Había ganas de fiesta y se hizo más que evidente este sábado en cualquier rincón de Santa Eulària des Riu. De hecho, minutos antes de las 11.00 horas, ya era difícil encontrar sitio en la iglesia de Es Puig de Missa. Incluso las balladores de Es Broll, el grupo folklórico de la localidad, se las vieron y se las desearon para poder encontrar asiento.
Como manda la tradición, las payesas siguieron la misa luciendo las mantellines, una pieza que, en su caso, tan solo utilizan el día de la fiesta patronal.
Había ganas también por parte del obispo Vicente Ribas, párroco de Santa Eulària hasta el pasado mes de diciembre. De hecho, arrancó su homilía asegurando que «añoro mucho estar en Santa Eulària»
«Creo que todos podéis imaginar la alegría que siento, la emoción que siento», dijo también.
Entre otras cosas, el obispo recordó cómo el pasado mes de diciembre un grupo de jóvenes de la parroquia –la Esquadra de Caramellers– viajó a Barcelona y, frente al sepulcro de Santa Eulària, le hicieron «una buena sonada en la que estábamos representados todos nosotros».
Tras recordar los martirios que sufrió la santa con tan sólo 13 años de edad, Ribas destacó que, como modelo de vida cristiana, «tenemos a una joven, a una mujer maltratada».
Según afirmó el obispo, a pesar de toda la leyenda y la historia que envuelve la figura de Santa Eulària, «en el fondo fue una mujer maltratada», un hecho que «no ha pasado de moda, desgraciadamente».
También recordó que, en Baleares, el pasado año se registraron más de 5.000 llamadas por temas relacionados con la violencia machista. «Es una lacra que viene de muy lejos», lamentó el obispo.
Sobre la mujer, Ribas explicó cómo el Papa Francisco, en una reciente reunión, había pedido a los prelados españoles que den a la mujer en la Iglesia «el lugar que les corresponde».
Pero en su homilía no sólo habló de esta problemática. También dedicó unos minutos al drama social de los afectados por los desalojos en el edificio Don Pepe. El obispo se dirigió al alcalde de Sant Josep, Ángel Luis Guerrero, asegurando que «en nombre de toda la sociedad ibicenca nos sentimos muy contentos y esperanzados» por la posible solución a la situación de estos vecinos.
Tampoco se olvidó de lo vivido durante la pandemia, destacando que ha provocado un «peligro muy grande a nuestra sociedad: el individualismo».
En la celebración se rezó por la paz en Ucrania y de hecho el capellán de la comunidad ucraniana en Ibiza, el padre Demetrio, acompañó al obispo en el altar. Ciudadanos de este país, muchos residentes en Santa Eulària, acudieron a los actos más tradicionales.
Lo vivido este sábado en Es Puig de Missa contrasta con el triste ambiente que se respiró en la localidad el pasado año, cuando a la misa solemne sólo pudo acudir un reducido grupo de personas y no hubo ni ball pagès ni otras actividades de celebración debido a la situación epidemiológica de aquel momento.
Sin duda este sábado la situación era completamente diferente. A la procesión con las imágenes de los santos por el Puig de Missa, le siguió el ball pagès y el reparto de orelletes por parte de los obreros de la parroquia. A excepción de algunas mascarillas en el exterior del templo, poco se diferenció la fiesta de este sábado a la de hace dos años, antes de la pandemia.
«¿Por qué las payesas miran todo el rato al suelo cuando bailan?», preguntaba una de las turistas del Imserso que no perdía detalle de las danzas tradicionales.
La alcaldesa Carmen Ferrer o el presidente del Consell d'Eivissa, Vicent Marí, felicitaban a los vecinos y destacaban la «alegría» que les suponía volver a celebrar con total normalidad el día de la patrona.
Pero la fiesta no sólo estuvo sólo presente este sábado en Es Puig de Missa. Mientras numerosas personas participaban en los actos más tradicionales, otras tantas disfrutaban de alguno de los más de 40 conciertos programados por todo el pueblo o incluso seguían con atención las pruebas de sonido de bandas como Morning Drivers, uno de los platos fuertes del día de fiesta.