George Comenford pasó las navidades pasadas ingresado en el Hospital Can Misses. Aquejado de una infección respiratoria, este galés afincado en Ibiza desde hace 30 años ha tenido estancias prolongadas en el hospital en los últimos años e incluso ha estado hospitalizado en Palma. «La semana pasada estaba fatal, pero ahora muy bien», confiesa sentado ante su ordenador donde puede retocar las fotos, una de sus pasiones. George es uno de los pacientes más recientes de la Unidad de Hospitalización a Domicilio (UHD, un servicio que permite atender al paciente en su casa como si estuviera en el hospital desplazándose los sanitarios hasta el domicilio y con un servicio de guardia los fines de semana y festivos. «Se trabaja los 365 días al año, como el hospital», apunta Fran Bas, uno de los tres médicos de la UHD, que visita a George en su domicilio en Port des Torrent.
George está ingresado en la UHD desde hace dos semanas después de que una ambulancia lo trasladara a Can Misses porque tenía dificultades para respirar. «Estaba en observación en Urgencias y mi médico que estaba en el hospital me ofreció volver a casa. Para mí es peligroso estar en el hospital por las infecciones», añade. Anette, su mujer y cuidadora las 24 horas del día, respira aliviada por el hecho de estar en casa y acabar con el trasiego del hospital. «Los cuidadores son muy importantes. Hacen el trabajo de enfermeras», dice Fran Bas, el médico de la UHD que acude a casa de la pareja en uno de los coches del servicio. Salen desde el hospital Can Misses donde está su base y desde allí se dirigen a atender a los pacientes.
«Muchos kilómetros»
Fran confiesa que «echa muchos kilómetros a la semana». Los equipos se distribuyen los pacientes en función de su domicilio y Fran tiene asignada la zona de Sant Josep y en esta ocasión se desplaza a Cala de Bou y Port des Torrent acompañado de un residente de Medicina Interna, Patrick Texeiro. Es su primer día de formación en lsa UHD que ha elegido de forma voluntaria. «Mis compañeros de medicina interna me dijeron que era bueno», apunta Patrick. Fran hace la exploración física y la anamnesis, lo que cuenta el paciente, e incluso trata de hacerle una analítica. «Hay que aprender sacar sangre», le aconseja a Patrick. George dice que tiene el pecho con un poco de congestión, no tiene fiebre. «El color está bien. Si te sientes mal me llamas», apunta el médico. Los pacientes tienen el teléfono para avisar si surge cualquier imprevisto, como si estuvieran hospitalizados.
En Cala de Bou vive Juan José Rojo Arguello, de 87 años, aquejado de problemas respiratorios y cardiacos. Juan José Rojo pasaba temporadas en Ibiza con su hija pero desde diciembre de 2017 está de forma definitiva. Poco después de llegar ingresó en Can Misses por sus problemas de salud y desde el 8 de marzo está en la UHD. «En Madrid me llevaban al Ramón y Cajal, a Urgencias. Tengo insuficiencia respiratoria y me ahogaba», comenta. Bas le muestra a Patrick las piernas del paciente: «Tiene un edema crónico». También necesita un nebulizador cada ocho horas y una bomba a cuestas para la orina que le limita el movimiento. «Me encuentro mejor, pero atado a la bomba, dice en tono resignado. «Pero hay que valorar que gracias a esto no estás en el hospital», añade Fran, que le recuerda que cuando mejore pasará a medicación oral. «Vamos cambiando el tratamiento, dependiendo de su evolución», apunta Bas revisando su maletín con el material imprescindible para sus consultas. De hecho, la UHD les administra la medicación.
Tanto George como Juan José forman parte de la media de 30 pacientes ingresados en la UHD, un recurso del Área de Salud que cumple 18 años en agosto, y que ha ido creciendo para atender las demandas. La reciente ampliación de dos a tres equipos, integrado ahora por tres médicos, cinco enfermeras y una auxiliar que comparten con cuidados paliativos, ha permitido pasar de 20 a 30 el número de pacientes. Fran Bas, uno de los tres médicos del servicio, a quien acompañamos en su jornada acabó la residencia de Medicina Interna en Can Misses en 2016 y fue encandenando contratos hasta que surgió la oportunidad de UHD. «Nunca sabes donde vas acabar al terminar la residencia; no hay que cerrarse a nada», apunta.
Los médicos aseguran que el paciente evoluciona mejor cuando está en casa. «El paciente es muy agradecido. Es llegar a su domicilio y mejoran espectacularmente desde el primer día y le haces el mismo tratamiento. No es solo la mejora del tratamiento, sino la calidad de vida, estar en su casa, con sus familiares, su comida y su cama. Se nota mucho. El primer día se nota un gran cambio», añade.
Es hora de marcharse tras la visita. Juan José se levanta de la silla para despedir a Patrick y a Fran. Más animado confía en su recuperación para volver pronto a sus rutinas, sus paseos en Sant Antoni y reencontrarse con los médicos pero en el aperitivo. «Nos iremos a tomar un vermut con ellos. Ahora estoy a ajo y agua», dijo en tono irónico. Fran y Patrick se despiden de él y antes de irse e avisa a su cuidadora, «cualquier cosa nos llamas». La jornada de la UHD sigue, como cada uno de los 365 días del año, como en un hospital.
EL APUNTE
127 pacientes han pasado por la UHD este año
El año pasado ingresaron a 449 pacientes. Este año, hasta abril, han pasado 127 con una ocupación media del 79%. La estancia media es de 15 días. «Son muchos dí- as de estancia motivado por la gran cantidad de pacientes con curas y pie diabético», apunta Mario García, responsable de la UHD. Servicios como Urgencias, Medicina Interna o Cirugía les remiten pacientes. Para ingresar han de han de cumplir los siguientes criterios: diagnóstico establecido, voluntad de paciente, cuidador y UHD y posibilidad de hacer el tratamiento hasta que se le de el alta. La UHD se integrará en un futuro dentro del proyecto de cronicidad. «Imagino que probablemente necesitemos más gente pero ahora las necesidades las tenemos bastante cubiertas».