Desde mediados de enero hasta marzo o abril, los comercios del barrio de la Marina cierran prácticamente en su totalidad. En el barrio hay una sucesión de puertas cerradas. En algunas calles todas. Quedan abiertas tres farmacias, un par de puestos en el Mercat Vell, una tienda de comestibles, dos administraciones de loterías y, a pesar de no ser temporada estival, alguna tienda de souvenires y unas pocas tiendas de ropa que resisten en la zona.
De los pocos negocios del sector textil que quedan abiertos, todavía cerrará alguno más.
En uno de los que cerrará pronto, donde piden que no aparezca el nombre, comentan que reabrirán en abril. Explican que el barrio está muy tranquilo «porque todo está cerrado», así que es difícil mantener el ritmo comercial para pagar gastos. Han abierto hasta estas fechas para vender la ropa de esta temporada y reabrirán en abril con nuevo material para primavera.
Su clientela en diciembre y enero ha sido fundamentalmente la que conoce el negocio. Esas clientas (la tienda es de ropa femenina) les comentan lo difícil que es aparcar ahora en la zona. En este comercio saben que eso dificulta que venga nueva clientela residente en la isla. Hasta que vuelva el turismo no merece la pena abrir.
Los que abren
Otros, sin embargo, deciden mantenerse abiertos en invierno a pesar de todo. La tienda Biscuit abrirá por primera vez durante estos meses. Su propietaria, Katia Bandolowski, dice que solía cerrar desde mediados de enero hasta marzo. Como casi todos. Pero este año ha decidido que quiere aguantar con un horario reducido. A pesar de que «el barrio está muy tranquilo» y las ventas las hace sobre todo en verano, dice que quiere mantener una continuidad para dar servicio a su clientela fija. Según como funcione este año, decidirá si mantiene abierto en estas fechas.
Un oasis en este desierto comercial que comparte con una tienda cercana, Revolver. El encargado de este comercio, Rossano, dice que llevan 10 años abriendo todo el año. Trabajan mucho con clientela local en estos meses. Sin embargo Rossano dice que a la zona le falta atractivo. «He estado hablando esta mañana [por la de ayer] con el dueño para pedirle al Ayuntamiento que se hagan cosas, especialmente en invierno, para atraer gente a este área que está completamente muerta». Sin embargo dice que sus clientes locales habituales, que saben que están abiertos, y algún turista en Navidad, han ido manteniendo el negocio.
En otra pequeña tienda de la zona se muestran mucho más críticos con la situación. «Un desastre; la Marina se la han cargado de una manera tremenda», dice Lola García. Considera que se debió crear un aparcamiento cerca del barrio antes de cerrarlo al tráfico, «y no hacerlo al revés».
Para ella la gestión del tráfico en el barrio ha sido nefasta. En cuanto al funcionamiento de su negocio, en esta época del año dice que pone dinero de su bolsillo. «Si consigo bajarme la factura 80 euros porque vendo dos trapos, pues bendito sea Dios». Enseña los tiques de lo vendido en un mes: apenas 350 euros, de los que la mitad va al proveedor. Dice que en alguna ocasión ha cerrado en invierno. «Si cierro pierdo a lo mejor 6.000 y si abro la pérdida es de 5.000, y prefiero perder 5.000», aclara.
Federación de comerciantes
Desde la Federación de Comerciantes de la Marina y Puerto de Ibiza insisten en que los cambios en la movilidad han sido «la puntilla» para esta zona en invierno. Reivindican que se abra al tráfico el puerto durante los meses de invierno para favorecer que haya más comercios abiertos. «No hay tanta gente ni tanto tráfico en la isla como para saturar la zona. Si se abre en invierno, no habría ningún colapso», explica Joaquín Manuel Senén.
Indica además que los taxis y el autobús L-50, que conecta los aparcamientos disuasorios con el centro de la ciudad, no pueden acceder al puerto fuera del horario de carga y descarga. Es por ello que considera que la zona se ha quedado aislada.
Otra petición respecto a la movilidad es que se recupere el acceso desde Vara de Rey por la calle Jaume I para favorecer la llegada a esta zona.