La Av. Santa Eulària es toda una aventura para cualquier persona que por allí circule, en verano a cada paso hay estímulos ya sea por las luces, por los carteles de los comercios, las barcas, o la multitud de transeúntes que por allí pasan. Por otra parte en invierno es un lugar mucho más sosegado, con la mayoría de los comercios cerrados y un paseo por el que las personas pasan para ir a sus trabajos o en sus descansos acuden a tomar un poco de sol en los bancos que allí se encuentran. En una acera se halla el paseo con su parque, sus columpios y las famosas barcas que van hasta Formentera, y en la de enfrente todas las tiendas y restaurantes.
La vía, de 800 metros, comienza en la rotonda del Monumento al podenco ibicenco y termina en la esquina que colinda con la Av. de Bartomeu de Roselló, en la que empiezan las tiendas. En la única tienda náutica que hay trabajan Alejandro y Fernando, quienes llevan entre 15 años y toda la vida en esta avenida, que aseguran que está «exageradamente transitada», lo que significa que a los peatones se les hace «imposible pasar al otro lado», y sobretodo desde que «en la esquina quitaron el paso de cebra y los servicios para los transeúntes que salían del parking grande hacia el paseo». A la misma altura de este comercio, pero en la acera de enfrente, se encuentra la Cafetería de la Estación Marítima, y en ella trabaja Cindy, quien igual que Vicky y otros vecinos comparte su queja por la decisión de acabar con el paso de peatones y suma a ello las condiciones de la vía para ciclistas: «El carril bici está muy mal porque está muy levantada la piedra. Por otra parte falta un paso de peatones en la esquina, porque allí se acaba el carril y se junta todo, se cruzan coches, bicis, patinetes y personas» una situación que muchas veces termina en accidente de tráfico, «siempre se chocan y salen volando», afirma Cindy a este periódico.
Dalt Vila
Una belleza innegable es la antigua ciudadela amurallada de Dalt Vila que la avenida tiene el privilegio de visionar a lo lejos, lo que Silvia catalogó como «la entrada romántica a Vila» y Elisa como una «vista espectacular de la ciudad antigua». Asimismo, hacia la derecha «las vistas son preciosas», pues toda la vía ofrece un paisaje del mar Mediterráneo. Razón por la cual, sumada al sol y la tranquilidad del invierno, cautiva a los que van de paso y eligen de destino muchas personas como Jose, que lleva poco tiempo en la isla pero suele «pasear y tomar el sol en estos bancos», o David un trabajador de la zona a quién le encanta acercarse en su descanso para «disfrutar de la tranquilidad y el calorcito tan puro». Además los vecinos que sí conocían el paseo antes como Elisa, David, o Paula consideran que «lo han arreglado muy bien».
A pesar de que no sean los principales causantes de los problemas de la avenida, los vecinos destacan la cantidad de personas sin hogar que duermen y hacen vida en el lugar. Paula, una trabajadora de la zona plantea lo siguiente: «La cantidad de gente en estas condiciones me llama la atención, hay mucha gente con problemas, que se han ido de su mente y que no se sabe como ayudarles». Su compañera Maite aseguró que el día anterior a estas declaraciones un equipo de la ONG Remar, que amparan a personas en situación de emergencia, «vinieron desde Mallorca para buscar a gente con intención de ayudarles» sin obtener buenos resultados. Silvia, quien atiende a aquellos que se acercan al Estanco de Tabaco no comprende cómo puede persistir este problema: «Hay muchas personas sin hogar, quieren hacer Ibiza muy chick y al final la realidad es diferente y nos encontramos este contraste en un lugar al que llega todo el turismo desde el aeropuerto y los barcos. Deberían hacer algo con esta gente». Además, algunos vecinos sospechan que «el after que hay aquí en verano deja rastros en invierno», refiriéndose a las personas que deambulan por el paseo tras el cierre del ocio nocturno, son quienes «quedan aquí después del verano».
La situación que más de cabeza trae a los trabajadores es el aparcamiento, Albert y jose, trabajadores de una de las empresas de barcas que van a Formentera aseguran que «los trabajadores del puerto no tenemos un lugar donde aparcar», lo que implica alejarse mucho de su puesto laboral o gastar tiempo para ello. Otra trabajadora de maquinarias muestra su preocupación por las luces del suelo con las que ha visto «a mucha gente tropezarse», pero sobretodo con que «No hay separación entre el muelle y el paseo y es un peligro para la gente y los trabajadores de los barcos» y propone «un poco de delimitación».
Pero para los trabajadores no todo son quejas, pues Mohamed Alí, es un limpiador de cristales que se mueve entre varios puestos de la avenido y asegura que le gusta su trabajo y está «muy encantado, porque aquí toda la gente que trabaja e muy buena gente y es una zona muy calmada», asegura no haber tenido «jamás un problema».