Rosa habla con transparencia y sinceridad, sin filtros, un rasgo del síndrome de Asperger. Va contando su vida sin omitir detalles para explicar su largo recorrido hasta que finalmente le diagnosticaron el síndrome de Asperger, que está dentro de los trastornos de espectro autista (TEA). «Cuando me dieron el diagnóstico fue una liberación absoluta, ya se que soy distinta, proceso la información de manera diferente, pero no es algo que está mal en mí», relata Rosa, que estuvo en tratamiento psiquiátrico antes de ser atendida en la consulta del TEA de la doctora Magdalena Valverde. Compara el Asperger con «un daltonismo emocional, no vemos con los mismos colores».
Llegó a la consulta de TEA por su hija que tiene Asperger; «cuando le diagnosticaron, me hicieron unas pruebas y efectivamente yo también lo tenía». De hecho, recuerda que cuando a su hija le comunicaron que tenía Asperger empezó a leer artículos sobre ello y «me sonaban muchas cosas de mí misma y de mi infancia, de cómo me siento por dentro, que no había ni contado a mi psiquiatra».
Cada mes acude a la consulta de TEA y, además, es miembro de la Asociación de Asperger de Ibiza. «Es un punto muy importante de apoyo para las personas con Asperger en Ibiza», asegura. Pese a que comparte el mismo síndrome con su hija, eso no ha influido en la relación con ella. «No nos une el hecho de tener Asperger, no nos define como personas. Somos islas. Soy completamente distinta al carácter de mi hija. Ella es mucho más artística y yo tengo una serie de capacidades que entiendo me da el Asperger. Soy más de mecánica, monto y desmonto motores de coches y ordenadores».
Las relaciones sociales y el contacto físico le generan rechazo lo que reconoce que le ha generado problemas en su vida, aunque afirma que «es muy adaptable, me gusta agradar y aprender».
Entró a trabajar en una empresa de informática, ahora está de baja, hace doce años, «sin saber nada de informática, estaba sola en el almacén, no trabajo bien en equipo, pero he llegado a hacer importaciones a Dubai. A nivel personal no he tenido un contacto de amistad con mis compañeros de trabajo y he tenido roces importantes. Te culpas cuando no sabes por qué es y tienes la idea de que puedes modificarlo para aprender a convivir en el mundo, pero hay cosas que sientes dentro que no puedes modificar».
Confiesa que es «muy habladora y muy abierta, pero no profundizo en las relaciones de trabajo: llego, hablo mucho y cuento toda mi vida, pero no llego a más. Si me dicen de quedar para tomar un café, digo que no y eso para el resto de la gente es frustrante». Sin embargo, expresa su agradecimiento a su empresa «porque me ha tolerado muchas de mis rarezas; siempre se han portado muy bien».
Habla maravillas de la consulta de TEA y de su responsable, la psiquiatra Valverde, a la que califica como «una excelente profesional y persona». Destaca, además, su labor de formación en el mundo educativo para dar a conocer el Asperger. «Un mal maestro para un niño de Asperger es una perdición, es muy duro para un niño si no tiene el apoyo adecuado».
En su opinión, se tendría que reforzar la consulta de TEA y dotarla de más medios para atender los casos que salen de infanto juvenil «Tengo 45 años y estoy razonablemente bien, pero hay muchos casos que salen de infanto juvenil y van a Psiquiatría; harían falta más recursos porque los niños de Asperger van creciendo».