Este es el último fin de semana de las fiestas patronales de Santa Agnès y para proseguir con su motivo principal, las tradiciones, los vecinos de esta parroquia de Sant Antoni se organizaron para construir un forn de calç, alrededor del que montaron diversas actividades para el día de ayer.
Ballada pagesa, feria de artesanía, paella popular… Todos estos ingredientes no podían faltar en la jornada celebrada en la Finca de sa Rota d'en Coca, que arrancaron desde bien temprano.
Los primeros que estaban allí eran los albañiles del forn de calç y junto a ellos estaba José Costa, que lleva haciendo estas construcciones desde los 25 años, ahora tiene 84. «Estamos haciendo una volta para hacer un fornet de calç para demostrar cómo se hace», explicó Costa.
Cocción a fuego lento
Y dice ‘fornet', porque «los de antes eran mucho más grandes, casi cinco veces más que este y podían llegar a tener entre 25 y 30 metros». Según detalló el maestro, las piedras que se introducen en el forn se cuecen durante 50 horas, «dependiendo del tamaño», y se vuelven polvo, que al mezclarlo con agua, sirve para argamasa o pintura.
Toñi Costa es vicepresidenta de la Asociación de Vecinos de Santa Agnès y una de las organizadoras del evento y «a las 10 de la mañana» ya estaban subiendo piedras para el forn de calç. «Este es para ver cómo se hace, solo lo montamos y ya el año que viene lo encenderemos», indicó Costa.
El motivo por el que han decidido construirlo, es para tratar de transmitir esta tradición entre generaciones porque «los maestros que les enseñan están mayores y antes de que estén más viejecitos les enseñan cómo se hace».
Además de la actividad central, los vecinos de la parroquia hicieron una demostración de una llaurada amb grades, prepararon coquetes amb sobrassada, por la noche tenían la actuación de unos glossadors de Menorca y venidos de la localidad zaragozana de Ariza, unos artesanos cortaron un tronco con motosierra, para elaborar muebles con sus madera.
Madera de calidad
Uno de estos artesanos era Pau Llanos. «Esto es pino autóctono del mediterráneo de Ibiza, que tiene mucha calidad, lo que pasa es que suele ser un pino muy torcido pero si le aprovechas las formas puedes sacar cosas majas», apuntó Llanos.
Según sus cálculos, el tronco sobre el que se puso a trabajar debía pesar media tonelada pero con los diferentes cortes que le practicaron (para cada uno les lleva media hora), lo han rebajado a unos 300.000 kilos. «Nosotros sacamos el material casi a punto para trabajarlo, luego ya le toca a los carpinteros y a la gente hábil con la madera, la destinan a hacer algún tipo de construcción o utensilio».
Para continuar con el ambiente rural, en un rincón Juanvi, Agnès, Lina, Rafel, Inés y Ana se reúnen entorno a un tronco con un martillo que se iban turnando. «Estamos jugando a un juego que consiste en ver quién clava un clavo sobre el tronco con menos golpes y más rápido», a lo que añadieron que quien perdiera «tenía que invitar a una ronda de algo», «de aguas», bromeaba otro debido a su escasa edad.