Francisco Pascual es una institución en el pueblo de Jesús. Es una de las personas más conocidas de este pequeño pueblo cercano a Ibiza y perteneciente al municipio de Santa Eulària. Ha estado siempre involucrado en decenas de proyectos relacionadas con el lugar que le vio nacer hace 77 años. Su padre es el impulsor de la botiga Can Pascual y él fundó y regentó durante más de medio siglo el bar restaurante Bon Lloc. Además, fue obrero de la parroquia de Jesús – trabajando intensamente durante la primera reforma que vivió la iglesia – fundador del Atlético Jesús hace 36 años – siendo actualmente su presidente de honor –, y durante casi medio siglo presidente de la comisión de fiestas. Eso lo dejó hace tres años y ahora, felizmente jubilado, Francisco se dedica a pasear por su pueblo y disfrutar de la vida con su familia, siendo un feliz padre de dos hijas y abuelo de cuatro nietos. Eso sí, asegura con una gran sonrisa, mientras se protege del sol con un elegante sombrero y luce una moderna camisa floreada, «que seguirá dando guerra al ayuntamiento hasta que le queden fuerzas para que Jesús siga siendo un poco mejor cada día». De momento, el sábado 31 de agosto a las 21.00 horas, será el pregonero de este año.
—A sus 77 años, usted que nació, se crió y siempre vivió en Jesús, ¿está nervioso con el pregón?
—Nervioso no pero con un poco de calor y muy liado porque mañana ya comienza todo con la gran fiesta popular que todos los años se celebra en la plaza.
—¿Pero sigue metido en la comisión de fiestas?
—No ya no. Fui presidente durante casi medio siglo, primero con papeles y luego con todo en orden, pero lo he dejado hace tres años. Ahora lo lleva gente con la que trabajé y lo están haciendo de maravilla.
—¿Qué va a contar en el pregón?
—Pues prefiero que sea una sorpresa para los que estén allí. Si te adelanto cosas seguramente perdería la gracia pero si puedo asegurar que recordaré un poco todo toda mi vida y también haré alguna petición al Ayuntamiento de Santa Eulària.
—Usted nació en Can Pascual, en pleno centro del pueblo. No se puede ser más de Jesús...
—Es cierto. Yo nací allí, encima de lo que ahora es el supermercado que, por cierto fundó mi padre aprovechando que aquella carretera era un lugar de mucho tránsito y con previsión de ser una buena oportunidad comercial. El 5 de septiembre cumpliré 77 años y puedo presumir y decir muy orgulloso que siempre he vivido y trabajado en este maravilloso pueblo.
—Seguro que se lo han preguntado muchas veces pero, ¿cómo ha cambiado el pueblo?
—Muchísimo. Ha pasado de ser una pequeña población repleta de pequeñas casas rústicas muy separadas entre sí, unos dos o tres kilómetros cada una, a tener muchas urbanizaciones como Can Furnet o Roca Llisa y muchos chalets. También el centro es muy distinto a como era hace medio siglo porque al estar cerca de Ibiza y tener muchos servicios mucha gente viene a vivir aquí con tal de no estar en la gran ciudad.
—Eso también ha generado muchos problemas. El más importante el de acceso.
—Sin duda. El progreso también trae aspectos negativos en ocasiones. Todos sabemos que el gran problema que tiene el pueblo de Jesús es la carretera para entrar o para salir pero afortunadamente se está trabajando en ello. Cuando se termine el desvío creo que todo mejorará seguro.
—¿Qué es entonces lo que más recuerda de su infancia en el pueblo?
—Cuando íbamos a jugar al campo y al colegio, en lo que ahora se llaman les escoles velles, un edificio amarillo que hace unos años fue declarado Bien de Interés Cultural por el Consell d'Eivissa. De hecho, yo siempre digo que estudié «derecho» porque en las clases no había sillas y siempre estábamos de pie.
—Me imagino que entonces ni rastro de los atascos actuales...
—Claro que no. Años después, cuando iba al instituto en Ibiza lo hacía en bicicleta y subía y bajaba por una carretera que por aquel entonces estaba sin asfaltar, sin coches y llena de barro y carros que iban a su ritmo. Fíjate como han cambiado las cosas.
—Lo que no parece que haya cambiado mucho es la iglesia.
—En parte sí. Es cierto que desde que nací hace 77 años siempre la recuerdo ahí pero si que ha vivido varias restauraciones y obras. Todas las he sentido muy de cerca y, de hecho, yo he sido testigo de cómo se han cambiado dos veces las baldosas. Además, durante la primera era obrero mayor de la parroquia y ayudamos en todo lo posible a la restauración del retablo, la construcción de la casa parroquial y la sacristía o la restauración de la imagen de la Virgen en un taller de Valencia. La iglesia de Jesús, al igual que otras muchas cosas del pueblo, ocuparán siempre un lugar muy importante en mi corazón.
—Al recordar esto, ¿siente nostalgia o está contento de cómo ha evolucionado Jesús?
—Estoy contento. Los cambios normalmente son para mejor. Por ejemplo, laboralmente. Cuando yo era un niño la gente de Formentera venía a Ibiza a buscar trabajo y los ibicencos se iban a Cuba o a la península porque aquí no había. Ahora si lo hay, y el que quiere trabajar y realmente le pone interés siempre tiene posibilidades.
—Su padre fundó la botiga Can Pascual. Es uno de los lugares míticos de la isla de Ibiza. ¿Cree que es el tipo de comercios por los que habría que luchar para que no desaparecieran?
—Bueno ahora estoy jubilado y lo veo todo más tranquilo y desde la distancia. Lo lleva mi hermano porque cuando murió mi padre, él nos dejó el Bon Lloc a mí, Can Pascual a mi hermano y el estanco a mi hermana. Pero sí, creo que es una tienda con una gran historia que siempre estará en la memoria de los ibicencos. Y eso es el mejor de los regalos que nos podemos llevar.
—¿Qué es lo que más recuerda de cuando estaba allí con su padre?
—Muchas cosas. Era un establecimiento situado en el centro del pueblo y era un punto de referencia para mucha gente, no sólo visitantes sino también vecinos. De hecho en Can Pascual no sólo se podía comprar y vender productos sino que se participaba activamente en la vida social del pueblo. Aquí se guardaban las llaves de la iglesia para abrirla cuando venían marineros o visitantes andando o en carro para rendir pleitesía a la Mare de Déu de Jesús. También guardábamos muchos catrets o asientos que las señoras usaban para luego seguir la misa o pares de espardenyes de bonito que se cambiaban para entrar al templo. Aún recuerdo como si fuera ayer como muchas mujeres venían con sus espardenyes más rústicas del día a día y como, luego se cambiaban por las bonitas.
—¿Y del Bon Lloc? Parece imposible imaginarse hoy en día el pueblo de Jesús sin ellos...
—Es verdad. Fíjate el Bon Lloc lo inauguré el día antes de que comenzaran las fiestas de 1965. Y lo he regentado hasta que me he jubilado y lo he alquilado.
—¿Y el fútbol? ¿También lo ha dejado?
—Bueno eso a medias. Fundé el Atlético Jesús hace 36 años, en 1983, cuando no teníamos ni campo y jugábamos de prestado en el que había en Ses Salines. Luego cuando se construyó el campo actual en 1993 decidí echarme a un lado y creo, sinceramente, que he dejado el club en muy buenas manos porque la directiva actual está haciendo un magnífico trabajo por el fútbol del pueblo y de la isla.
—Y ya la última... ¿es cierto que consiguió un ascensor para el club de la tercera edad del pueblo?
—(Risas). Bueno no lo conseguí yo, lo hicimos entre todos los que en aquel entonces estábamos en la junta directiva. Lo que sucedió es que conseguimos un local, en el edificio actual, pero era un primero y sin ascensor y eso, para personas mayores como nosotros, era un fallo imperdonable. Afortunadamente lo hemos podido corregir gracias al Ayuntamiento.