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«Los ‘rohingya' son la minoría étnica y religiosa más perseguida del mundo»

Alberto Martos es el director del documental ‘Vivir sin país' que se presenta el domingo en Can Jeroni con una mesa redonda en la que participarán Razia Sultana, Tun Khin y Alberto Masegosa

El director tarraconense, afincado en Ibiza, Alberto Martos.

| Ibiza |

Este domingo a las 20.00 horas en el espacio cultural Can Jeroni de Sant Josep se volverá a dar un paso más en la visibilidad de la grave situación que vive el pueblo rohingya. Será gracias a una nueva proyección del documental Living without a country, vivir sin país de Alberto Martos que contará además con el valor añadido de una mesa redonda en la que participarán dos referentes de esta comunidad, Razia Sultana y Tun Khin, y el periodista, subdirector de la sección de internacional de la Agencia EFE y autor del libro Rohinyá: El drama de los innombrables y la leyenda de Aung San Suu Kyi, Alberto Masegosa.

Living without a country, vivir sin país fue dirigido entre 2018 y 2019 por el director nacido en Tortosa y afincado desde hace tiempo en Ibiza, Alberto Martos, en colaboración con Luna Alcántara, la productora ibicenca Pauxa Films, el director y compositor Miquel Àngel Aguiló y el ilustrador Jesús de las Heras.

Según explicó ayer Martos a Periódico de Ibiza y Formentera pretende «dar a conocer la limpieza étnica que realizó el ejército y la policía de Birmania entre 2016 y 2017 contra esta minoría étnica, de origen islámico, que residía en el estado de Rakáin, en el noroeste del país» ya que, según sus palabras, «es sorprendente la escasa repercusión mediática que tuvo en su momento y sigue teniendo actualmente».

Algo que según el catalán se debe a varios factores. «No es solo culpa de los medios de comunicación, ya que las agendas informativas están marcadas por otros temas y por conflictos que nos parecen más cercanos a nosotros, sino por una suma de factores en los que hay muchos intereses en juego». En este sentido, Martos denuncia que el gobierno birmano actúa con total impunidad, a pesar de que son muchas las voces que en Naciones Unidas, Estados Unidos, el Parlamento Europeo e, incluso, el Vaticano por boca del Papa Francisco han denunciado la situación. «China y Rusia tienen inversiones millonarias en la zona donde vivían los rohingya porque están construyendo gaseoductos y oleoductos para comunicar sus inmensos países y además tienen poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas lo que paraliza cualquier acción, decisión o denuncia».

«Más de 25.000 muertos»
Desgraciadamente, las violaciones, fusilamientos, quemas de poblados enteros o exterminio discriminado de ganado que se perpetraron entre 2016 y 2017 no eran algo nuevo. Según algunas fuentes esta persecución se remonta a los años setenta del pasado siglo, tanto por la dictadura militar como por los budistas nacionalistas birmanos, dejando más de 25.000 muertos.

Por ello, distintas organizaciones han descrito al pueblo rohingya como «uno de los menos queridos del mundo», siendo además, según Martos, «la minoría étnica y religiosa más perseguida del planeta». Incluso, «desde que se aprobó la ley de nacionalidad birmana se les ha negado la ciudadanía de este país, impidiendo que puedan moverse libremente o puedan acceder a la educación superior».

Algo que ha provocado que muchos hayan huido de Birmania hacia los campos de refugiados de Kutupalon, Teknaf, Hakim Para y Bulukhali en la vecina Bangladesh donde, precisamente, Martos y Luna Alcántara han rodado parte del documental Living without a country, vivir sin país recopilando testimonios en primera persona y grabando la situación límite que viven.

Actualmente se calcula que más de 700.000 hombres, mujeres y niños rohingya viven allí, aprovechando que comparten la lengua y etnia bengalí y la religión islámica. Una cifra que supone, según algunos estudios, «cerca del noventa por ciento de los 2.250.000 miembros de esta etnia que han podido ser contabilizados».

Según Save the children, sus condiciones de vida en estos campos son muy precarias en sanidad, salud, seguridad, nutrición, higiene o educación. Allí, «las viviendas están hechas de láminas de bambú y plástico que no resisten los vientos ni las lluvias» y «se vive entre el miedo al tráfico de personas, las drogas o los delitos violentos, ya que tareas simples como buscar agua o ir a la letrina después del anochecer suponen un grave peligro ante la falta de iluminación».

Además, Martos destacó ayer la situación dramática que se vive en Bhasan Char, «una isla artificial, aislada e inhabitada que emergió de la nada hace dos décadas y a la que el gobierno de Bangladesh decidió en diciembre de 2020 trasladar a la fuerza a miles de rohingya sin importarles que se suela inundar cada año cuando llega la época del monzón».

«Difícil solución»
Desgraciadamente, el director de Living without a country, vivir sin país asegura que el problema tiene «difícil solución», al tiempo que denunció «que con el silencio y el olvido del mundo occidental, miles de niños y niñas rohingya ya han pasado a formar parte de una generación perdida sin ningún tipo de esperanza por un futuro mejor».

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