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La crónica

Ciencia, copas y rock&roll

Familia Marí Mayans y Hard Rock Cafe crean una carta de bebidas a beneficio de la Asociación Elena Torres

Una camarera prepara un cocktail. | Marcelo Sastre

| Ibiza |

El cocktail bebe de la magia del momento y hay que beberlo mientras ríe ante ti. Por eso no puede prepararse previamente, ni mucho menos esa aberración de venderlo embotellado. Hacen falta alegría, amore, ritmo y buenos ingredientes para que entre en el torrente sanguíneo como una catarata de felicidad.

La cultura occidental del siglo XII encontró en el alcohol –término árabe que hace referencia al Espíritu Sanador— la piedra líquida filosofal que actuaría como plataforma etílica al Renacimiento. Fue un momento gozoso que coincidió con el amor a la Dama de los trovadores; y sus principales alquimistas fueron los geniales Ramón LLull y Arnau de Vilanova.

Sobre estas líneas, Mari Carmen Gutierrez, Stefano Miramonti y Montse Monsalve. Fotos: Marcelo Sastre.

Por eso me alegra la unión a modo de cocktail fraternal (aunque asuste a puritanos abstemios que temen caer bajo el influjo de lo mágico) de la valiente Asociación Elena Torres, la familia Marí Mayans y Hard Rock Café Ibiza. Ciencia, copas y rock&roll.

Proyecto solidario
El proyecto es tan embriagador como solidario y ajeno a cualquier hipocresía. Una nueva carta de cócteles –los probé todos y todos me encantaron. ¡Gracias, Claudia!—celebran el amor a la vida y combaten el miedo y el odio de una enfermedad terrible al mismo tiempo que recaban fondos para la mejor ciencia. La asociación Elena Torres financia un revolucionario proyecto del CSIC para la detección precoz contra el cáncer con un análisis de sangre. La investigadora Priscila Monteiro Kosaka lucha por conseguirlo y abre una senda de esperanza maravillosa.

¡Y podemos colaborar brindando!: El Mojito Payés es fresquísimo y coqueto, como una sirena que entona un dulce canto que salvará a los marino en vez de llevarlos a pique. A Ligura, la sirena de Lampedusa que hoy prefiere nadar por las Bledas, le encantaría.
El Tony Manzana es lujurioso y tiene un toque de paraíso perdido que se presenta de nuevo a nuestro alcance. Ya decía Mark Twain que para Adán, el paraíso estará siempre donde se encuentre Eva. Pero recuerda que aquellos que cuentan los costes del gozo no pasan más allá del limbo.

El Oro Oscuro aporta el sabor de jengibre jamaicano, que siempre se ha aderezado muy bien en la Ibiza que conoció Bob Marley y cuya esencia, como todo lo bueno, prevalece. Es exótico y gustaría a los navegantes cartagineses que dedicaron la isla de Ibiza al cachondo dios Bes.

La magia de las hierbas
La base de estos tres cocktails son las embrujadas hierbas ibicencas de Marí Mayans, la romántica empresa pitiusa que conquista el planeta dipsómano con buenos tragos y mucha imaginación. El otro que probé fue uno de mis clásicos favoritos: el Palo con Ginebra, un poco de limón, sifón y unas gotas de angostura. Es una de las mejores copas matutinas del mundo y sus dosis depende el hándicap de cada bebedor. Permite admirar el resto del día con unos colores más vivos y la mirada se hace más honda, como si fueras Audrey Hepburn de vacaciones en Roma o en vespa por Formentera.

Las buenas copas abren las mejores confidencias y agudizan el olfato sabueso de los periodistas. Mari Carmen Gutierrez me contaba cómo llegó a Ibiza en el 72 y se estrenaba con las hierbas de San Carlos de Peralta. Montse Monsalve, chispeantes ojos verdes tras el atrezzo de la mascarilla, revoloteaba por las mesas con su simpatía arrolladora. Stefano Miramonti, como buen barman del sur del Tirol, nos tentaba también con un rancho rockero –siempre es bueno picar entre copas— para armonizar la euforia alcohólica.
Realmente este cocktail de ciencia, solidaridad, alcohol y rock armoniza muy bien con las hedonistas Pitiusas. Quien ama el placer ama la vida; el corazón generoso siempre presta ayuda en la vorágine vital. Y con pasión y alegría es como se hacen los mejores descubrimientos. Ya decía el marqués de Bradomín, el Don Juan más admirable que era feo, católico y sentimental, que aprender a sonreír había sido la mayor conquista de la humanidad.

Así que grito ¡bravo! por esta embriagadora iniciativa que se aleja de cursiladas o hipocresías. ¡Por allí resopla la ballena blanca de la Ibiza eterna! Con la bravura del que reta al peligro con una sonrisa en los labios. Porque la aventura –y eso lo saben los que tienen corazón romántico y cabeza clásica—es la mejor forma de robarle tiempo a la muerte.

Y ahora pienso que me he ganado otra copa.

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