Fitur ha servido para devolver la ilusión al sector turístico. Los empresarios acarician la recuperación con la respiración contenida. La vacunación y los numerosos interrogantes que todavía están abiertos no permiten, lamentablemente, lanzar las campanas al vuelo, aunque sí alimentar la esperanza; no es poca cosa.
Mientras tanto, las autoridades sanitarias nacionales y autonómicas nos siguen desconcertando y cabreando con decisiones políticas que camuflan bajo pseudoargumentos científicos para engañarnos.
El episodio de la segunda dosis de AstraZeneca es un ejemplo. No el único.
Por alguna razón geopolítica que desconozco, el malo de la película es la farmacéutica anglosueca. Las autoridades sanitarias, no solo españolas, retrasaron la inoculación de la segunda dosis de dicha marca a los trabajadores esenciales menores de 60 años sin importarles no cumplir con el periodo que estaba establecido por la compañía. Fue una decisión política.
Y en base a un estudio realizado sobre únicamente 400 personas han decidido que lo mejor para la salud pública es que los pobres policías, maestros, profesores, bomberos y demás trabajadores de este colectivo sean tomados como cobayas y reciban la segunda dosis no solo de otra marca (Pfizer), sino otro tipo de vacuna (ARN mensajero).
El colmo del dislate es que, si no le parece bien esta opción al afectado puede ponerse AstraZeneca bajo su responsabilidad, como si con las otras no fuera también bajo nuestra responsabilidad, ya que, no lo olvidemos, la vacunación es voluntaria.
De las tres opciones, no ponerse la segunda dosis (está demostrado que la primera ya inmuniza y reduce de forma notable el riesgo de acabar ingresado y, mucho más, de fallecer), ponerse la segunda de AstraZeneca o ponerse la de Pfizer, la que menos garantías ofrece es precisamente la que ha tomado Sanidad, con la oposición de no pocas comunidades autónomas y colectivos médicos y científicos. Si lo que querían las autoridades con sus decisiones políticas era confundir, perder credibilidad y generar desconcierto, lo han conseguido.
La preocupación ahora es disponer de suficientes dosis de AstraZeneca en previsión de que los ciudadanos demuestren más sentido común que nuestros gobernantes.
Retrasar la segunda dosis.
Por si no fuera suficiente para desconcertarnos del todo, nadie ha levantado una ceja todavía ante la evidencia de que la efectividad de Pfizer crece si se retrasa el periodo de inoculación de la segunda dosis hasta los tres meses. Probablemente no sea suficiente la base del estudio para demostrar categóricamente dicha afirmación, como tampoco lo parece el de mezclar medicamentos.
Además, el quid de la cuestión no es si se incrementa o no se incrementa, la pregunta que debemos hacernos es si es suficiente con una dosis para evitar ingresos hospitalarios y muertes en un entorno con restricciones horarias y sociales, con mascarilla todo el día…
Segunda oportunidad.
El Govern no ha querido presionar al Gobierno para que llegaran más dosis a las zonas turísticas. Este debate está perdido y es perder el tiempo insistir. El que no está perdido todavía es el de la segunda dosis y es urgente tomárselo muy en serio. Humildemente, lo pido.
Retrasar la segunda vacuna a las personas menores de 65 años, por ejemplo, permitiría poner antes la primera dosis a personas más jóvenes que podrían disfrutar de una protección suficiente para no acabar en el hospital o el cementerio, lo que permitiría que la sociedad estuviera más protegida para la avalancha de turistas que se prevé tendremos este verano y para generar más tranquilidad en los mercados emisores.
Hemos de convivir con el virus de la mejor manera posible, y si queremos turistas, deberemos empezar a plantear más pronto que tarde levantar estas absurdas prohibiciones políticas. Para ello, cuanto más gente esté inmunizada con una dosis, mejor.
Veremos si el Govern es más diligente en este ejercicio que en reclamar la prioridad en la vacunación y si se atreve a tomar esta decisión tan política como las otras que toma a diario.
Control de accesos.
A partir de este domingo permitimos que entren libremente a los españoles que hayan recibido una primera dosis o vengan de zonas de baja influencia y a los que no cumplen ninguno de los dos requisitos, les eximimos de hacerse una PCR como hasta ahora y solo les pedimos un test de antígenos.
Se trata de otra decisión política, como la de AstraZeneca y como la de Pfizer, sin aval científico y fácilmente desmontable: que uno esté vacunado con una sola dosis no quiere decir que no pueda contraer la enfermedad y transmitirla; que venga de zonas con baja influencia no quiere decir que no esté contagiado; y que dé negativo en el test de antígenos no quiere decir que no tenga la enfermedad y que, por lo tanto, la pueda transmitir. Es menos que nada, obviamente, pero riesgo de que vengan personas de fuera a contagiarnos, haberlo haylo.
En cierto modo, es un efecto placebo inevitable porque es imposible, y mucho menos a estas alturas, hacer PCR a todo viajero que entre por puertos y aeropuertos, ya que el caos sería histórico y no estamos preparados para ello porque decidimos políticamente no estarlo.
Galimatías.
También es una decisión política que en Menorca puedan sentarse seis personas en una mesa de un restaurante, en Formentera, ocho, y en Ibiza y Mallorca, solo cuatro, que en las dos primeras solo se permita el 50% del aforo de las terrazas y en las otras dos, también si no hay terraza, pero solo un 30% si no la hay, que Formentera pueda cerrar a las 23.30, pero el resto lo haya de hacer a las 23 horas, cuando el toque de queda es a medianoche. Todo ello cuando las reuniones en interiores pueden ser de seis y en exteriores de ocho. Y que el comercio haya de cerrar a las 22 horas cuando hay gente por la calle hasta las 00.00.
Se me ocurren pocas maneras de hacer más el ridículo estando todas las islas en fase 1.
Cada vez tengo más claro que detrás de este galimatías está el único interés de evitar el crecimiento de la incidencia acumulada balear y la población de Formentera, que comparte área de salud con Ibiza, y Menorca pesa poco en el conjunto de Baleares. Ibiza pesa más pero no tanto como para permitir más laxitud, pero ayuda al Govern a cabrear menos a los mallorquines que tenga las mismas restricciones con la excusa del antecedente de la tercera ola.
Todo ello para lograr llegar a la apertura en las mejores condiciones, tal como necesitan los grandes hoteleros y turoperadores, que son más o menos la misma cosa, estrategia que está ejecutando a la perfección Iago Negueruela con el apoyo de patronales y sindicatos.
Tira y afloja entre Ocio y Govern.
No creo que nadie en su sano juicio vuelva a cuestionar la importancia del ocio para Ibiza. Fitur lo volvió a constatar, ya que la pregunta más repetida durante la feria ha sido ¿cuándo abrirán las discotecas? También lo sabe el inspector de trabajo en excedencia. Como buen gallego, se mueve en la ambigüedad. Necesita que el sector del ocio anime las reservas, pero no quiere que una apertura fallida arruine el plan. Sí pero no.
Esta semana se retomarán las negociaciones entre el Govern y Ocio de Ibiza para fijar fechas para sendas pruebas piloto primero en exterior y luego en interior y de la reapertura en las condiciones de seguridad que se fijen.
El conseller de Turismo quiere que la apertura se retrase hasta el mes de agosto. Ocio de Ibiza quiere que la apertura en exterior sea para la primera quincena de julio y el interior, en la segunda.