José María Costa (Ibiza, 1958) es abogado y presidente de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui en Ibiza y Formentera. Como cada verano desde 1991, la asociación pone en marcha el programa Vacances en Pau, que empieza el 1 de julio y termina el 30 de agosto y que permite que niños y niñas del Sáhara Occidental pasen el verano en las islas antes de volver a los campamentos de refugiados de Tindouf en los que residen. Costa, que es un buen conocedor de esta región argelina, cuenta a Periódico de Ibiza y Formentera los detalles de la iniciativa.
—¿Qué tal está funcionando la campaña de este verano respecto a las de otros años?
—Hemos pasado por varias etapas. En los primeros años llevábamos muchos niños y niñas porque era una sociedad más activa y había más gente colaborando. También hemos pasado la crisis económica, que supuso una crisis para la solidaridad, en el sentido de que la gente recortaba más en determinadas causas, como podía ser ésta, y hubo un bajón importante. Ahora estamos en un proyecto que tiene entre siete y 13 niños de entre ocho y 12 años. Sin embargo, antes había más iniciativa y en los años 90 llegamos a tener hasta 25 niños. En el marco en el que estamos actualmente preferimos hacerlo bien y controladamente y, por eso, el margen que nos damos es menor. El año pasado, por ejemplo, vinieron cinco niños.
—¿Cuándo empezaron con la campaña divulgativa para llegar a las familias?
—Empezamos sobre el mes de abril, con el boca a boca, un poco antes de las fechas del año pasado. Ahora mismo tenemos unas siete u ocho familias interesadas en acoger, pero a veces surge algún problema y hay familias que luego se dan de baja. Estamos alrededor de una decena y, por lo tanto, nos moveremos en estos parámetros. Con los eventos que organizamos pretendemos llegar al tope que nos hemos fijado.
—¿Qué piden a las familias ibicencas para acoger a estos niños y niñas saharauis? ¿Hay requisitos?
—No. Bueno, hay un requisito que es una obviedad, que es una certificación que hacen las instituciones públicas. La familia que acoge no puede tener antecedentes ni procedimientos abiertos por violencia sexual o de género, etcétera. Además, un trabajador social hace una valoración. Aparte de estas cuestiones básicas, no se exige ningún requisito. Evidentemente, pueden acoger todo tipo de familias, desde las monoparentales hasta las heterosexuales, pasando por las homosexuales, etcétera.
—¿Cómo es la vida en los campamentos de refugiados de Tinduf?
—He tenido la oportunidad de visitarlos muchas veces. Tinduf está en el sureste del Sáhara Occidental y es un desierto puro y pedregoso mezclado con arena, muy duro, en el que no hay demasiados oasis. Los saharauis se ubicaron allí por una cesión de tierras por parte del Gobierno argelino, donde instalaron diferentes pueblos o poblados que reproducen un poco las ciudades que abandonaron en su día, en 1975. Tinduf tiene, aproximadamente, una población de unos 200.000 o 250.000 habitantes.
—¿Y cuáles son los objetivos de traer a los niños y niñas saharuis a las islas?
—Los objetivos son varios. El primero es que los niños y niñas pasen una revisión médica en el sistema público balear, que se realiza a través de un convenio de colaboración que tenemos con el IB-Salut. Allí tienen un sistema sanitario pero evidentemente no cubre lo mismo que la sanidad pública de aquí. El segundo es que los niños puedan salir de un calor infernal que hace en la hamada (así se llama la parte del Sáhara Occidental donde se ubican los campamentos de refugiados) durante los meses de julio y agosto. También supone, además, un alivio para las familias saharauis. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de temperaturas entre 45 y 55 grados. Y el último objetivo es promover la interculturalidad, que considero satisfactoria para ambas partes, tanto para los niños saharuis como para la población ibicenca. Para la mayoría de los niños saharauis es el primer viaje que hacen, por lo que entran en contacto con algo totalmente distinto a lo que conocen. Hay algunas excepciones, como aquellos que conocen Argelia por asuntos sanitarios, pero son minoría. Para ellos es un viaje de experiencias constantes.
—¿Qué papel desempeñan las administraciones a nivel local y autonómico para que este programa funcione?
—El Govern balear es el organismo público que más aporta. Es un proyecto en el que está finaciado todo el transporte. Hay que tener en cuenta que se fleta un avión con los niños y niñas para ir y volver y se financia con dinero público a nivel balear. El coste no sé cuál es pero es un coste elevado. Y luego hay que tener en cuenta también el coste sanitario, es decir, de la revisión médica en la sanidad pública. A las administraciones locales básicamente les pedimos colaboración a la hora de programar actividades de verano, por ejemplo con las piscinas, para que los niños saharauis puedan ir con los niño de la casa de acogida sin coste adicional para la familia.
—¿Cómo puede ponerse en contacto la ciudadanía pitiusa con la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui?
—Tenemos un teléfono a través del cual pueden contactar directamente con la coordinadora del programa, que es el 677 48 00 62. Ella se encarga de realizar todos los trámites.