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Cambio climático: una amenaza real

Las Islas podrían sufrir más aridez, mayor necesidad de riego sin disponer de más agua y pérdida parcial de playas.

En la imagen, es Trenc.

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A pesar de las reticencias de hace unas décadas, la aceptación del cambio climático ya es generalizada en el ámbito científico y el ámbito político ha empezado a reaccionar con una serie de cumbres internacionales en las que se marcan objetivos de reducción en la emisión de gases de efecto invernadero. Si atendemos las actividades humanas como causantes del cambio climático reciente, también se le denomina calentamiento global, con diferentes proyecciones de futuro que, dependiendo del grado de compromiso, oscilan entre un escenario asumible y otro con graves impactos sobre el equilibrio natural.

La Universitat de les Illes Balears (UIB) no es ajena a la preocupación, el interés y el estudio de las causas y consecuencias del cambio climático. El año pasado, se creó en la UIB el Laboratori Interdisciplinari sobre Canvi Climàtic con el objetivo de impulsar la docencia, la investigación y la difusión del cambio climático en el seno de la comunidad universitaria.

El cambio climático, que representa uno de los mayores retos ambientales a los que se enfrenta la sociedad en el siglo XXI, es un fenómeno complejo que necesita de un estudio abordado desde múltiples enfoques. Es por ello que el Laboratori cuenta con un equipo heterogéneo de investigadores y expertos integrado por miembros de los departamentos de Dret Públic, Economia Aplicada, Filosofia i Treball Social, Física, Geografia, Biologia, Química y Enginyeria Mecànica, así como del Institut Mediterrani d'Estudis Avançats (Imedea). De esta manera, la UIB participa en la predicción y en el diseño de estrategias de prevención, adaptación y mitigación de las consecuencias del cambio climático.

Registros

El catedrático de Física Damià Gomis es el director del Laboratori. Agustí Jansà, histórico exdirector del Centre Meteorològic Territoral de Balears, es colaborador honorífico. Y el profesor de Derecho Internacional Público Pau de Vílchez es uno de sus integrantes. Los tres recuerdan que «2017 ha sido el tercer año más cálido de los registrados por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos. La tendencia es clarísima.

La temperatura media mundial está aumentando 0,2 grados por década –lo que daría 2 grados en un siglo–, mientras que en Europa lo hace en 0,35 grados –lo que daría 3,5 grados por siglo–. En cuanto a Balears, 2017 fue más frío que la media de su tendencia, pero en general nos situamos muy cerca de la tendencia europea de 0,35 grados por década, que es muchísimo. Desde los años 70, que fue una década fría, se observa una tendencia muy fuerte de subida de temperaturas. El período ya es lo suficientemente amplio para fijar una tendencia. Sin embargo, en cuanto a precipitaciones, hay una ligera disminución que ni siquiera podemos fijarla como tendencia.

Hay muchas variaciones de unos años a otros, como corresponde a los ciclos mediterráneos de lluvias y sequías. La proyección apuntaría a una pequeña disminución de las precipitaciones, menos acentuada que en el sur de la Península, y sólo podríamos establecer que los períodos sin lluvia serían más largos. Por ello hay que plantearse si queremos más turistas en un verano más cálido si la disponibilidad de agua no sólo no va a crecer, sino que podría disminuir».

Agustí Jansà especifica que «por estaciones, observamos cómo el verano se está ampliando hacia la primavera. La tendencia de abril nos está marcando un aumento de temperatura superior a los 0,6 grados por década, casi el doble de la media. La media de temperatura de la primavera se ha calentado 2,4 grados en 40 años. Así, la parte del año que más se calienta es precisamente la más cálida».

Gomis y De Vílchez señalan que «si ahora dejásemos de emitir de golpe gases de efecto invernadero, la temperatura de la Tierra continuaría aumentando. Debemos reflexionar seriamente en dejar una Tierra habitable y por ello hay que modular la intensidad del cambio. En lo que queda de siglo, ya sólo nos podemos permitir un aumento de un grado más de media, lo que ya parece inevitable. Subir más en la temperatura media en lo que queda de siglo nos llevaría a cambios drásticos en los ecosistemas. La reducción de las emisiones debe ser contundente en poco tiempo, más de un 80 % en 2050. Cuanto más tarde actuemos, todo será más difícil y urgente. Aún estamos a tiempo».

Estrés hídrico

Los efectos en Balears pueden ser muy importantes en caso de un progresivo aumento de las temperaturas. Los tres indican que «con un aumento de las temperaturas, la vegetación sufrirá estrés hídrico y, con la misma disponibilidad de agua, será necesario regar más. Lloviendo prácticamente lo mismo, el terreno sería más árido.

Otra cuestión repetida es el aumento del nivel del mar por el efecto del deshielo y por la propia dilatación del agua. En Balears, habría que elevar la altura de los diques de los puertos, una obra carísima. No creemos que el mayor nivel del mar afectase a la seguridad de las personas, pero zonas como s'Albufera y las playas podrían verse afectadas, sobre todo con los temporales. Las playas naturales con un sistema dunar detrás podrán retroceder, aguantar y adaptarse, pero si lo que tienen detrás es un paseo marítimo, se perderá buena parte de la arena. Estaríamos hablando de consecuencias económicas en una comunidad que vive en su mayor parte del turismo estival».

Pero, además de efectos sobre recursos hídricos y playas, y tal vez también sobre la posidonia, lo que afectaría a la calidad de nuestras costas, los tres expertos recuerdan, a propósito de un aumento de la temperatura media, que «a Egipto y Sevilla va muy poca gente en verano, y podríamos encontrarnos en el futuro en la misma situación. Podría ser que los potenciales turistas del futuro se decanten por las playas del Báltico o del Cantábrico».

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