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Entrevista | Lluís Ferrer Ferrer l Escritor y experto en cómics

«El mundo del cómic y la ilustración tuvo, tiene y tendrá siempre censura»

La conferencia ‘La censura en el mundo del comic. De Wonder Woman a Charlie Hebdo' de Lluis Ferrer Ferrer hoy en el Teatro España de Santa Eulària se cancela por motivos personales

| Ibiza |

El Teatro España de Santa Eulària tenía pensado acoger hoy a las 20.00 horas la primera conferencia del ciclo Escriviure 2021 que organizan todos los años de manera conjunta la Associació d'Escriptors en Llengua Catalana (AELC) y el Ayuntamiento de Santa Eulària con la coordinación de la poeta y traductora Nora Albert. La tenía que impartir el experto en comics y escritor de cala Mastella, Lluís Ferrer Ferrer con el nombre de La censura en el mundo del cómic. De Wonder Woman a Charlie Hebdo pero se ha tenido que cancelar por motivos personales.

Esta conferencia tiene su germen en una que dio hace unos meses en l'Escola d'Arts d'Eivissa. Ahora la vuelve a retomar. ¿Es tan preocupante la censura en el mundo del cómic?
—Pues sí. Fue la directora de l'Escola, Marian Ferrer, la que me invitó a dar una charla a los alumnos. En aquel momento me pareció que podría ser interesante hablar sobre el tema de la censura en la historia del cómic y contra todo pronóstico fue un éxito mayor del que nadie pensaba. Por ello, ahora para Escriviure pensé que podría estar bien volver a tratar este tema porque, aunque mucha gente no lo sepa, sigue estando de actualidad.

La censura de la época obligó a Joan Escandell a quitar las armas del ‘El Capitán Trueno' y dejarlo solo en puños, Sin embargo, con ello parecía que los personajes estaban con el puño en alto, algo que encantaba a su autor, Víctor Mora.

¿Hay tanta censura?
—Sin duda. Censura en el mundo del cómic la hubo, la hay y la habrá siempre. Ten en cuenta que, aunque muchos no lo quieran ver así, es un arte mayúsculo que siempre ha tenido una gran influencia y una importancia capital en la sociedad. Y eso no gusta a todo tipo de grupúsculos de distintas ideologías o religiones y a muchos que han ejercido y ejercen el poder. Hay demasiadas personas a las que no le gusta que se digan las cosas claras ni que se critique, aunque sea con humor.

En un tema tan amplio, ¿desde donde parte su conferencia?
—Hablaré primero de los años 30 en España. Desgraciadamente parto de un hecho muy desgraciado que sucedió en nuestro país. En 1939 en una revista que se llamaba Bluff, el dibujante madrileño Carlos Gómez Carrera publicó un chiste gráfico en el que aparecía un joven Francisco Franco con una ristra de plátanos sobre la cabeza y el texto «El generalísimo, ¡Ay!, cuando veo de cerca ciertas cosas, ¡cómo me acuerdo de Marruecos!». Pues bien, lo que parecía un chiste sin más, no gustó a las autoridades de la época quienes cuando acabó la Guerra Civil decidieron detener a su autor, para llevarlo a prisión acusándole de rebelde y satánico, y finalmente acabar fusilándolo en el campo de tiro de Paterna, en Valencia, en 1940.

En el título de su conferencia se cita a Wonder Woman. Un personaje que ahora ha saltado al cine tras una larga trayectoria en el cómic. ¿Por qué la cita?
—Porque también es un ejemplo de censura. El personaje lo creó en 1941 William Marston bajo el seudónimo de Charles Moulton. Fue una persona muy peculiar que, entre otras cosas, mantenía una relación poliamorosa con dos mujeres con previo consentimiento de ambas y al que le gustaba mucho el sado y el bondage. Algo que transmitió, sin duda, al diseño de sus primeros años donde siempre buscaba la excusa para reflejar a las protagonistas en todo tipo de posturas y ataduras. Después, todo eso cambió durante los años 50 con la llegada del macartismo, una persecución hacia todo lo que se pensaba que podía ser comunista y que fue una etapa muy dura en Estados Unidos.

¿La adaptación actual al cine también ha sufrido parte de censura?
—Por supuesto. Cada vez se está tapando más a Wonder Woman. Solo hay que ver la evolución que ha sufrido el personaje de la primera a la segunda película. Y todo con la excusa de que, si tiene que luchar cuerpo a cuerpo, no puede ir con ese atuendo sino con una armadura que la tape más.

En España vivimos una terrible dictadura. ¿Cómo afectó esto a los dibujantes de nuestro país?
—Te puedes imaginar. En España se han visto muchísimos casos de censura, muchos de ellos desgraciadamente muy trágicos. Incluso, mi querido amigo, socio y uno de los mejores dibujantes de nuestra historia, el ibicenco Joan Escandell, sufrió durante muchos años los rigores de una censura que, si no fuera porque eran muy dura y cruel, en algunas ocasiones tenía tintes cómicos.

¿Por ejemplo?
—Pues con su personaje de El Capitán Trueno que Escandell dibujaba siguiendo un guión de Víctor Mora. Al principio no hubo ningún problema, pero luego en la década de los 70 hubo momentos surrealistas cuando al ministerio correspondiente se le ocurrió que era buena idea eliminar de los dibujos todas las armas u objetos que pudieran parecer violentos. Por ello aparecían solo los puños y en muchas ocasiones, cuando estaban en alto, parecían que iban a entonar la Internacional. Algo que, a Mora, comunista convencido, le encantaba.

Sin embargo, no solo las dictaduras y los dirigentes políticos han intentado censurar o callar a los dibujantes o a los humoristas gráficos. Siempre han estado en el punto de mira de violentos que no piensan como ellos…
—Desgraciadamente sí. Uno de los casos más graves en España fue el atentado que sufrió la redacción de la revista satírica El Papus en la ciudad de Barcelona en el año 1977. Mandaron una bomba en el interior de un maletín que al explotar acabó con la vida del conserje dejando además inválida a la secretaria. Se quiso acabar con la libertad de expresión pero no lo consiguieron. Lo más grave de este tema es que, aunque la autoría del atentado la confirmó un grupo de extrema derecha, finalmente no se condenó a nadie porque no se quería romper la frágil estabilidad de aquellos tiempos, cuando empezaba la democracia. Finalmente, el tribunal en cuestión decidió atribuir el suceso a un accidente laboral.

También fue muy grave lo que vivió la redacción de la revista Charlie Hebdo en Francia.
—Exacto. Lo que allí se vivió también es un claro ejemplo de a lo que se exponen algunos dibujantes. Desgraciadamente, también forma parte de esa parte negra de la historia. En este caso fue una portada de una caricatura de Mahoma la que indignó a radicales islamistas. Y todo porque la religión islámica prohíbe representarlo gráficamente.

Estados Unidos, un país supuestamente muy avanzado y referente en la historia de los cómics, también vivió ejemplos de censura.
—Claro. En Estados Unidos el ejemplo más claro y que marcó un antes y un después fue la cancelación de las series de cómics de terror e intriga de la editorial EC. Su tipo de viñetas repletas de sangre y humor que tanto gustaban a los lectores no convencían a ciertos políticos de principios de los 50 del pasado siglo que, sin consultar con nadie, decidieron censurarlas. De hecho, a partir de entonces, en todos los tebeos norteamericanos que se publicaron hasta de la década de los 90 del pasado siglo debía aparecer un sello que garantizaba que había pasado la censura previa.

¿Y países como Alemania, Bélgica y Francia, que usted siempre ha calificado como cuna del cómic a nivel europeo?
—Pues más de lo mismo. Precisamente, en Alemania también se dio un hecho curioso con nuestro querido Joan Escandell. Fue cuando a principios de los años 80 empezó a adaptar al cómic las historias de He-Man y los Masters del Universo. Y es que a un grupo de familias de aquel país no se le ocurrió otra cosa que denunciar ss dibujos ante el ministerio correspondiente acusándolos de ser, entre otras cosas, hiperfantasiosos y ultra violentos. Finalmente, consiguieron su objetivo y a los dos años y medio se cancelaron las historias.

Ahora, con el paso del tiempo, aquellos cómics son muy cotizados por los coleccionistas de media Europa...
—Claro porque al final se dio la vuelta al tema. Estos padres consiguieron su objetivo en ese momento pero ahora aquellas series de Escandell son muy buscadas y tienen una gran repercusión. Incluso, ahora la idea es que se publiquen todos juntos en una serie especial que incluya, además de los cómics en siete volúmenes, unos extras que tienen pinta de ser muy interesantes. Tanto que ojalá se traduzca al castellano.

Todo esto de lo que nos ha hablado hasta ahora se remonta al siglo XX. Estamos en el XXI. ¿Sigue habiendo censura?
—Hay autocensura que casi es peor. Es algo que, desgraciadamente empieza a ser cada vez más frecuente y eso no es muy positivo para la democracia ni para la libertad de expresión. Uno de los ejemplos más destacados de esto fue cuando la revista española El Jueves decidió autocensurarse una portada que había publicado horas antes en la que se veía al ahora Rey Emérito dar una corona llena de porquería a Felipe VI con una pinza en la nariz. Aquello fue tan sonado y criticado que incluso varios dibujantes que pertenecían a la revista decidieron abandonarla para acabar fichando por Mongolia, una publicación que sigue resistiendo sin importar lo que puedan decir de ella.

Entonces, usted como experto en el mundo de los cómics, ¿cómo ve la situación actual en España?
—Lamentablemente no muy bien. En pleno siglo XXI se siguen secuestrando portadas como la de El Jueves en la que se reflejaba a Felipe VI y Leticia haciendo el amor. Tampoco es muy bueno ver cómo determinados grupos políticos incitan al acoso a través de sus redes sociales a los dibujantes que han hecho según qué portadas o dibujos donde se les critican. Se amparan en un presunto delito de odio sin reparar que lo que hacen ellos es mucho peor.

Es que hay quien sigue defendiendo que el cómic no puede estar politizado y tiene que mantenerse al margen de todo ello…
—Y bien equivocados que están. El cómic, prácticamente desde siempre ha sido un fiel reflejo de la sociedad y con ello, les guste a unos y a otros, siempre acaba estando politizado. Por un lado y por otro, sin importar el color. Desde el Capitán América a Mortadelo y Filemón de Ibáñez, pasando por ejemplo por Paracuellos de Carlos Jiménez, para mí el mejor cómic nacional de la historia, o la genial Persépolis, por la que su autora Marjane Satrapi está perseguida en su país habiéndose tenido que marchar a vivir a Francia. Todo esto es parte de la propia esencia del cómic aunque eso no le guste a todo el mundo.

* La censura en el mundo del còmic. De Wonder Woman a Charlie Hebdo. Lluis Ferrer Ferrer. Cancelada.

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