Convencidos de que el negocio que heredaron de sus padres se debe modernizar y con la certeza de que Sant Antoni se encamina hacia un turismo de mayor calidad, los hermanos Pilar y Toni Boned Tur, con el apoyo de su familia, están a punto de finalizar una reforma integral del Hostal Rita, en el centro del pueblo.
Esta antigua pensión, una de las primeras de Sant Antoni, tuvo su origen en 1958 y ahora ha sido sometida a una renovación completa en todas sus estancias, en consonancia con el uso de materiales sostenibles y las demandas del mercado.
Después de muchos meses de obras, pandemia de por medio, el resultado es un establecimiento urbano moderno, con encanto, un hotel boutique con un trato esmerado y directo y una decoración que desvela el apego de sus propietarios a la tierra ibicenca, a los elementos que transmiten una identidad.
El resultado son 25 habitaciones singulares, ocho de las cuales cuentan con balcón, que es uno de los elementos más llamativos por su decoración con troncos que se iluminan sutilmente por la noche y que fueron recogidos del campo tras la devastación que causó el tornado que se cebó con Sant Antoni y Santa Agnès en octubre de 2019.
«El bosque quedó muy triste, pero hemos recuperado muchos árboles caídos y los hemos adaptado para colocarlos en los balcones y para darles otras utilidades», expresa Pilar, que destaca asimismo el trabajo de su tío Blas, que se encargó de limpiarlos y pulirlos. La decoración es obra de Lina Gener, con la que acordaron la nueva imagen del hostal, «con una estética ecológica, natural y con un aire un tanto vintage, siempre aprovechando elementos naturales que se identifican con la isla».
«Hemos empezado de cero; todo es cien por cien nuevo: el mobiliario, las ventanas, la instalación de fontanería y electricidad, la insonorización acústica y térmica, y todo ello lo hemos hecho con materiales sostenibles», detalla con orgullo Toni, fotógrafo profesional y experto apicultor, más conocido como Ritu.
De ultramarinos a pensión
Estos días, Pilar y Ritu se afanan en rematar los detalles de un establecimiento completamente renovado que inició su andadura hace más de 60 años como tienda de ultramarinos donde se vendían productos a granel como lentejas, patatas o azúcar.
En sus inicios, cuando ni siquiera existían los cubitos de hielo, su madre, Rita Tur Costa, construyó una nevera con una caja envuelta de alquitrán que conservaba el frío. Compraba una barra de hielo y así servía las bebidas frías, una verdadera innovación que en aquellos años atraía a muchos vecinos que disfrutaban con sus refrescos caseros.
«No se sabe por qué razón, pero el caso es que un domingo se presentó la Guardia Civil y le puso una multa de 1.000 pesetas, que por aquel entonces era una fortuna», relata Pilar.
Su madre, muy enfadada porque en la tienda no vendía alcohol sino refrescos y botellas de gaseosa, se fue el lunes a reclamar a las autoridades porque consideraba que era una multa injusta, «pero le sugirieron que pidiera un permiso de bodega, y en una semana se lo tramitaron, y fue gracias a esa multa -que no hay mal que por bien no venga- cuando se dio cuenta de que podía montar una bodega, y así lo hizo».
Y funcionó. Y más tarde ya abrieron un bar y restaurante donde servían comidas. Primero empezaron en una planta baja y posteriormente fueron construyendo los pisos superiores como alojamiento.
En sus inicios como pensión, disponían de siete habitaciones y acogían a muchos trabajadores que venían de la península para el sector de la construcción, en pleno auge por aquel entonces. Aquí les daban pensión completa, y aún hoy muchos de aquellos primeros huéspedes que ya se han establecido en Sant Antoni recuerdan el buen trato que les brindaban Rita y Antonio.
Antonio Boned Riera, un maestro de obras que empezó de cero, y su esposa, Rita Tur Costa, costurera, llevaron las riendas del negocio hasta hace unos 20 años. Estaba considerado un hostal o pensión para trabajadores, pero pronto comenzaron a llegar turistas franceses, «un turismo maravilloso, y en verano trabajábamos mucho. Mis padres no paraban de trabajar y nosotros ayudábamos en lo que podíamos en las vacaciones hasta que nos fuimos a la universidad», rememora Pilar. Toni se fue a Madrid a estudiar Turismo y ella, a Valencia para cursar Derecho.
Con el cambio de siglo, su madre la llamó un día y le dijo que el negocio era muy duro de llevar. «A la pensión venía el turismo que frecuentaba Sant Antoni, y ya sabemos cómo era hace 20 años. Se les hacía cuesta arriba a los dos, pero a mí también me tiraba la tierra y me preparé durante un año para hacerme cargo del negocio», explica.
«Fuimos haciendo pequeñas reformas, no como la que nos hemos atrevido a hacer ahora, y como mi hermano también tenía mucho trabajo de fotógrafo, entendí que mi madre deseaba que volviera a Ibiza, y desde entonces lo he llevado con la ayuda de mi marido, y ahora, desde hace unos años, mi hermano también está muy implicado y ha transmitido toda la energía que necesitábamos para hacer un cambio radical, una reforma integral y orientada a otro tipo de público, con una estética que nos ha encantado».
El nuevo hostal Rita, que posiblemente se registrará como hotel boutique, en la línea de los establecimientos urbanos con encanto, es una apuesta para atraer a un tipo de turismo diferente y un paso más en el potencial de crecimiento de Sant Antoni, «que necesita cambios profundos pero que cuenta con mucha implicación de los jóvenes».
La inversión que han realizado ha sido más cuantiosa de lo que pensaban, pero los bancos les han respaldado. Su deseo de un turismo de mayor calidad, que aprecia lo original y el buen trato, se enmarca en ese empeño colectivo por mejorar la imagen del pueblo, que necesariamente pasa por una limpieza estética a fondo y el arreglo o embellecimiento de muchos edificios con fachadas desconchadas o paredes de bloque sin enlucir: «Se tienen que aplicar una serie de normas que nos obliguen a ir hacia un modelo mucho más cuidado porque Sant Antoni se lo merece; lo desea mucha gente, muchas familias ibicencas que han visto cómo ha evolucionado el turismo y ahora quieren mejorar», dice Pilar, que confía en que las instituciones adoptarán las medidas necesarias en este sentido, «pero hay que implicar a toda la ciudadanía para no dejar que existan estos edificios o lugares descuidados».
Pilar y Toni Ritu ya han cumplido este reto y confían que en pronto podrán abrir sus puertas. Además, la continuidad del negocio está garantizada con la ayuda de los hijos de Ritu: Sofía, de 27 años, antropóloga y estudiante de psicología, y Toni, de 25, licenciado en márketing y dirección de empresas, los nietos de los fundadores que arriman el hombro y que encarnan la tercera generación de esta familia emprendedora.