Jose Antonio García lleva 18 años dedicado a la impermeabilización de edificios junto a su socio y hermano. El pasado mes de octubre, esta sociedad se rompió y, desde entonces, sigue adelante por su cuenta en su empresa José Antonio Balegar.
Agradecido por la fidelidad de sus clientes, que siguen confiando en su profesionalidad, atiende a las preguntas de Periódico de Ibiza y Formentera en la azotea del edificio Rialto, donde está trabajando estos días.
Esta época le ha traído a José Antonio más cambios de los habituales. Ahora, en solitario, con un empleado a su cargo, sigue trabajando encargo a encargo, mientras afronta los gastos y vicisitudes burocráticas que supone poner en marcha una nueva empresa desde cero. Para arrancar cuenta que ha hecho una buena inversión en publicidad y en poner en marcha la página web, a la que hasta el momento no le había hecho el caso que se merece, más en los tiempos que corren.
La crisis, cómo no, también está afectando a su gremio. De esta manera, Jose Antono ha tenido que ver cómo algunos clientes han paralizado proyectos a la espera de que mejore la situación. «Con la incertidumbre que hay este año con el coronavirus, la gente se está guardando el dinero a ver qué pasa», afirma José Antonio. Y es que la inversión para impermeabilizar un tejado es importante. Tal como comenta García, «hoy en día, con la cantidad de gente que está en paro ya es bastante complicado cumplir con las cuotas, como para pedir una derrama para hacer obras». Así admite que clientes como administradores de fincas o constructoras han paralizado los encargos durante la pandemia.
Trabajo
Sin embargo, el impermeabilizador no se queja de falta de trabajo, «estoy trabajando más o menos igual, gracias a Dios» afirma antes de matizarse a sí mismo: «Gracias a Dios, a mi trabajo, a mi profesionalidad y a la confianza de mis clientes». Desde octubre pasado, que se separó de su socio, asegura que ya ha realizado «ocho o nueve obras, casi todas pequeñas».
Sí se queja sobre la cantidad de dinero que acaba yéndose en impuestos y burocracia. «Trabajas para el gobierno», lamenta. También se queja del intrusismo que también sufre su sector. Habla de «mucha gente de la Península que tira los precios y trabaja con materiales más baratos pero de peor calidad», según afirma. Pone como ejemplo la tela asfáltica que él está usando «de cinco kilos con filtros de poliéster, mientras que otros usan la de cuatro kilos con fibra de vidrio, que sale mucho más barato pero con es mucho menos resistente», explica.
Otro factor que apunta al respecto, y que aprovecha para poner en valor a los profesionales locales de toda la vida, es la garantía que se ofrece de 10 años: quien no está establecido, no puede asegurar la garantía mínima ya que «se van de Ibiza y no pueden responder si hay algún problema, entonces es cuando me llaman a mí».
Futuro
Sobre el futuro, no acaba de verlo claro, «veo ‘la cosa' muy rara. Nadie quiere invertir, como no se solucione un poco lo de la pandemia no sé qué va a pasar», afirma. No descarta recuperar el oficio de jardinero que desarrolló profesionalmente hace años en Madrid o, incluso, el de pintor en el que también tiene cierta experiencia: «Hay que ampliar el abanico para pasar este bache», asegura. «Este trabajo es muy inestable, a lo mejor haces tres encargos en un mes, pero después te pasas meses sin que nadie te llame; siempre hay que ir guardando para las vacas flacas», explica José Antonio, quien, de momento, no tiene agendado ningún encargo más allá de dos meses.