A Joan Marí (Sant Carles, 1961) se le conoce como Juanito de Las Dalias. No es para menos; ha dedicado toda una vida al negocio familiar que fundó su padre, Joan Marí, en 1954. Con 13 años ya empezó como camarero y con solo 23 años asumió las riendas de la empresa, en la que reconoce que se pegó alguna «timbarrada». Lo que empezó como un bar de carretera con música en vivo se ha convertido en un mercadillo hippy reconocido mundialmente, en un reflejo de la historia de Ibiza y en un lugar mítico por el paso de grandes estrellas del panorama musical de las últimas décadas.
¿Cómo empezó la andadura de Las Dalias?
— Los terrenos donde estamos eran feixes y mi padre compró este solar a los vecinos. Él tenía una idea muy clara, que era hacer un bar, un sitio para que se divirtiera la gente. Lo tenía un poco escondido y dijo alguna mentira porque dijo que haría una teulera o algo así. En aquella época no había carretera, no había luz y no había nada. Era una feixa donde hizo un bar y desde el primer día ha habido música en vivo en Las Dalias.
¿A qué se debió esta buena acogida desde el primer día?
— Tuvo éxito porque no había nada así en todo Sant Carles y parte de la isla. Era una época un poco turbia, la gente quería divertirse y Las Dalias fue como una mecha.
¿Cómo fue evolucionando este pequeño bar en sus primeras décadas?
— Empezó como un bar de carretera y después en la parte de atrás, lo que ahora es la sala de conciertos, se empezaron a hacer bodas. Antes las bodas no eran como ahora. Entonces los payeses guardaban lo mejor para ese día y el día antes mataban algo del ganado y el día de la boda se invitaba a los familiares y se buscaba a un cocinero ibicenco para hacer un arroz encallado y un sofrit pagès. Al día siguiente venían los más allegados y se comían todo lo que había sobrado, no se tiraba nada. Así eran las primeras bodas.
También empezaron a organizar las primeras barbacoas.
— Después ya se modernizó y hacia los años 70 se empezaron a hacer las primeras barbacoas. Venían ingleses en los autocares y en el jardín, donde ahora tenemos el mercadillo, se montaba comida para unas 300 personas. El menú era ensalada, pollo, ensalada de frutas y champán a ‘go-go'. Había música de una orquesta y flamenco y creo que la agencia pagaba 150 pesetas. Tuvo mucho éxito, pero pronto se llevaron esta idea a otro sitio de la isla y entramos en una de las primeras crisis que hemos pasado. A partir de allí tocó reinventarse. El restaurante era un clásico y hacía los años 80 tuvimos las primeras actuaciones de los Estudios Mediterráneos.
¿En qué momento empezó el mercadillo y cómo surgió la idea?
— El primer día de mercadillo fue en febrero de 1985. La idea salió porque tienes que hacer cosas y algunas las adivinas. Salió de una conversación entre yo y Helga Watson-Todd. Antes del mercadillo tuvimos la idea de hacer un galería de arte, pero no fue demasiado bien, aunque estuvo dos o tres años. Después se fue a Londres y seguí yo con el mercadillo y a partir de allí hicimos hasta tres ampliaciones del mercadillo. Desde entonces, Las Dalias ha estado más ligada a la música y al mercadillo.
¿Al principio cuántos puestos había?
— El primer día de mercadillo debía haber cuatro o cinco puestos, después fue creciendo a 10, 15 o 20 puestos. Resultó un poco raro hacer un mercadillo hippy en un sitio que era tan ibicenco, la gente no lo entendía. Mi familia incluso me preguntaba qué estaba haciendo metiendo a esta gente aquí, que eran hippies y fumaban porros. Pero poco a poco hicimos una simbiosis muy interesante entre los clientes de toda la vida y estos nuevos clientes.
¿De dónde eran los primeros hippies que participaron en el mercadillo?
— Era gente que vivía en Ibiza y que necesitaba trabajar y vivir de lo que les gustaba hacer. Había una mezcla porque no estaba definido lo que iba a ser. Poco a poco marcamos las líneas y ahora las tenemos muy claras.
¿Qué líneas se han marcado?
— Las Dalias es un mercadillo de mucha calidad, donde la gente se sorprende cuando entra. El de los sábados tiene ya 34 años y es más libre, pero el Night Market, que se hace los lunes y martes por la noche, tiene 11 años y ya tiene unas tendencias muy marcadas. Tenemos claro que queremos calidad, productos que no se vendan en otros sitios, productos artesanos o que sorprendan a la gente. Creo que el éxito que tenemos es en base a esto porque sino es más de lo mismo. Hay tantos mercadillos ya que ya no sabes dónde ir. Creo que la gente escoge Las Dalias por la calidad, el sitio, la música y un poco por lo variopinto de la gente que hay.
¿Cuántos puestos hay ahora?
— Los sábados estaremos alrededor de los 200 puestos, dependiendo de la época y de la configuración. El Night Market es más reducido, hemos hecho más selección y estaremos entre los 140 o 150 puestos.
Las Dalias ofrece una oferta muy amplia, ¿cómo definiría este sitio?
— Entras y te encuentras dos escenarios, una librería, gente tocando, una zona de granizados naturales, comida oriental, la zona de los dj's, los zumos, el restaurante, el bar de tapas... Es como ir a un pequeño pueblo. Es un viaje de colores, de gustos, de olores... Es un viaje multisensorial.
La música también ha sido una parte muy importante de las Dalias, ¿qué músicos han pasado que hayan marcado en especial?
— La música ha sido muy importante. Desde el primer día, mi padre ya trajo un grupo de música en vivo y desde entonces la música siempre ha estado presente en todo. En la sala de conciertos han tocado grupos de la época de los 70 y en los años 80 con Estudios Mediterráneos tocaron aquí una cantidad de grupos argentinos como Charly García, Celeste Carballo o Los Abuelos de la nada. En la época heavy vino Obús, Cáncer, Sangre Azul, Rosendo, Gato Pérez, la Frontera, Rebeldes, Elegantes y un largo etcétera. También vino mucha gente que conocí aquí tocando la guitarra y que al volver eran estrellas. Tuvimos una gran experiencia con Rebeldes, que estuvieron en una casa payesa donde nació mi madre y nos íbamos a pescar a Cala Mastella, hacíamos guisat de peix y luego tocaban. Ha pasado muchísima gente.
Supongo que tiene muchas anécdotas que contar, ¿tiene alguna que recuerde siempre en especial?
— Hay muchísimas. Recuerdo como conocí a Bob Geldof o a Ron Wood o cuando Queen vivían aquí cerca y venían a cada concierto, pero no sabías que eran ellos. Te encontrabas a Brian May o Roger Taylor allí mirando a otro grupo y no sabías que eran ellos. Hace poco vino Mick Jagger y estuvo unos 40 minutos dando vueltas por aquí y nadie se enteró. En el momento que se enteraron, salieron cuatro guardaespaldas, vino un coche y en unos segundos desapareció. La gente venía, estabas con ellos y no sabías quienes eran. Esto ahora es impensable en Ibiza.
¿Antes no se molestaba tanto a los famosos?
— Nina Hagen era asidua de aquí, nos hemos hecho muy amigos y el día de mi boda cantó el Ave María de Schubert. Ahora es difícil porque ahora todo son cámaras y fotos y hay mucho jaleo con el famoseo. Antes se veía de otra manera.
¿Cuáles son los primeros recuerdos que tiene de cuando abrió su padre?
— Era muy pequeño. Los primeros recuerdos que tengo es de los días que hacían matanzas. Solía hacer mal tiempo y recuerdo que cuando había truenos me escondía detrás de la barra del bar. Me acuerdo también de los grupos de música que tocaban y como los jóvenes nos poníamos delante para verlos. Me acuerdo de la primera televisión que tuvimos. Cuando ponían Tarzán, todos mis amigos nos quedábamos delante de la televisión esperando a que mi padre encendiera el generador, llegara la corriente y pusiera la televisión en marcha. Son recuerdos de cuando tenía 10 u 11 años.
¿Cuándo asumió la dirección de Las Dalias?
— Yo estudié en el Seminario hasta COU y después hice la selectividad en Palma. Hacía atletismo en aquella época y me hubiera gustado estudiar INEF, era el sueño que tenía con 18 años. Tenía el gusanillo de estudiar, de ir fuera, porque siempre me ha gustado salir de la isla, pero mi padre me dijo que tenía que ayudar. Empecé aquí y me pegué cada timbarrada brutal, porque no estaba preparado. He aprendido con muchos errores, pero hemos trabajado mucho y la suerte también me ha acompañado. Ha habido momentos muy difíciles, incluso a punto de desaparecer, pero ahora lo podemos contar.
¿Cuál es el secreto del éxito de Las Dalias?
— El éxito de una empresa se debe mucho al equipo humano que tienes. Si no fuera por los trabajadores, por la gente de confianza y la gente que ya no está con nosotros, no habría funcionado. Todos han puesto su granito de arena y todos han hecho que ahora estemos en un buen momento. En una empresa tiene que haber una base fuerte, unas ideas claras y un espíritu decidido, que aunque vengan mal dadas sepas lo que quieres. No quiere decir que a veces te tengas que salir del guión y adaptarte a las circunstancias.
¿Cree que su padre se imaginaba que Las Dalias iba a tener este crecimiento?
— No, yo no me lo hubiera imaginado nunca. Es difícil pensar hasta dónde puede llegar una cosa que haces. Mi padre, tampoco. Siempre me decía a ver si llegaba el día que no tuviéramos deudas. Él tuvo que trabajar mucho en una época muy difícil y sus padres murieron muy jóvenes. Mi padre siempre ha sido un referente para mí, es imposible llegarle a la suela de s'espardenya. Murió hace dos años y gracias a Dios vio que Las Dalias estaba bien y que cada día iba a más.
¿Ahora están en un buen momento?
— Sí, es la mejor época. Hubo épocas que también estaba bien, pero me quedaría con la de ahora. Hemos podido salir fuera de Ibiza, hemos ido a Madrid y a Ámsterdam y el mercadillo es mundialmente reconocido. También nos dan muchos reconocimientos de instituciones.
¿Cree que ahora hay muchos mercadillos?
— Mercadillos de verdad no hay muchos. Hay gente que quiere montar un mercadillo y piensa que esto es meter una barra en el horno y en diez minutos tienes un pan. Soy un poco crítico porque hay sitios que lo han intentado, lo han hecho mal y creo que se tendría que ordenar un poco. Un mercadillo hippy tiene que cumplir una serie de cosas y no puede ser que se haga de cualquier forma. La gente puede que se maree un poco con tanto mercadillo, pero luego ven que esto es diferente y al final nos dan la razón. Los propios artesanos, aunque a veces vaya un poco en contra suya, quieren y aceptan que la calidad y el ser únicos y buenos es la forma de tirar adelante muchos años más.
¿Cuántos trabajadores necesita Las Dalias en plena temporada?
— Entre todos, podemos ser entre 60 y 80 trabajadores. A parte, hay 350 o 400 familias que viven del mercadillo.
¿La empresa tendrá una continuidad generacional?
— A mí me gustaría. Tengo sobrinos que ya están trabajando aquí y mis hijos aún son muy pequeños. Sergio tiene 16 años y Jandro, 10 años, y nunca se sabe. Es algo que tiene que salir de ellos. Primero que estudien, que se preparen, que vean mundo y después decidan si quieren trabajar aquí. Por lo que veo y lo que me dicen, yo pienso que sí. Cuando uno se cría aquí dentro, engancha mucho. Puedes acabar harto, pero veo que mis hijos le tienen mucha estima y parece que les tira mucho, pero tiempo al tiempo.
¿Volverías a ser empresario?
— Si ahora volviera a tener 18 años, creo que primero hubiera estudiado, pero hubiera acabado haciendo lo que he hecho. Me ha dado muchos dolores de cabeza porque hemos pasado épocas muy difíciles, pero como dicen los futbolistas... las derrotas fortalecen. He conocido tanta gente auténtica, tanta diversidad de cultura y gente de tantas nacionalidades que me quedo con lo que tengo y lo que he hecho.