Arquitecta y diseñadora de interiores, Eva Palao es la creadora del remanso de paz con el que la emblemática joyería catalana Rabat ha desembarcado en el Paseo de Vara de Rey de Ibiza. Ubicado en los bajos del Hotel Montesol, el establecimiento acaba de abrir sus puertas en la isla y lo ha hecho con un diseño en el que destacan los materiales nobles, los colores cálidos y, sobre todo, las joyas de una marca que en sus algo más de cuatro décadas de existencia se ha convertido en símbolo del lujo más elegante. Casada con Jordi Rabat, hijo del creador de la marca, Esteban Rabat, Palao se confiesa orgullosa del resultado de su trabajo en Ibiza. Ha recuperado el terrazo para simbolizar la arena de las playas y lo ha combinado con el mimbre y el yute para no olvidar a la naturaleza. Es un escenario sencillo en el que las joyas, con diseños atractivos y nada estridentes, destacan por ellas mismas. Es la Ibiza de siempre en un espacio en el que, como explica la responsable de su diseño, se dan la mano «el pasado, el futuro, los amigos y la familia».
—Rabat acaba de desembarcar en Ibiza y usted, que es arquitecta y diseñadora, es la responsable del diseño de este espacio tan atractivo. ¿Cómo se siente ahora que ya es una realidad?
—Me siento súper orgullosa. Estamos muy contentos con la tienda, con cómo ha quedado, con el recibimiento que estamos teniendo... La verdad es que está siendo una acogida muy bonita. Se notaba que Ibiza quería una joyería de alta gama. Faltaba esta oferta. Así que estamos muy contentos.
—El espacio es muy ibicenco pero, a la vez, tiene reminiscencias de otros lugares.
—Sí, queríamos un estilo totalmente ibicenco pero sin dejar de tener el lujo que es una joyería. Eso es algo que no se puede perder y que está reflejado en cuestiones como los materiales, que son nobles.
—Ibiza es un buen sitio en el que inspirarse.
—Sin duda. A mí me gusta mucho el mar, soy muy de mar. Y nosotros llevamos viniendo varios años a la isla. A mis hijas les encanta y Jordi [Rabat, su esposo e hijo de Esteban Rabat, el creador de la marca] viene desde que es muy crío cada verano. Hemos tenido Ibiza siempre en la cabeza y sí, es un sitio que inspira. Te bastan los reflejos, las playas, las calitas... la verdad es que me encanta.
—¿Ha diseñado usted alguna joya para Rabat?
—¡No, qué va! De esto se encarga Jordi con un equipo. A mí me pregunta si me gustan o no o si añadiría algo. Entonces, yo aporto las pequeñas opiniones. Me gusta que me pregunte, pero se encargan más Esteban y él.
—La verdad es que el resultado de su trabajo en la joyería de Ibiza es fantástico. Sin ser experta, no sé si le voy a decir una burrada, pero da la impresión de que también se trata de un espacio en el que resulta fácil adaptarse a nuevas corrientes.
—No exactamente. Hay elementos como el terrazo, que hemos utilizado en la tienda de Madrid. Pero son diferentes. El de allí es más moderno y aquí lo que queríamos era que se pareciera a la arena de la playa. Lo hemos hecho bastante más cálido y se ha conseguido. Antes utilizábamos madera en el suelo y se estropea mucho. Y la directora de la tienda de Ibiza me explicaba que muchos clientes llegaban con arena en los pies. Y dije: «¡Pues vamos a crear la arena!» (risas).
—Es curioso porque el terrazo es un suelo que tiene muy mala prensa.
—Sí, pero ahora está muy de moda y la verdad es que tiene muy buen resultado. Valentino lo utilizó en la remodelación de todas sus tiendas y yo decidí hacerlo en la de Madrid y el resultado es fantástico. Es un suelo que gusta, de mantenimiento fácil, es agradable... La verdad es que yo ahora me he enamorado y eso que mi madre me decía que, si mi abuela me viera con este suelo, me mataría (risas). Lo cierto es que el terrazo ha evolucionado mucho y ahora es muy diferente. Antes, por ejemplo, había terrazo multicolor, muy denso y complicado. Pero ya le digo que está funcionando de maravilla.
—¿Cada una de las tiendas de Rabat tiene su propio estilo o mantienen todas la misma línea?
—Antes sí, tenían todas la misma línea pero, con la apertura de la tienda de Madrid, hicimos un cambio más orgánico, más femenino, más sinuoso. Las tiendas eran antes más clásicas, con más dorado y negro. Pero quisimos empezar el cambio con Madrid y nos ha ido muy bien. Es más fresco y ahora mismo estamos en proceso de cambiar el resto.
—A la hora de diseñar un espacio como este, ¿cómo influye el potencial cliente de Rabat para que usted se decida por un material u otro?
—Yo me siento como clienta y, junto con el equipo, intentamos pensar qué es lo que toca en ese momento. Sobre todo, queremos que el cliente se sienta como en casa, que esté a gusto. No queremos ser una joyería con barreras, todo lo contrario. Nuestro principio básico es que los clientes sean amigos y, a partir de ahí, intentamos buscar materiales artesanos, como las cerámicas. En Madrid, por ejemplo, el terrazo es continuo, manual y hecho todo a medida. Aquí tenemos los yutes, los mimbres... Nosotros hacemos joyas y yo me imagino a los joyeros trabajando en eso y también a los artesanos trabajando el mimbre.
—¿Es una vuelta a un pasado acogedor a través de los materiales?
—Sí, pero, aun así, la tienda de Ibiza se ve moderna y fresca. Esta relación de pasado, futuro, amigos y familia es muy bonita.
—Rabat es alta joyería y eso a veces hace que posibles clientes se echen atrás porque creen que no van a poder acceder a este tipo de joyas. Pero usted me habla de un concepto totalmente diferente.
—¡Ojalá que nadie piense así! Nosotros vamos totalmente en otra dirección. Nosotros tenemos producto para todo tipo de clientes, desde un detallito para unas amigas a un regalo para una pedida o algo más importante. Nos gusta adaptarnos al cliente.
—¿Y qué joyas nos recomendaría para el día y para la noche aquí en Ibiza?
—A mí me gusta mucho el oro para el día. Sobre todo, nuestra colección Gold Essentials. Tienes criollas, cadenas... Y combinado con coral o turquesas, es algo que veo muy de aquí. Para por la noche tenemos la nueva colección Rainbow. Son zafiros de diferentes colores y es también muy bonita. Tiene muchas formas y le da color a la noche. Eso es la Ibiza de noche. Tiene color, tiene vida. Es una colección muy alegre.
—¿Qué línea hay de unión entre la arquitectura, el interiorismo y la joyería?
—Todo es arte, todo es pasión, todo son líneas, facetas, curvas... Cuando tú tallas un diamante, estás haciendo un miniespacio. Cambian las dimensiones y los materiales, pero tiene una relación. Cuando mi marido era pequeño quería estudiar arquitectura pero, al final, hizo Empresariales. Sin embargo, él sigue teniendo este punto del arte. Es más, dibujamos juntos, yo le enseño espacios, él me enseña joyas... Son sinergias muy bonitas.
—Ustedes vienen de una Cataluña que, a principios del siglo XX, estaba inmersa en el Noucentismo y eso se reflejaba en edificios maravillosos y joyas aún más espectaculares, como también sucedió durante la etapa modernista.
—Sí, es cierto. Las joyas de aquella época son espectaculares. A mí me gusta lo moderno pero cada época tiene su punto. En aquellos momentos la joyería era diferente. Ahora se diseñan líneas más finas.
—¿Eran más arriesgados entonces?
—Hay de todo. Si usted se va a según qué tipo de joyería más oriental, encontrará cosas muy exageradas y despampanantes. Pero te tienes que adaptar a donde estés. Ya dicen que donde fueres, haz lo que vieres. Nosotros tenemos un estilo fresco y alegre pero nos vamos adaptando a cada momento.
—¿Y el COVID-19 les afectará en esa mentalidad de adaptación? ¿Puede salir de la pandemia algo que influya en el diseño?
—La verdad es que no. Yo lo olvidaría y pasaría página. La gente tiene ganas de volver a estar bien, positiva y alegre. Y en eso las joyas ayudan. Es verdad que hemos pasado esto, que ha sido duro, que ha habido gente que ha perdido mucho. Pero también queremos volver a salir, volver a ser nosotros, volver a juntarnos, a no llevar las máscaras, a lucirnos. Hemos de apoyarnos en eso y nosotros esperamos poder ser de ayuda para que la gente pueda sentirse más guapa.
—Una joya siempre es un buen regalo y, en momentos como este, mucho más. Su espacio en Ibiza es precioso y transmite sobre todo calma y paz.
—Es lo más bonito que me puede decir. Entrar en un sitio y sentirse bien es lo mejor.