El historiador valenciano Ramón Josep Pujades i Bataller ofrecerá mañana jueves a las 20.00 horas en el Teatro España de Santa Eulària una interesante conferencia sobre la historia y la representación de Ibiza, Formentera y Baleares en la cartografía medieval.
Doctor en Historia por la Universidad de Valencia en 2005, Pujades i Bataller es una de las personas de España que más sabe del tema. Es miembro del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos desde el año 2001, y ejerce como técnico de investigación del Museo de Historia de Barcelona (MUHBA). Además, ha formado parte de las secciones de Real Audiencia y Real Patrimonio del Archivo de la Corona de Aragón, es técnico superior de Investigación, profesor asociado de la Universidad de Valencia desde 1998 y se ha especializado en la historia de la cartografía medieval.
Un repaso «ameno y divertido»
Pujades i Bataller explicó ayer a Periódico de Ibiza y Formentera que durante la conferencia de mañana intentará reconstruir «de forma amena, divertida y mostrando muchos mapas» el proceso evolutivo e histórico que ha experimentado la representación en los mapas de las Pitiusas y Baleares desde Ptolomeo, en el siglo II de nuestra era, hasta la Baja Edad Media, en el siglo XV, incluyendo el silencio histórico que se produjo durante varios siglos.
En este sentido, el experto valenciano quiso destacar la figura del astrónomo, astrólogo, químico, geógrafo y matemático greco-egipcio Claudio Ptolomeo «como iniciador de todo». Fue durante el siglo II su mayor mérito, según Pujades i Bataller, que «fue el tener la idea de recoger y compilar toda la información que se había conseguido durante el mundo clásico y helenístico y fusionarla en una gran obra, que tituló La Geografía, y que también ha sido conocida como Atlas del Mundo».
En este trabajo ya se puede apreciar «con bastante nivel de detalle» una representación cartográfica de las islas de Ibiza y Formentera «a pesar de que los métodos para conseguir la información geográfica eran muy limitados». Incluso hay algunos topónimos que han sobrevivido hasta nuestros días «como Portmany, Formentera o Ibiza», así como el nombre de algunas de las calas, cabos y bahías más destacadas de nuestra geografía.
Silencio durante siglos
Desgraciadamente, el conferenciante apunta que la labor llevada a cabo por Ptolomeo en su Geografía sobrevivió a duras penas en Oriente, Egipto y Siria hasta que algunos musulmanes eruditos comenzaron a estudiarla detenidamente. Mientras, en buena parte de lo que ahora es Europa, «durante el tránsito del Mundo Antiguo a la baja Edad Media, se produce un gran silencio y se pierde parte de la memoria debido, fundamentalmente, a que a los monjes, los únicos que sabían escribir durante siglos, apenas les interesaban los mapas salvo para contar parte de su historia sagrada».
Afortunadamente, a principios del siglo XV, el arte de la cartografía comienza a despuntar, sobre todo en Florencia y gracias a sus traducciones al latín. Es entonces cuando, según Pujades i Bataller, se empiezan a reproducir mapas cartográficos que aunque visualmente son más cuidados y tienen mucho más nivel de detalle «se basaban en unos sistemas mucho menos fiables en latitud como, por ejemplo, medir las distancias en línea recta teniendo en cuenta la dirección del viento».
Ejemplares modestos y lujosos
Estos nuevos mapas comienzan a copiarse de forma habitual para poderlos, posteriormente, vender a precios muy baratos a los marineros de la época. Así, según el historiador valenciano, «es habitual que los cartógrafos hicieran especial hincapié en los lugares donde se podía atracar más fácilmente los barcos, provocando cosas curiosas como, por ejemplo, una representación del puerto de Ibiza que ocupara casi la mitad de la isla».
De estos mapas «comunes y más de andar por casa» apenas se conserva ninguno «debido al uso que se les daba en su día a día y a que, posiblemente, al ser tan baratos, es normal que no pusieran mucho interés en conservarlos». Todo lo contrario a los ejemplares lujosos que han llegado a nuestros días, obras en su mayoría de expertos de la Escuela Mallorquina como Abraham Cresques. «Lo que se conserva son las ediciones lujosas, auténticas obras de arte y con gran profusión de colores y dibujos, que se hacían para reyes, príncipes, condes o grandes prelados y que se guardaban en grandes palacios o bibliotecas».