«Volveré…». Esta única palabra escrita con pintura roja en la habitación de Terje Heinoja, una estonia propietaria de una vivienda en la escalera 3 del edificio A de los Apartamentos Don Pepe, resume el sentimiento de la mayoría de los vecinos que este viernes, por orden judicial a petición del Ayuntamiento de Sant Josep, se vieron obligados a abandonar sus hogares a tan sólo siete días de una de las festividades más entrañables y familiares de Occidente, como es la Navidad.
Y es que, pese al dolor por tener que abandonar sus casas legítimamente adquiridas, las 29 familias que este viernes desalojaron las escaleras 3, 4, y 5, y las que el año pasado tuvieron que hacer lo mismo con las escaleras 1 y 2, están convencidas de que, más tarde o más temprano, la Justicia les dará la razón y los que les han puesto en esta situación deberán responder por sus decisiones.
Aunque la orden judicial, que ninguno de los desahuciados había recibido a fecha de este viernes, señalaba que el proceso de desalojo se llevaría a cabo de 09.00 horas a 20.00 horas, a las 05.30 horas de este viernes dos coches patrulla de la Guardia Civil cortaban la vía de acceso a los Don Pepe para hacer un cribado de la gente que accedía zona y antes de las 09.00 horas ya había empezado todo el proceso. En este sentido, muchos de los vecinos que ya no estaban alojados en el inmueble y que simplemente se acercaron para abrir las puertas de sus domicilios y dejar constancia ante la Policía Local de que la vivienda ya estaba vacía, denunciaron que no se les permitió el acceso por la vía principal y que tuvieron que acceder a la zona atravesando el bosque.
Además del control de acceso, otros cuatro vehículos del dispositivo especial enviado desde la Guardia Civil de Palma y tres patrullas de la Policía Local de Sant Josep, encabezadas por su jefe, velaban por el pacífico desarrollo del desahucio.
Mucho trabajo no tuvieron porque los vecinos, resignados ante la evidencia de que ya nada podían hacer para continuar en sus hogares, facilitaron la labor. La gris jornada se prestaba más a los llantos y abrazos entre personas desconsoladas, de los que se vivieron muchos, y a alguna muestra de frustración y rabia controlada, que también las hubo, que a buscar una confrontación con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
Mientras que los enseres de las últimas viviendas que aún quedaban por vaciar se amontonaban junto a los portales, los grupos de vecinos que se repartían por las zonas comunes de los Don Pepe recordaban el calvario que llevan sufriendo desde hace más de un año y coincidían en señalar a los principales «culpables» de su «ruina»: el ex alcalde de Sant Josep y actual conseller balear de Vivienda, Josep Marí Ribas, y al actual primer edil, Ángel Luis Guerrero.
Asimismo, coincidían en su principal miedo: que sus viviendas acabasen en manos de los okupas, y más aún cuando ya había uno viviendo en el local donde se ubicaba el bar. Una de las vecinas, Gloria Serna, tuvo la precaución de instalar una puerta antiokupas cuando se conoció la noticia de que el juez había autorizado en desalojo forzoso del inmueble. Por su parte el Ayuntamiento de Sant Josep ya tenía preparada una empresa para realizar el vallado perimetral del inmueble una vez que lo desalojaran todos los vecinos.
Tras una mañana llena de dudas, preguntas, llantos y abrazos, el bloque A de los Apartamentos Don Pepe quedaba desierto después de 65 años lleno de vida y cinco horas de desalojo. Una vida que los vecinos confían que vuelva a albergar.