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Entrevista

Begoña Ibarrola: «Los niños para estar bien y sentirse a gusto tienen que aburrirse»

La psicóloga y terapeuta infantil, Bagoña Ibarrola, iniciará hoy el ciclo charlas. | WEB BEGOIBARROLA.COM

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El Palau de Congressos de Santa Eulària acogerá hoy la primera de las conferencias del XI ciclo L'Aventura d'Educar en Família. Begoña Ibarrola (Bilbao, 1954) será la encargada de inaugurar la primera de las dos sesiones e introducir a los asistentes en el mundo de la inteligencia y la educación emocional, con su charla titulada Gestionando las emociones en familia. Sus 42 años de carrera como psicóloga y terapeuta, «ayudando a formar a familias y educadores», le avalan para ser una voz a tener en cuenta para identificar los problemas de los jóvenes y niños.

—¿Qué temas abordará hoy en su charla?

—Mi charla tratará sobre la gestión emocional en la familia, sobre cómo enseñar a las familias a manejar adecuadamente todo tipo de emociones en los hijos. Les daré estrategias, les contaré qué es cada emoción y para qué sirven, pero cómo se deben educar.

—¿Cómo animaría a que alguien se acercara a su obra?

—Mis libros tratan de ser divertidos, dar claves y herramientas a las familias, pero también permiten que los lectores se entiendan mejor a sí mismos, comprendan su mundo emocional, aprendan a gestionarlo, sepan cuáles son las consecuencias de actuar de una manera o de otra. Es decir, mis cuentos enseñan emociones y orientan de una forma un poco explícita pero muy profunda.

—¿Por qué cree que se da de lado la inteligencia emocional en el sistema educativo?

—El conocimiento de las emociones es muy reciente. La neurociencia no empezó a hablar hasta los años 90 de lo que son las emociones, si se pueden educar, cómo se procesan y qué lugares del cerebro están comprometidos. Para la ciencia esto es muy poco tiempo, con lo cual nuestros padres y abuelos educaban como sabían y se repetían los mismos esquemas que habían aprendido. Las emociones no eran tenidas en cuenta ni por el sistema educativo ni por la familia, pero no por falta de interés, sino por falta de conocimientos en investigación.

—¿Piensa que esta carencia en la gestión de las emociones provoca trastornos psíquicos en las personas?

—Se sabe que uno de los aspectos de la educación emocional que va para atrás y no avanza es la tolerancia a la frustración. Todos los psicólogos sabemos que una mala tolerancia a la frustración o un bajo nivel de tolerancia va muy unido al suicidio de adolescentes, por ejemplo, o a la depresión infantil. Sabemos que una buena gestión emocional es prevención de salud física y mental, y no atender a la dimensión emocional de una persona es abocarla a que, cuando se presenten situaciones delicadas en su vida, problemas o situaciones tensas, no va a tener herramientas para saber manejarlas y se va a hundir.

—¿A qué problemas se enfrenta la infancia en los países occidentales?

—Hay problemas que se mantienen y otros que aparecen. Uno de los que se mantiene es que muchos niños no están el suficiente tiempo con sus padres y no les sirven de modelo ni de conducta, ni de valores, ni de gestión emocional. La falta de tiempo es un problema que se viene arrastrando desde hace años, pero ahora con el uso de las nuevas tecnologías y el acceso a internet aparecen problemas nuevos en los que la infancia se ve envuelta y que los adultos no saben manejar muy bien. Hay mucha soledad y baja tolerancia a la frustración. Hay un uso compulsivo e inadecuado de tecnologías y dificultades para establecer relaciones interpersonales. Todo eso va unido a posibles adicciones que llevan consigo que nuestros niños y jóvenes tengan riesgos bastante importantes que pueden afectar a su equilibrio y desarrollo normal.

—¿A qué cree que se debe?

—Vivimos en una sociedad estresada que ha normalizado el estrés cuando el estrés no es un hecho natural. Es un trastorno social importante, pero se ha naturalizado. Sobrecargamos a los niños de actividades, de estímulos y todo esto no favorece nada a su desarrollo cerebral sano. Se tiene que educar desde la calma, desde la conversación y desde el contacto, y esto implica tiempo, algo que por desgracia los padres no tienen. A veces se cubre con actividades extraescolares, que a veces son útiles y sirven para muchas cosas pero en exceso pueden desequilibrar, porque los niños para estar bien y sentirse a gusto necesitan aburrirse, tener tiempo libre de juego, charlar y un tiempo en que el adulto esté un poco regulando.

—¿Qué le parece el debate abierto por el veto parental?

—Me perece absurdo el debate. En los consejos escolares en los que están representados las familias y el profesorado se acuerdan las actividades, programas educativos y actividades complementarias que se realizan. Los padres pueden acceder perfectamente al contenido de lo que se va a dar en las aulas. En muchos colegios se lleva haciendo con total naturalidad. Otra cosa es que si un padre o una madre no participan en el consejo escolar o no está interesado, pues no lo sepa.

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