El trabajo en el campo en Ibiza no es sólo cosa de hombres, sino que, afortunadamente, contamos con un buen puñado de mujeres valientes que están rompiendo estereotipos y están demostrando que la agricultura también tiene nombre de mujer. La pasión por la payesía no está ligada a ningún sexo e incluso cada vez es más común encontrar personas cansadas de otras profesiones que acaban por volver a sus raíces para dedicarse a la noble y satisfactoria profesión de agricultor.
Esta semana en Terra Salada hemos ido a Buscastell para conocer a Neus Costa de Can Soldat, una joven agricultora con las ideas bien claras que ha decidido hacer de la agricultura su vida. Su energía, unida a la tradición familiar y al talento han hecho que Can Soldat tenga una producción variada y espléndida. El testimonio de Neus es todo un ejemplo para las generaciones venideras: dejó de dirigir una sucursal bancaria para sembrar hortalizas. Con ello ha ganado en libertad, satisfacción y crecimiento personal.
La huerta de Ibiza tiene como reinas a la patata, el tomate, el pimiento y la lechuga, pero nuestros agricultores hace tiempo que han ampliado su gama de cultivos y han decidido experimentar con nuevas técnicas y nuevas plantaciones. La temporada marca el cultivo y ahora que viene el frío es cuando empieza a despegar el crecimiento de dos hortalizas en particular: el brócoli y la coliflor. La imagen más típica en los huertos de los payeses durante este tiempo es un manto verde de todo tipo de variedades de col, de cuyas imponentes hojas penden las gotas de rocío que durante la noche se han deslizado sobre ellas.
Brócoli
El brócoli es una planta cuyo origen se encuentra en Italia. De la familia de las crucíferas, se come una cabeza floral compacta y resistente de un verde intenso. Su ciclo empieza con la siembra en torno al mes de agosto pero no es hasta el mes de octubre que se pueden empezar a recolectar los primeros ejemplares. Es una planta de épocas frías y su fortaleza le permite resistir a temperaturas por debajo de los cero grados, las cuales no se dan en exceso en nuestra isla de clima mediterráneo temperado y suave.
Su crecimiento es relativamente lento hasta que despega la inflorescencia, momento en el que crecen con premura. Es importante que la misma no coincida con meses excesivamente calurosos, ni con grandes heladas, con lo cual, el otoño se convierte en el marco idóneo para que la planta empiece a desvelar su flor. En cuanto al riego, es una planta que demanda bastante humedad y es por ello que precisa aportes de agua regulares y abundantes sin llegar a encharcar el suelo. Una vez formada la flor (inflorescencia) conviene no regarlas por aspersión, sino que lo ideal es el goteo por dos principales motivos: podrían presentar podredumbres u hongos y se desperdicia mucha agua.
Su cultivo se ha ido extendiendo gracias a su riqueza en vitaminas C y A, además de calcio, hierro, y potasio. Por si fuera poco, es muy bajo en calorías y grasas, lo que lo convierte en un aliado idóneo para las dietas de adelgazamiento. Se puede consumir de muchas maneras, ya sea gratinado, hervido o al vapor.
La coliflor
En lo que respecta a la coliflor, está emparentada con el brócoli. El peso de su flor puede llegar a los dos kilos y su tamaño a los treinta centímetros de diámetro. Constituye un alimento enormemente sabroso y de agradable textura. Su cultivo también se circunscribe a las épocas en las que se empieza a atisbar el frío, aunque su recolección es algo más duradera que la de su hermano verde.
La coliflor cuenta con un corazón blanco formado por nombrosas flores sin desarrollar, unidas a un eje central cubierto por gruesas hojas que lo abrigan. Debe ese color blanquecino al hecho de que esta inflorescencia no contiene clorofila y se encuentra en fase de desarrollo. Sus características hacen de esta variedad de col, una planta que se cultiva en prácticamente todo el globo, siendo China el principal productor mundial de coliflor. A pesar de su olor ligeramente desagradable a la hora de hervirla, su sabor es suave, dulce y constituye un excelente acompañante para una gran variedad de platos, pudiendo incluso protagonizar un buen hervido de verduras.
La pesca de palangre
En Terra Salada no sólo nos gusta descubrir los secretos del campo ibicenco, sino que también disfrutamos acercándonos a las delicias que nos reserva el Mediterráneo. Por esta razón, salimos a pescar con Toni March Riera, un pescador profesional de palangre que nos desveló las características de esta técnica de pesca.
La profesión de pescador es sacrificada físicamente pero agradecida cuando empuja la pasión. Madrugar y arriesgarse a la arbitrariedad del mar no son obstáculos para disfrutar de esta actividad tan antigua pero tan necesaria.
El palangre es uno desde aparejos de pesca más antiguos y usados por los pescadores del Mediterráneo. Esta técnica de pesca se ha transmitido verbalmente de generación en generación por las diferentes familias de pescadores y ha llegado a nuestros días como un imprescindible.
Requiere de cierta pericia y experiencia y, si se hace bien, permite un rendimiento muy alto en cantidad pero sobre todo en calidad de las capturas. Se trata de una pesca del todo artesanal y la podríamos calificar como una pesca sostenible, en tanto que es muy selectiva y no tiene ninguna incidencia sobre se fondo marino.
El palangre consiste en un hilo madre hecho de nailon donde se atan brazos de los que cuelga un anzuelo con cebo (pota, sardina, jurel, calamar, etc). La distancia entre un anzuelo y otro es variable, pero se colocan de tal manera que sea factible evitar que se líe, el mayor riesgo que atenaza esta técnica. Se deja pescar en el fondo o en la superficie y al cabo de unas horas, el pescador acude a la recogida del aparejo con la esperanza de vislumbrar esas manchas blancas que suben del fondo y que llenan de alegría el corazón y el bolsillo.
En Ibiza, generalmente se capturan pargos, dentones, congrios, morenas, cabrachos, besugos e incluso se puede llegar a enganchar alguna langosta! Sin duda, es un arte que permite al pescador regodearse con capturas que ascienden vivas del abismo y que llegan frescas a las cofradías.