Sólo hay unos gramos de semilla de trigo mollar blanc ibicenco en el mundo. Una variedad desaparecida en la Isla. Fue localizada en Estados Unidos. Cuando la localizó el agricultor Vicent Palermet quedaban sólo 50 gramos. Alguien la obtuvo en Ibiza por curiosidad científica y se la llevó a América. Gracias a ello pueden reproducir y recuperar la semilla en Can Marines.
Esta es una de las 419 accesiones (muestras de semillas) con las que trabajan Marina, Francisco y Josan. Son guardianes de este patrimonio que conserva el Banco de semillas, que cuenta con 31 especies y 77 variedades distintas de plantas hortícolas.
Marina Morán y Francisco Ruiz son los técnicos del variedades locales del Grupo Leader en Ibiza y encargados del Banco de semillas junto a Josan Aguiló, responsable de cultivos de Can Marines. Son lo herederos de una labor que empezó hace más de 15 años y que hoy día ya da sus frutos en forma de venta por parte de productores locales de variedades que estaban desapareciendo.
Con la ayuda del Consell d'Eivissa y la Asociación de Variedades Locales se está dando un gran impulso a verduras, legumbres o cereales propios de Ibiza, de cuyas semillas se puede pedir un préstamo.
Búsqueda de variedades
Can Marines es el centro de operaciones. Allí se almacena en una cámara frigorífica a 5 grados el resultado de años de trabajo. Fue en 2005 cuando empezaron las tareas para conformar el Banco de Semillas. Lo primero fue la prospección. Como el minero que busca la pepita de oro, los técnicos del Grupo Leader empezaron a buscar las semillas de variedades locales recorriendo fincas y hablando con agricultores. Un trabajo que llevaba a dar con el tesoro, aquella lechuga que se cultivaba en Ibiza hace años y ya apenas se encuentra o la variedad de trigo con la que la bisabuela hacía el pan.
Encontrar estas variedades no es un interés de coleccionista. Su desaparición en muchos casos fue debido a que las desplazaron variedades más productivas o que se dejaron de cultivar para centrarse en otras verduras.
Su importancia radica en que son variedades particulares muy adaptadas a las condiciones climatológicas de la isla. Eso hace que necesiten menos agua o que no requieren tantos cuidados. Por otra parte, durante muchos años se optó más por la cantidad del producto de las semillas de laboratorio que por la calidad del fruto de las semillas tradiciones.
Así, el primer trabajo es conservar y promover el uso de estas semillas, pero en paralelo se desarrolla una labor de mejora agronómica.
Ensayos agronómicos
Mediante procesos de selección en sucesivas cosechas se intenta facilitar a los agricultores semillas con las que esté garantizado el mejor fruto. «A veces me siento como si fuera Mendel», dice Francisco sonriendo respecto a esta tarea.
Se trata de un proceso de años que termina con la promoción del producto. Ahora mismo están en esa fase un cultivo de invierno, la col payesa, y cuatro de verano: el tomate de penjar, el pimiento blanco, el meló eriçó y la cebolla roja.
Para refinar una semilla y obtener esa selección óptima, son necesarios años de cosechas. Hay que ir refinando año tras año hasta obtener un producto que cumpla con los descriptores de una especie.
La col requiere al menos 10 o 12 años. Es una planta que hibrida muy facilmente con otras variedades. Su polen se mezcla con el de otras coles y la siguiente generación es una mezcla. En Can Marines llevan trabajando desde 2018 y ya están obteniendo buenos resultados con productores locales.
Para llegar a este punto se obtuvo semilla de diez agricultores de la que se acabaron seleccionando la de tres. Este año se plantaron 360 plantas de las que se seleccionaron 20 y de estas quedaron nueve para la siguiente generación que eran los mejores ejemplares para el cultivo al tiempo que cumplían mejor con los descriptores. «Desde 2018 hemos notado una enorme mejora. Se produce menos hibridación, las coles aguantan mucho mejor el clima y tienen menos plagas».
Otras plantas, como la lechuga, necesitan menos tiempo. En Can Marines tienen las variedades: negra, blava, camarroja y blanca. También se trabaja intensamente con las legumbres, por las que hay interés entre los productores.
Cultivo y cambio climático
Los ensayos agronómicos permiten, además de poder ofrecer una semilla de más calidad, aconsejar a los agricultores el mejor momento para su cultivo o las técnicas más adecuadas.
Sin embargo, con este trabajo, están comprobando el impacto del cambio climático en la agricultura. «Nos hemos dado cuenta de que los datos de los primeros ensayos agronómicos ya no nos valen, porque han cambiado las temperaturas. Entonces es un ensayo que tendremos que ir repitiendo cada equis años».