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BNP Entrevistes

El lamento de Cava de Llano: «Me entra tristeza cuando veo la situación política actual»

La conocida política repasa aspectos destacados de su faceta profesional, al tiempo que analiza el momento político actual

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María Luisa Cava de Llano (Barcelona, 1948) reconoce que se la ve feliz, una vez ha completado su amplia e intensa carrera profesional. Con el corazón ya en Ibiza, su amada isla, repasa en Bona Nit Pitiüsses Entrevistes con Toni Ruiz diversas cuestiones de interés.

—María Luisa o Maisi depende de para quién. ¿De dónde viene?
—En mi familia, todas eran María Luisa: mi tía, mi madre, luego yo y después mi hija. Así, una era Luisita y otra Marisina. A mí, precisamente, comenzaron llamándome Marisina y luego quedó Maisi. Cuando nació mi hija, me hizo gracia recuperar el nombre.

—¿Quién está autorizado a llamarla Maisi?
—Todo el mundo y, de hecho, todos me llaman así.

—Usted nació y vivió en Barcelona durante muchos años.
—Sí, hasta que me casé a los 23 años y vine a Ibiza, pero ya veraneaba aquí desde los dos años. Mi relación con la isla no es desde que contraje matrimonio, sino de mucho más atrás.

—Su padre, de hecho, era un gran enamorado de Ibiza y pedía que le mandaran a Barcelona la prensa de la isla.
—Era cuando la prensa era una página grande que se doblaba en cuatro. Recuerdo que me gustaba ver qué se decía.

—Ese vínculo con Ibiza provoca que acabe desarrollando su vida laboral aquí, ¿podemos decir que por amor?
—Por amor. Como soy una enamorada de la isla, siempre digo que uno no puede elegir dónde nace porque lo deciden tus padres, pero sí el lugar en el que mueres y en el que quieres quedarte. Yo digo que me quiero morir y quiero que me entierren en Ibiza porque es mi vida. Me ha dado toda la felicidad del mundo, ya desde que era jovencita con las amistades que tenía aquí y luego con mi matrimonio, hijos y nietos. Yo soy de Ibiza. Me hizo mucha ilusión cuando en el Consell me dieron la Medalla de Hija Adoptiva de Ibiza. Yo decía que era el único título que me faltaba para sentirme plenamente ibicenca. En el Código Civil los hijos adoptivos tienen los mismos derechos.

—Estudió Derecho, un máster y comienza a ejercer la abogacía, pero siempre con un ojo puesto en la política.
—Sí. Siempre he dicho que en mi vida ha habido dos pasiones: la Justicia y la política. La primera la pude desarrollar ejerciendo como abogada con el resto de cargos que he tenido. Sobre la política, vi que posiblemente se podía llegar hasta un punto, aunque en la abogacía, para alcanzar un punto más de ayuda o colaboración hacia los demás, podía conseguirlo si me metía en política y lo hice y hasta hoy.

—La política también le permitió ejercer la Justicia en diversos cargos, especialmente, en el de Defensora del Pueblo.
—Empecé pudiendo compaginar la política con el ejercicio de la abogacía. Estuve en el Ayuntamiento y en el Consell, en el Parlament balear e incluso en el Congreso de los Diputados. Sin embargo, llegó un momento en mi vida en que ser adjunta al Defensor del Pueblo requería dejar de estar en la militancia del partido y, siempre he dicho lo mismo -algo que también decía Enrique Múgica a quien yo quería muchísimo- el hecho de no estar afiliados, ni él al PSOE ni yo al PP, no significaba que tuviéramos una dejación en nuestra ideología política, que continuaba siendo la misma, pero sí que exigía un compromiso de neutralidad, de ejercer de forma absolutamente independiente y que nadie pudiera pensar que se favorecía a nadie. Entonces, durante 30 años pude compaginar. El día que tuve que colgar la toga porque juré como adjunta al Defensor del Pueblo tenía un doble sentimiento: por una parte, lástima y me daba mucha pena tener que colgar la toga. Por otra parte, pensé que también se hace justicia conciliando o mediando. Por tanto, he sido muy feliz y cuando fui Defensora del Pueblo, para mí ha sido la época en la que más realizada me he sentido.

—Es una figura muy desconocida la de Defensor del Pueblo, aunque en su oficina podían atender unos 3.500 casos anuales.
—Y no me extrañaría que incluso fuera alguno más. Cualquier persona y de cualquier forma uno puede dirigirse al Defensor del Pueblo, incluso con un escrito en papel higiénico si hace falta. Allí no hay protocolos ni reglas, en absoluto. Otra forma es que el propio Defensor del Pueblo vea una actuación e inicie una investigación. Yo he hecho mucho de eso porque se puede ayudar. El trabajo es muy amplio y tienes acceso a todos. Hasta los ministros están obligados a darte la información que pides porque, en caso contrario, cometen un delito. El tema no es baladí, es serio. Recibí críticas, patadas en la espinilla de esas que duelen, pero agradezco mucho a todos: a quienes hablaron bien de mí y a quienes lo hicieron mal porque me enseñaron muchas cosas y aprendí mucho.

—En 30 años habrá habido miles de casos, pero cuando uno se sienta en la silla como Defensor del Pueblo se dará cuenta de que el Estado no funciona como debería.
—Sí. La misión de este cargo, que conviene aclararlo, no es dirimir o actuar e intervenir en los problemas de los particulares entre ellos. Siempre es un control de las administraciones, de la del Estado, la autonómica o la municipal. Es importante que la gente lo sepa, porque pueden decir que no se les ha resuelto un caso.

—Fue Defensora del Pueblo cuando era presidente Mariano Rajoy. ¿Le costó muchos disgustos con su partido?
—Alguno y ya con Aznar, aunque no fueron disgustos. La persona que quiere ser Defensor del Pueblo debe olvidarse totalmente de si son unos u otros y actuar en beneficio de los ciudadanos. Yo actué en temas muy controvertidos como fue la atención a los migrantes en Fuerteventura, las condiciones en las que estaban muchos migrantes en toda España, y recibí alguna crítica, pero me daba igual porque no iba a cambiar mi forma de ser. Como lo sabían, tampoco se metían conmigo. Es más, en esto de Fuerteventura, yo critiqué el tratamiento que se les daba en cuanto a la asistencia jurídica porque me parecía atroz. Un abogado en una mañana igual veía a 200 migrantes. Esto no era correcto porque cada persona requiere de una atención pormenorizada. En una ocasión, un diputado de la oposición le dijo al presidente que una persona como María Luisa había dicho una serie de cosas. El presidente contestó que, si era así, seguro que todo era como yo decía. Hice lo que tenía que hacer y tengo la conciencia muy tranquila.

—Usted pretendía volver a Ibiza para iniciar otra etapa pero le proponen ser Consejera de Estado, otro organismo muy desconocido por la población. ¿Qué hace exactamente?
—Yo creía que había terminado mi vida política y que volvía a Ibiza y una noche me llamó Romay Beccaría, que era en aquel momento presidente del Consejo de Estado. Había tenido mucha relación con él y siempre me había mostrado mucho cariño y me comentó que acababa de hablar con Rajoy y Soraya y les he dicho que me quería en el Consejo de Estado. Le dieron vía libre y allí me fui. Es muy curioso, diría que es una institución silenciosa, es un centro de estudio y reflexión. Allí no se trata de salir en los medios, entre otras cosas, porque todos los que están allí son muy importantes y la única que no era importante era yo. Había ex ministros, ex presidentes o el Fiscal General del Estado y ninguno quería publicidad ni llegar a nada. Se estudia mucho, se reflexiona mucho, se conversa mucho y se concilia y así salen las cosas. Lo que más me duele del Consejo General del Estado es la situación actual. Tengo una edad en la que puedo decir las cosas como las pienso. Noté que algo comenzaba a fallar y era que determinado Gobierno, para evitar el informe del Consejo de Estado, obligatorio en muchos casos pero no vinculante, comenzó a saltarse el Consejo. Para ello, en vez de un proyecto de ley presentado por el Gobierno, el partido político al que pertenece ese Gobierno presenta una Proposición de Ley, con lo cual no pasa por el Consejo de Estado. Esto ha pasado en la Ley de la Eutanasia, tan importante, en la Ley de Educación o en todos los decretos firmados cuando el Covid. Se obvió al Consejo de Estado porque no interesaba su informe.

—Por tanto, el Estado ahora mismo cuenta con un organismo consultivo del que, en muchas ocasiones, prescinde.
—Efectivamente y me parece una pérdida para la sociedad española brutal. Cuando era adjunta o después Defensora del Pueblo, los informes del Consejo me los leía todos porque son muy interesantes. Perder todo esto es una lástima.

—En el terreno personal, ¿qué le ha aportado ser Consejera del Estado?
—Nunca pensé que podía llegar a nada. Me gustaba la política y empecé siendo concejal y luego llegué al Congreso, que ya era la bomba. Es un sitio muy importante porque siempre digo que uno recibe muchas lecciones de humildad ya que en tu territorio eres alguien, pero cuando llegas al Congreso somos muchos y allí eres un número. Luego me ofrecieron lo del Defensor del Pueblo, donde estuve 12 años de mi vida. Yo era una enamorada de la institución y pensé que era donde más podía hacer y luego estuve cinco años en el Consejo de Estado. Tengo la suerte de haber ostentado cargos en clave municipal o autonómica y eso te da una visión global de los temas. Muchas veces a esta gente que entra en política siendo ministro le falta una gran cantidad de base. Hay que ir subiendo poco a poco y conocer las cosas desde abajo. El problema es que tardas mucho y cuando llegas arriba estás ya hecho un vejestorio.

—Se me ocurren pocas personas con un bagaje tan amplio e interesante. Poca gente con esta fotografía del periodo, posiblemente, más importante de nuestra democracia. Tener esta visión desde diversos aspectos es un privilegio. ¿No es un pecado prescindir precisamente de esta visión?
—Creo que en la vida hay que dejar paso a las generaciones que también tienen derecho a ocupar estos cargos y a moverse en ese ámbito, aunque siempre estoy dispuesta a ayudar. Ahora, dentro de mi partido, el presidente sabe que puede contar conmigo para ayudar siempre y lo digo de corazón porque lo siento así. La política la llevas dentro hasta que te mueres. Ya dije que en mi vida había dos pasiones. En la abogacía he llegado más alto de lo que me pudiera figurar y en la política, estoy muy agradecida a la gente que ha confiado en mí y creo que he servido a todo el mundo con honestidad y haciendo todo lo que yo podía. Ahora estoy triste porque estuve muchos años apartada de mi familia entre semana. Venía los viernes y los lunes a las 8 de la mañana me volvía a marchar porque quería dejar una España mejor y contribuir con un pequeño grano de arena. Cuando veo la situación política actual, me entra una tristeza muy grande porque no es eso lo que yo quería.

—¿Cómo ve la constitución del nuevo Gobierno o esta situación que, desde hace años, a usted le incomoda?
—El Gobierno anterior, que ahora está en funciones, con la inclusión de determinadas personas ya me molestó, pero lo que se nos avecina con la investidura es insufrible para mí. Que Bildu forme parte del Gobierno, como lo va a formar, que los nacionalistas formen parte del Gobierno, que la gente que quiere destruir España esté en él, pero ¿qué me están diciendo?. Me parece atroz esto y me parece atroz que, para asegurarse la permanencia en un puesto, se estén colonizando instituciones que son sagradas. Todas las instituciones se están colonizando. He leído en un periódico que hasta Francina Armengol acaba de nombrar a un alto cargo del Gobierno como letrado mayor del Congreso. ¿Por qué?. Pues porque el anterior le ha hecho un informe contra la amnistía que no le gusta. Lo cambio, pongo a otro que va a decir amén a la amnistía y ya tengo otra cosa. Esto unido a la designación del Fiscal General del Estado o a esa chapuza que quieren hacernos ahora en el Consejo General del Poder General. Se está colonizando todo y llega un momento en que no puedo entender y me duele muchísimo. Tengo la esperanza de que Europa diga algo, porque parece que la investidura de Pedro Sánchez no le importa a Europa, pero cuando a cambio se está aprobando la Ley de amnistía que nadie entiende, ojo. Europa, en el Tratado de la UE, en su artículo 2 habla como valores europeos de la libertad, la democracia y la igualdad, y con este pastel que está haciendo este hombre se lesionan la igualdad y la democracia. Es alucinante lo de la amnistía, una cosa que no se puede hacer. Tiran adelante y me asusta lo que pueda venir.

—Se dice que la representación parlamentaria es un reflejo de la sociedad, pero creo que no estoy de acuerdo si miramos la talla política de un diputado de antaño, y da igual el partido, con lo que se ve hoy en día en el Congreso.
—Es lamentable la falta de respeto entre compañeros. Antes había un respeto entre compañeros, aunque no estuvieras de acuerdo con sus pensamientos, lo hacías desde el respeto total. Todo eso se ha acabado. Como ejemplo, pongo el día del juramento de la Constitución de la Infanta Leonor. Es una falta de respeto y me duele por el feo que se le ha hecho a la Casa Real y, por otro lado, que en el Congreso no hubieran estado algunos me produce una pequeña alegría. Si no quieren el bien de España, lo que tendrían que hacer es marcharse.

—La figura del Rey o la Casa Real no pasa por su mejor momento.
—Una cosa es el punto de vista personal, aunque el pueblo español debe estar agradecido al Rey Juan Carlos. Ha hecho cosas mal, pero me parece que ya las ha pagado porque con más de 80 años, está en Dubai y no puede venir, o cada vez que viene es como si lo hiciera el demonio. Estamos aceptando a todos los que vienen de fuera, hasta a Puigdemont vamos a aceptar que se fue el cobarde en un maletero, ¿y no podemos aceptar que venga el Rey? Me parece todo inaceptable.

—En clave autonómica y, también local, ha habido un cambio político aplastante en las últimas elecciones, ¿se lo esperaba?
—Yo creo que había bastante descontento y una inercia nacional a que esto fuera bien para el PP. Pienso que en el Consell se había hecho muy bien y se ha repetido y en los ayuntamientos que no estaban gobernados por el PP había una necesidad de cambio y se ha plasmado. Lo que ha sido magnífico es lo de Rafa Triguero. Ideológicamente estoy contentísima y creo que las cosas irán mejor.

—Ahora hay más mujeres en política. Usted habrá sido de las primeras mujeres en muchas cosas y fue la primera Defensora del Pueblo, pero todavía existe ese techo de cristal.
—Va cambiando porque, afortunadamente, va cambiando la mentalidad de la gente. Antes había funciones dentro del ámbito familiar que siempre las desarrollaban las mujeres. Cumplir con los temas familiares, con los profesionales y los políticos, es muy difícil cuadrar todo esto porque hacía falta un esfuerzo muy grande. No me atribuyo ningún mérito porque he tenido la suerte de tener ayuda en casa y admiro mucho a las mujeres que, no habiendo tenido esa ayuda, han tirado hacia adelante y han logrado hitos importantísimos. Queda mucho camino por recorrer.

—¿Cómo ve ahora Ibiza?
—La veo bien. Me preocupa la masificación y me gustaría más poder seleccionar el turismo y no que nos llegue toda la ‘purria' que muchas veces llega. Soy patrona de la Fundación Pachá y, siempre que tengo ocasión, digo que es muy importante dar la imagen de que aquí no se viene sólo a beber champagne o a las grandes juergas. La gente debe concienciarse de que hay necesidades sociales importantes y ojo con la masificación porque nos podemos quedar sin nada. Desde el punto de vista económico, Ibiza vive del sector terciario, del turismo, y posiblemente habría que comenzar a pensar en el sector cuaternario y tener otro tipo de fuente que no sea sólo el turismo. No sé qué exactamente, porque no soy experta en el tema, pero sólo vivir del turismo es correr un riesgo muy grande porque, si nos falla, nos vamos a pique todos.

—Desde el punto de vista climático, no es muy optimista el panorama que se nos dibuja y también el destino puede verse afectado por ello.
—Sí. El tema del cambio climático es importante, así como la concienciación social para que España siga siendo lo que ha sido hasta ahora, que es un paraíso para el turismo, pero para el turismo bien entendido. Este verano para mí ha sido agobiante y asfixiante y terrible, también por la aglomeración de gente. Creo que no había visto tanta gente nunca. Eso hay que racionalizarlo un poco, también los cruceros, que son muy bienvenidos, pero que lleguen de forma que no coincidan tres en un día porque es sobresaturar mucho la ciudad.

—En todos estos años de política en Madrid, ¿de qué presumía cuando hablaba de Ibiza?
—Dejaba muy claro esta misma idea que comentaba. Fuera, a la hora de subvenciones o colaboraciones, tienen la sensación de que no nos han de dar nada porque somos muy ricos y tenemos mucho turismo y todo es juerga. Luego, toda esta gente que gasta tantos recursos naturales como el agua, se nos va y nos quedamos nosotros y las cosas no son tan fáciles. Que es un paraíso lo sabemos todos, pero también tiene sus peculiaridades. Por ello, la Constitución ya tuvo muy en cuenta la insularidad y se habla de tener en cuenta el hecho insular, pero aquí no se tiene muy en cuenta porque piensan que todos somos muy ricos.

—Joan Marí Tur ‘Botja' habla de usted en su libro y comenta una anécdota de cuando usted fue alcaldesa accidental.
—El alcalde debía estar fuera y me llamó el jefe de la Policía Local y me dijo que habían encontrado una pareja de la tercera edad haciendo el amor en la playa. Me preguntó qué debían hacer y les dije que no les molestaran, que disfruten. Me salió del alma esa respuesta.

—En estos momentos, algunos antiguos presidentes del Gobierno, cada vez que hablan, dejan mucho que desear.
—Muchas veces en la vida ya hay que callar si ha pasado la época de uno. Sobre Felipe González, es curioso porque soy militante y mi partido es el PP, pero últimamente me veo en una situación en la que me estoy volviendo defensora del PSOE. Lo que hay ahora, para mí, no es socialismo, es ‘sanchismo' y me da mucha pena. A los socialistas los respeto mucho y he trabajado con ellos y contra ellos, pero desde el respeto. Con lo que no estoy de acuerdo es con el ‘sanchismo' y me da mucha rabia que los socialistas estén callados. He hablado con muchos y les he preguntado cómo consienten esto, que esto no es socialismo. Uno, muy conocido, me dijo que él había optado por una postura silente y que ya no habla nada en el partido, asegurando que incluso le daba vergüenza darse de baja. Yo le contesté y le dije que todos hacían mal puesto que deben decirle a ese señor que esto no es socialismo, que es una cosa muy respetable y que muchos admiran. Ser sanchista no. Vender España porque quieres ser presidente del Gobierno, darle cobijo a los de Bildu que han asesinado a gente del partido. ¿Dónde vamos a parar?

—En cuanto al ámbito internacional, el fuego vuelve a estar encendido en Gaza.
—Es muy difícil. Todos los organismos que son terroristas los repudio de entrada. Hamás, está clarísimo que lo son. Ellos iniciaron la ofensiva, en este caso contra Israel. Ahora bien, si valoramos si la respuesta de Israel es la correcta o no, la respuesta fue durísima, pero es que también el ataque lo fue. Al mismo tiempo, pido respeto para el derecho internacional humanitario.

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