Hipólita Romero González celebró ayer sus 100 años de vida rodeada de familiares y amigos. Hipólita Romero González llegó a Sant Antoni en la década de los 60, como muchos otros emigrantes. Había nacido en Pinarejo (Cuenca) pero dejó su pueblo en busca de trabajo y una vida mejor.
Su marido era maestro de obra y, a su llegada a la isla, ambos vivieron durante algún tiempo en Can Creu, una zona de acogida de emigrantes. Hipólita tiene cuatro hijos, diez nietos y tres bisnietos y ayer celebró su cumpleaños con el amor de su familia y la visita de los concejales de Serveis Socials, Neus Marí, y Festes, Raúl Díaz, quienes le regalaron una orquídea y un anillo de oro de orfebrería ibicenca, como es tradición en el municipio siempre que algún vecino o vecina cumple 100 años.
Hipólita trabajó durante años como cocinera en el Hostal Marí. Su nieta explicaba ayer las historias que su abuela le ha contado muchas veces: «Cuando trabajaba en el hostal hacía bocadillos de más y, por la parte de atrás de la cocina, se los daba a vecinos de Pinarejo, emigrantes como ella, que estaban recién llegados y empezaban entonces y no tenían mucho, como ella», cuenta Irene Mota, nieta de Hipólita.
La cocinera conquense también tenía otros trucos para que nadie pasara hambre, como echar más agua a la mezcla de flanes para que así salieran más y poder repartirlos. Irene tiene claro el secreto de la longevidad de su abuela: los cuidados de su hija, comer de cuchara todos los días y no renunciar, de vez en cuando, a una tajá.