Esther Rincón cogió el domingo el vuelo de las 6 de la mañana de Barcelona a Ibiza. Era el primero disponible desde que recibió la llamada de su hija, pasajera del buque San Gwann junto a su marido.
Su hija la llamó a las 21:45 horas. «Me dijo, mamá, hemos chocado con algo, no sabemos lo que ha pasado pero hay mucha gente en el suelo herida, mucha sangre y un niño convulsionando. Hemos salido todos volando. Entonces le dije que se pusiera el chaleco salvavidas y se quitara los zapatos y se fuera a la cubierta para poder tirarse al agua si hiciera falta».
En ese momento Esther llamó al 112, a las 21:49, que le pasó con Salvamento Marítimo. «En Salvamento Marítimo me dijeron que todavía no sabían nada de este accidente y nadie les había dicho nada. Me pidieron el teléfono de mi hija y yo pedí que se activara de forma inmediata el plan de emergencia».
Esther Rincón es enfermera y se muestra indignada tanto por la demora en el aviso a Salvamento Marítimo como por la falta de medios que había en el barco. «No tenían ni una camilla para el niño que estaba más grave, la hicieron con una cortina rígida que encontraron en el barco. Quede claro que la actuación de la tripulación fue impecable y estuvimos atendidos en todo momento. Pero luego, cuando llegó la lancha de los GEAS, tuvieron que saltar desde el ferri porque la escalerilla no funcionaba, gente con heridas abiertas, con esguinces cervicales…».
Ella buscó entonces la forma de volar a Ibiza cuanto antes para ayudar a su hija y su yerno en lo que hiciera falta y acompañarlos de vuelta a Barcelona y luego a Lleida, donde viven.
Lo harán en silla de ruedas. En el hospital les diagnosticaron un latigazo cervical y policontusiones, les dieron el alta a las 5 de la mañana del domingo pero volvieron a las 8. Su hija tenía también un esguince cervical. Las vacaciones se les acabaron de forma precipitada por un accidente del que ahora deberán analizarse las causas.