueblos y quedan con otras personas en este popular establecimiento. «El 95 por ciento de nuestros clientes viene todo el año», subrayaba Toni Moreras, quien apunta que el éxito del bar se fraguó en la calidad de su comida y tener una ubicación envidiable. «No damos nada congelado y las tapas se hacen en el momento, a partir de ahí el cliente elige y muchos se quedaban con nosotros», apostilla un Moreras que cogió las riendas del Ses Botes en el 1977. Desde entonces, el bar acumula cuatro décadas ganándose la clientela a base de pinchitos, lomo, riñones, sepiones, hígado, gambas al ajillo, montaditos, callos, champiñones, albóndigas, ensaladilla, boquerones y la lista continua. Ayer, tras cuatro décadas y miles de horas atendiendo a todo aquel que cruzaba el umbral del Ses Botes, el mítico bar echó el cierre entre cañas y tapas.