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La depuradora de sa Coma necesita que se expropien terrenos para interconectarse a la actual

La EDAR contará con dos tuberías de impulsión por si una falla y consumirá más energía para salvar la diferencia de cota

El director de obra, César Talavera, señala que los trabajos van según lo previsto. | Arguiñe Escandón

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La Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR) de Ibiza, que se ubicará en la propiedad denominada Terrenos e Instalaciones del Acuartelamiento Militar sa Coma, inició sus obras en noviembre de 2017 y espera finalizarlas a finales de 2021.

A día de hoy, se está terminando la obra civil de una depuradora que realizará tratamiento primario, secundario y terciario del agua, siendo este último una novedad respecto a la actual depuradora. Según explicaron desde la Conselleria de Medi Ambient del Govern, el tratamiento terciario incluirá tratamiento físico-químico, decantación terciaria, microfiltración y desinfección ultravioleta.

Esto permitirá que el agua tratada sea de «gran calidad» y, a juicio de César Talavera, director de la obra, «reutilizable» para regar zonas verdes o baldear calles. «Lo normal es que solo se haga el tratamiento secundario, pero en esta depuradora se va a hacer el terciario también. Esto no significa que se pueda beber el agua, pero sí se puede usar para regar jardines, por ejemplo», subrayó Talavera.

Sin embargo, el contrato de obra no prevé la construcción de un depósito de almacenamiento que permita su posterior reutilización, sino que irá directamente al mar. «La reutilización se hará si hay demanda efectiva», apuntaron fuentes del Govern balear.

Funcionamiento

La nueva EDAR está pensada para una población de 90.000 habitantes equivalentes en temporada baja y 150.000 en temporada alta, lo que permitirá tratar alrededor de 25.000 metros cúbicos al día de media que pueden llegar a los 40.000 en temporada alta. «Esto es suficiente para la población prevista en los próximos años», recalcó el director de la obra.

Asimismo, funcionará ‘de la mano' con la depuradora actual. Esto significa que no se desmantelará ya que servirá como bombeo de impulsión del agua fecal gracias a unos motores que permitirán que llegue hasta la de sa Coma. A este bombeo se suma que la cota de la futura EDAR está 100 metros por encima que la actual, provocando que el coste de depuración sea más elevado al consumir más energía. «Esto es evidente, porque si tenemos 100 metros de cota más que en la actual, esa cota hay que bombearla y cualquier bombeo consume energía», reiteró Talavera.

La interconexión entre una depuradora y otra se hará mediante una canalización soterrada en unos terrenos que «aún están sin expropiar, pero está dentro de lo previsto y no debería ser un problema para acabar en plazo», añadió el director de obra. Además, en estos terrenos se hizo un estudio arqueológico previo para evitar sorpresas y no se divisó «nada importante»; aún así, «cuando se empiece a excavar habrá un arqueólogo que irá haciendo un seguimiento por si encuentra algo de interés», añadió.

De momento, sí que se sabe que el recorrido que hará el agua desde la depuradora hasta el mar va a contar con tres tuberías, dos de ellas de impulsión -que suben el agua desde la EDAR actual- por si una falla.

La depuradora de sa Coma contará con unos biofiltros que permitirán hacer un tratamiento más eficiente de los fangos que se generan como resultado de las distintas etapas de depuración de las aguas residuales. «Se espesan para reducir su volumen, luego van a una especie de ‘digestión' que elimina la materia orgánica, después se deshidratan para reducir aún más su volumen y, el resto, sale en camiones de la depuradora», indicó Talavera.

Y es que los lodos generados en las depurados de Ibiza se envían a la península, lo que supuso en 2018 un coste de 1.173.072,38 euros al Govern. «Cuando se tenga instalada la planta de tratamiento de lodos en Ca na Putxa, que debía estar ejecutada en 2003, se podrá cambiar el sistema y reutilizar los lodos en la agricultura», concretaron desde el Govern. De hecho, antes los lodos se depositaban en fincas agrícolas a modo de abono pero las múltiples quejas vecinales por la aparición de insectos y malos olores provocó que el Consell prohibiera esta práctica antes del verano de 2015.

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