Me encanta mi trabajo pero también me molesta cuando se nos ponen todo tipo de trabajara para llevarlo a cabo. Cuando prácticamente no te puedes mover. Somos periodistas y por eso tenemos que preguntar y observar para después contar a los lectores, oyentes o espectadores lo que ha sucedido. Algo muy complicado cuando todo está tan acotado y medido como sucedió ayer en Dalt Vila. Primero sin la consiguiente acreditación y después con ella apenas podías salirte de tu baldosa ni de tu espacio en la tarima. En momentos me sentí como esas estrellas del fútbol al que colocan a un rival para marcarle al hombre. Tanto que hubo que tirar de ingenio y algún contacto con el que ya tienes amistad después de tanto tiempo trabajando en la isla para que nos dijeran qué autoridades habían venido representando a las ciudades patrimonio de España y quienes iban a a saludar la reina. Después, lo de preguntar a los protagonistas y a la reina emérita ni por asomo para no salirnos del guión. Para no ser incómodos. Sonrisas, gestos de por favor... pero nada...
Incluso, para averiguar de qué hablaban entre ellos había que afinar mucho el oído y luego intercambiar lo que habíamos medio entendido con otros compañeros de prensa que estaban en la misma situación. Eso o a la carrera mientras nos conducían a la iglesia para estar en el minuto correcto en la puerta poder asaltar a algún político amable que nos dijeran que sí, que doña Sofía es muy amable, «que se preocupa mucho por las ciudades patrimonio» y que le había hablado de lo bonitos que son los atardeceres mediterráneos aprovechando que «ella es una enamorada del Mediterráneo y de Mallorca». Por cierto, el alcalde de Ibiza respondió a las dudas de la reina emérita sobre la posidonia.
Después, su majestad se llevó una tremenda ovación en el momento de su entrada en la Iglesia de Santo Domingo y se sentó en el centro del pasillo, en una especie de trono, desde donde disfrutó del concierto mientras los, compañeros de prensa y vídeo abandonaban discretamente el lugar cansados de no poder trabajar libremente. «Tranquilos que os pasaremos imágenes luego» o «no os preocupéis que en un rato os las podréis descargar de página web de la Casa Real». Gracias. Muy amables. Pero así no. Tener en todo momento unos ojos vigilantes detrás tuyo es incómodo y da la sensación de que no confiaban en que nos supiéramos comportar y acabaríamos molestando. Como si no tuviéramos experiencia o la fuéramos a liar en un evento tan importante. Una lastima porque con cosas como esta la imagen de la monarquía sigue estando muy lejana al ciudadano de a pie.
¡Ah!, y por cierto. Desde lo lejos y entre varias cabezas y cámaras... pude comprobar cómo su majestad iba muy elegante según comentaron otras compañeras que saben mucho más que yo de esto. Discreta y sencilla con su traje de chaqueta y pantalón negro y un fular marrón claro, tirando a beige. Mientras, entre los hombres ninguno se salió del protocolo con sus trajes de corbata y otras, desgraciadamente para ellas, no eligieron bien el calzado con algunos zapatos verdes de tacón de vértigo que les jugaron alguna mala pasada al salir del autobús. Eso o es que nadie les dijo que para subir Dalt Vila es mejor ir con un zapato más plano.