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La diversión de pisar uvas para el vino igual que lo hacían nuestros abuelos

Los niños de todas las edades fueron los que mejor se lo pasaron ayer por la tarde en la plaza de Jesús. | Daniel Espinosa

| Ibiza |

Viendo las caras de diversión de los niños que ayer acudieron por la tarde a Jesús queda claro que, posiblemente, haya pocas cosas que les produzcan una mayor diversión que la fonyada de raïms. La sensación de descalzarse, subir los pequeños peldaños, meterse en el fonyador de madera, empezar a pisar uva como lo hacían sus abuelos y notar como poco a poco el mosto va cayendo al cubell de madera es tremendamente divertido y, además, sirve para recordarles de dónde vienen las cosas y las tradicionales ancestrales de la tierra de Ibiza.

Desde hace más de una década, la actividad la organiza, en colaboración con la Comisión de Fiestas, Maribel Juan. Cada vez tiene más éxito y este año, además, con el resultado de lo que se consiguió se hará por primera vez mistela. Eso sí, Maribel aseguró que habrá que esperar al menos hasta Navidad para saber que tal ha salido la cosecha de 2018.

Una vez más, nada sería posible sin las uvas que aportan los vecinos de la zona de Jesús. En torno a 200 kilos de distintas variedades de uva han ido recogiendo los organizadores durante estos días, tras colocar algunos anuncios por el pueblo. Además, ayer también hubo quien las trajo para aportar su granito de arena.

Después, si la pisada va bien, todo funciona correctamente y la concentración en las uvas es buena, posiblemente se extraerán unos 100 litros de vino. «Todos los años aprovechando que está comenzando la época de la vendimia incluimos esta actividad en el programa de fiestas para intentar recuperar una actividad tradicional que durante muchos años han hecho las familias de la zona de Jesús y, por lo que nos dice todo el mundo, se ha convertido en una de las actividades más esperadas por mayores y pequeños», explicó ayer a Periódico de Ibiza y Formentera la organizadora.

Todo el mundo encantado

A Maribel Juan no le falta razón. Todo el mundo está encantado. «Mi abuelo hacía vino en su casa para uso familiar y ahora me parece muy bien que mi hijo participe, subiéndose y metiéndose en un fonyador de madera y no de acero como los actuales y que, sobre todo, sepa que el vino no siempre ha estado en la botella o en el envase de cartón que hay en el supermercado», confirmó Joan, mientras su hijo Toni, de 12 años, pisaba con ganas las uvas.

Además, esta fonyada de raïm tiene otros alicientes para algunos de los participantes. Más allá de las tradiciones y de que el resultado de su esfuerzo sólo lo puedan probar los mayores, hay muchos que se quedan con otro tipo de sensaciones mucho más mundanas. «Yo repito siempre que puedo porque mi abuelo siempre me anima y porque pisar las uvas es como si te hicieran masajes en los pies», aseguró sonriente Alba ante la atenta mirada de su orgulloso padre.

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