Hoy es domingo y nos vestimos de fin de semana, como si nada de esto estuviese pasando. Es bonito poder inventarnos que hemos escogido recluirnos en casa para ver series, para cocinar, para leer la prensa recreándonos en cada página o para, simplemente, abrigarnos con la manta del sofá y cubrir así el frío que nos pone la piel de gallina desde hace 22 días.
Me encantaría reírme con un artículo que dijese que esta primavera se llevan las canas, la ausencia de maquillaje, las ojeras y los chándales. Que las mallas son tendencia y que la nueva moda es la naturalidad y las patas de gallo. Hoy el dress code son los jersey oversize de lana, porque parece que el tiempo sabe también que estamos destemplados y se niega a acariciarnos con la primavera.
Las raíces están de moda y los esmaltes y pintalabios son utensilios de otra época. Las pestañas se pintan de ilusiones y el colorete lo ponemos nosotras al despertarnos cada mañana con el rubor de pesadillas que ni recordamos enredadas en el pelo.
Hacemos bromas con la velocidad a la que nos están creciendo las uñas de los pies durante este confinamiento y nos arañamos de tanto rascarnos, porque nos pica demasiado el miedo pero, claro, es que ya hemos perdido la cuenta de los días que llevamos encerrados y se nos olvida si es martes o miércoles y cuánto hace que las retamos a someterse ante la lima y tijera.
Últimamente veo manchas en las paredes en las que antes no había reparado. Oscuridad detrás de un cuadro, humedad donde nacen los cantos de unas ventanas que son hoy nuestras únicas puertas y cercos en rincones de los estores en los que jamás había reparado. Tengo ganas de pintar, de tirar trastos y de arreglar los rodapiés que no sé cómo se han desgastado. La otra noche escuchamos un ruido fuerte y hasta después de dos días no nos dimos cuenta de que era el suelo que se había abombado. Ahora, andar por mi salón es como transcurrir por una montaña rusa y mi perra da saltitos para llegar hasta su escudilla.
Parece que el polvo se ve más o que su presencia es más evidente, que los armarios llenos de ropa son espacios vacíos y que la nevera y la alacena son los únicos rincones importantes de este confinamiento en el que los domingos son ya días corrientes. Parece que estas canas serán la tendencia de las próximas semanas y que la primavera sigue jugando al escondite para que no la encontremos o para que no sepamos que este año es dolorosamente distinta.