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Entrevista | Víctor Almonacid, secretario general del Consell d’Eivissa

«La administración electrónica no acabará con la corrupción, pero sí que la puede atar en corto»

Víctor Almonacid en un momento de la entrevista. | Daniel Espinosa

| Ibiza |

Víctor Almonacid (Valencia, 1973) llegó hace un año al Consell d'Eivissa para ocupar el puesto de secretario general y dirigir la complicada tarea de implantar la administración electrónica en la institución insular. Aunque su estancia en la isla tiene fecha de caducidad, se ha integrado en la sociedad ibicenca hasta el punto de entrenar por las tardes al equipo femenino de categoría cadete del club Can Cantó. Almonacid habla en esta entrevista del funcionamiento interno del Consell insular y reconoce que la propia idiosincrasia ibicenca y los diferentes grupos de interés ralentizan el ritmo de los grandes proyectos.

—¿Qué trabajo desempeña un secretario general del Consell?
—Un secretario de la administración local hace funciones relacionadas con el asesoramiento jurídico y es el encargado de dar fe. Pero en organizaciones grandes como esta también asumimos funciones directivas. El político tiene su programa pero luego el funcionario es el ejecutor de los expedientes. Yo siempre reivindico nuestra figura porque somos también gestores no políticos, con lo cual miramos más la legalidad.

—¿Hay fricciones en las relaciones entre los políticos y el secretario general?
—Sí, pero es bueno que las haya. Los gurús de la empresa privada siempre dicen que se rodean de gente que le dice lo que no quiere oír. Nosotros también les decimos a los políticos lo que no quieren oír pero por su propio bien. La meta y el objetivo no se los cambiamos, siguen siendo los mismos, pero en la forma sí que intervenimos.

—¿Están suficientemente preparados nuestros representantes políticos para estar al frente de las diferentes administraciones públicas?
—Llevo veinte años en esto y me he encontrado de todo pero voy a decir que sí porque creo que la administración local es la menos corrupta de todas. Los políticos de la administración local son, por un lado, los menos profesionales pero, por otro lado, los más honrados. Puede haber un cierto desconocimiento pero hay buena voluntad. Yo siempre saco la cara por los alcaldes porque en el 95 por ciento tienen la buena voluntad de hacer lo mejor para su pueblo. No son políticos profesionales, son ciudadanos que, en un momento dado, asumen la responsabilidad de ir en una lista y tienen que tomar decisiones. Además, son los políticos más desvinculados con la política porque que un alcalde pertenezca a las siglas de un partido u otro es lo de menos. Al final, objetivamente hablando, las decisiones que toma no son de izquierdas o de derecha sino que al final hace lo que cree que es mejor para el pueblo. Creo además que no hay una voluntad de enriquecerse porque tampoco hay tanto dinero en juego ni se mueven grandes contratos ni tampoco hay casi urbanismo después de la crisis.

—Llegó hace un año a Ibiza por ser uno de los referentes nacionales de la administración electrónica y con el objetivo de implantarla en el Consell. ¿Cómo va el proceso?
—Pues va mal y, al mismo tiempo, estamos cerca de conseguirlo. Esta administración tiene su complejidad porque es muy grande. Aparte del edificio principal, tenemos servicios descentralizados por toda la isla y tan diferentes y complejos como el hospital, la ITV, los bomberos o servicios sociales. La mera organización es compleja y caótica y es difícil gestionar esto. Cuando se funciona en papel y con unas dinámicas durante años, que irrumpa una nueva figura que intenta implantar un proyecto en unos meses hace que haya discrepancias, problemas técnicos, jurídicos e incluso personales. Es muy difícil pero yo ya he pasado por este proceso tres veces y, al final, siempre lo hemos conseguido. Ahora mismo estamos en medio de la tempestad pero después siempre viene la calma. Estos procesos de implantación de proyectos los veo como un iceberg. El ciudadano todavía no puede visualizar todo lo que hemos hecho este último año porque estamos trabajando en la parte de abajo. Esta misma semana hemos presentado la sede electrónica que es la ventanilla virtual a través de la cual el ciudadano podrá hacer sus trámites.

—¿Qué va a suponer para el ciudadano esta nueva sede electrónica?
—Le vamos a abrir una puerta para relacionarse con la administración sin cerrarle ninguna. Siempre se dice de manera recurrente que la administración electrónica perjudica a la gente mayor porque no saben utilizar los medios electrónicos. Pero hay que recordar que los ciudadanos pueden seguir relacionándose con el Consell como toda la vida. La administración es la que está obligada a ser electrónica, el ciudadano no. Pensamos que será una herramienta útil que evitará desplazamientos y facilitará mucho la vida a la gente.

—¿Está preparado el residente ibicenco para dar el salto de la ventanilla real a la virtual?
—Yo creo que sí. Estamos en 2018 y es más fácil hacerlo ahora que en 2003 cuando la implantamos por primera vez. Nosotros somos usuarios habituales de los servicios privados electrónicos, hacemos la compra en Amazon, sacamos un billete de avión, reservamos las vacaciones, tenemos banca electrónica... Sí que estamos capacitados y el que crea que no lo está o no quiera, aquí seguiremos físicamente.

—Aparte de agilizar los trámites, ¿la administración electrónica pondrá las cosas más difíciles a los políticos corruptos?
—La corrupción acabará cuando acaben los corruptos. La administración electrónica no acabará en sí misma con la corrupción pero sí que la ata en corto. Si yo fuera un político corrupto no haría nada electrónico porque sería ponérselo muy fácil al juez, ya que todo queda registrado. La corrupción siempre se asocia con papeles que desaparecen, que se queman. Más de una vez se ha quemado un archivo municipal el día antes de un registro judicial. Con la administración electrónica es imposible. Lo electrónico es la evidencia de que un expediente tiene una serie de documentos y no pueden desaparecer, por lo que si hay alguna ilegalidad ahí queda para siempre. Siempre va a haber gente habilidosa que incluso pueda esquivar la tramitación electrónica con puertas traseras como los contratos menores pero, cuando una administración funciona con expedientes electrónicos, el margen para realizar ilegalidades es mucho menor.

—Después de tantos casos de corrupción, la transparencia se ha convertido en una bandera que ondean todos los partidos políticos. Pero, ¿es suficiente el nivel de transparencia actual o hay que dar un paso más?
—Siempre hay que dar un paso más pero, en el caso de la transparencia, yo suelo hablar de rendición de cuentas. En el lenguaje coloquial se suele pensar que la transparencia es publicar cosas en un portal. Pero la transparencia es realmente dar explicaciones sobre el porqué de las decisiones que he tomado.

—La controvertida ley Montoro se ha convertido ya en un mantra entre los políticos de la isla para justificar la falta de recursos. ¿Ha llegado el momento de flexibilizar el gasto de las administraciones locales?
—La ley de Racionalización y Sostenibilidad de la administración aprobada en 2013 fue, en mi opinión, un mal entendimiento tendencioso de los deberes que mandó Europa al Reino de España para reducir el déficit público brutal que había y adelgazar la administración. Sin embargo, se cargaron las tintas en la ley para que la administración local fuera la más austera cuando representaba un porcentaje muy bajo de déficit público. La administración no es una empresa privada. Algunos servicios son por definición deficitarios. Evidentemente, el tratamiento de una persona con cáncer es deficitario para el sistema pero salvar su vida es más importante que una ganancia. Es cierto que la administración siempre puede ser más eficiente y más austera pero hay dar la oportunidad a los ayuntamientos a gestionar estos servicios.

—Una gran parte de la ciudadanía cree que el Consell se mueve a paso de elefante y que los proyectos tardan una eternidad en convertirse en realidad. ¿Comparte esa sensación?
—Es cierto que todo cuesta más en la administración pero en parte tiene sentido. La burocracia siempre tiene mala prensa pero hay una parte que es buena porque significa que la administración tiene que hacer las cosas con unos procedimientos que garantizan los principios de igualdad. Lo más rápido del mundo es señalar a alguien y decirle que haga un polideportivo pero hay que hacer un procedimiento en pública concurrencia y al final has tardado medio año. Yo reconozco que la velocidad no es muy alta pero hay que llegar a un punto intermedio que garantice la agilidad de los proyectos. Ibiza es especial para lo bueno y para lo no tan bueno y su propia idiosincrasia genera inercias o mecanismos ralentizadores de los proyectos y contra eso es difícil luchar. Pero yo soy optimista porque cuando seamos electrónicos completamente va acelerar las cosas.

—Todas las administraciones son lentas pero da la sensación de que en Ibiza las cosas van a un ritmo todavía más lento. Por ejemplo, ¿cómo se explica a la ciudadanía que un proyecto como el desdoblamiento de la carretera de Santa Eulària se eternice tanto?
—Pues es difícil de explicar. En esta isla hay una dificultad añadida porque los grandes proyectos pueden chocar con que el consenso no sea del cien por cien. Hay lobbies, grupos de interés, empresas y nunca llueve a gusto de todos. El interés de los turistas puede chocar por ejemplo con el interés de los residentes. Los gobernantes tienen que gestionar para los residentes pero el turismo también es importante porque mucha gente vive de eso. No es por disculpar la lentitud pero sí que es cierto que muchas veces hay grupos enfrentados por sus intereses. También incluye que el propio equipo de gobierno sea bipartito y que haya una oposición que en realidad es el partido más votado. Los acuerdos se toman por un voto de diferencia. Que no haya mayorías absolutas creo que es bueno pero la parte mala es que todo es más lento. Son legislaturas en las que pasan muchas cosas, mientras que en las que hay pactos y mayorías simples son más democráticas pero más lentas.

—Uno de los cambios que más ha llamado la atención a la prensa tras su llegada al Consell ha sido la decisión de girar la mesa donde se sienta para situarla de cara al público. ¿Cuál ha sido el motivo?
—Me alegro de que me lo pregunte porque el mensaje que quise mandar es que las cosas iban a cambiar. En mi primer pleno giramos la mesa y es con lo que se queda la gente porque cuando llevas un montón de años viendo al secretario y el interventor mirando a presidencia, la sensación es de que algo ha cambiado. También hay otro motivo: dar la cara al ciudadano, a la videoacta. Yo formo parte del pleno y, junto al interventor, soy el que levanta acta.

—¿Su etapa en Ibiza terminará cuando la administración electrónica esté completamente implantada?
—Yo estoy aquí porque cogí una excedencia del Ayuntamiento de Alzira y me dediqué a dar charlas y cursos por España para ayudar a otros a implantar la administración electrónica. Uno de los cursos fue aquí en Ibiza y después el equipo de gobierno me preguntó si quería venir aquí a trabajar. Lo pensé y acepté pero siempre y cuando fuera en comisión de servicios por un año prorrogable por otro, por lo que mi trabajo aquí no puede alargarse más allá del 20 de marzo de 2019. Cuando ya esté todo encarrilado, sentiré que me puedo ir.

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